Analizar el concepto ‘ciencia’ desde la filosofía en tiempos de coronavirus — Entrevista a Miquel Seguró

17 abril, 2020
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A raíz de la pandemia global causada por el coronavirus (COVID-19), se ha incrementado la referencialidad hacia la ciencia y las investigaciones científicas. Conversamos con Miquel Seguro, filósofo, profesor colaborador UOC y autor del libro “La vida también se piensa” (Herder, 2018), para analizar desde la filosofía las múltiples maneras de utilizar el concepto ciencia y cómo se legitima la disciplina en la sociedad contemporánea occidental.

 

Miquel Seguró, filósofo y profesor colaborador UOC
Miquel Seguró, filósofo y profesor colaborador UOC

 



 

— ¿Por qué cuando queremos sostener una tesis a veces utilizamos la mirada experta de los científicos para validar nuestra posición? ¿Hasta qué punto usamos la supuesta objetividad para validar nuestra subjetividad?

Nos apoyamos en la verdad científica porque asumimos que es la más objetiva y la más acreditada, en su potencia explicativa y en su ajustabilidad a la realidad. Es decir, lo más libre de prejuicios y lo más alejado de la subjetividad. 

Sin embargo, yo creo que tenemos que tener en cuenta tres cosas:

– La naturaleza misma de la verdad científica 

La primera es la naturaleza misma de la verdad científica, que desde que Karl Popper la trabajó en su perspectiva falibilista sabemos que cualquier tesis científica es susceptible de ser falsable. A lo mejor no ahora, a lo mejor no hoy, a lo mejor no en los próximos años, pero no sabemos si en algún momento de la historia aparecerá otra explicación mejor que reemplazará a la explicación científica que hoy en día aceptamos como buena. Esta inestabilidad de la verdad científica hace que para Popper no se pueda hablar de leyes inmutables, sino que se tienen que asumir como regularidades que en cualquier momento pueden ser falsables. Es decir, explicarse de otro modo. Esta sería una primera razón que pondría un poco en duda esta fama de que una tesis científica es una verdad incontrovertible.

– Necesidad social de tener referencias de autoridad 

La segunda razón tiene que ver con nosotros, con la necesidad social de tener unas referencias de autoridad. Cuando se da lugar a una apelación a la autoridad, que a veces a los mismos filósofos también nos sucede: “Tal persona afirma esto, como es filósofa, o como es conocida, o como tiene un premio, o como tiene tres licenciaturas…”, se crean nociones de verdad. 

Es cierto que la ciencia no funciona así. La ciencia tiene su método y tiene su proceso por el cual se valida a sí misma. Pero además de Karl Popper, también hay que recuperar aquí las tesis de otro filósofo de la ciencia, Thomas Kuhn, quien nos explica hasta qué punto el cambio de paradigma científico se da también por un proceso de aceptación del paradigma mismo. Y en el proceso de aceptación de ese paradigma no siempre hay elementos científicos o de sabiduría científica que inciden. Kuhn pone como ejemplo el descubrimiento del heliocentrismo, por el cual el sol pasa a estar en el centro de la explicación cosmológica. No es que en ese tiempo todos cayeron en la cuenta de que era verdad esta teoría o esta tesis, sino que hay toda una serie de elementos sociológicos que favorecen la implantación de determinada tesis, en un momento dado, y se aceptan como válidas, además de los avales de cálculos o de las pruebas, o de los elementos de conocimiento que la respaldan. 

 

– Necesidad de certezas

Y por último, un elemento mucho más personal, que tiene que ver con la necesidad de poseer certezas. En algún entonces la certeza mayoritaria la ocupaba la religión. Desde hace un tiempo la ocupa la ciencia. Actualmente, y cada vez más, también la tecnociencia y la tecnología. Todo lo que provenga de aquello que uno personalmente acepta como certeza, y que conecta con el elemento social anterior, aparece como dotado de verdad. Anteriormente los chamanes tenían este poder, posteriormente los sacerdotes, a lo mejor los políticos en algún momento dado, y los científicos hoy en día gozan de este prestigio. 

Esto no significa que todas las certezas sean iguales, ni mucho menos. Hay criterios para discutirlas. Porque es cierto que la realidad es que la ciencia experimental es probablemente la mejor de las herramientas que tenemos para entender cantidad de fenómenos y cantidad de realidades que suceden. Pero que sean la mejor de las herramientas no significa:

 

 

– Que sea infalible: porque todo lo humano es falible
– Que sea la única importante a la hora de aproximarse a un fenómeno

 

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¿Hasta qué punto el concepto “Ciencia” y “Expertos en ciencia” que sustentan muchos discursos actuales forma parte del “El orden del discurso”, obra del Michel Foucault donde se se legitima el poder y se institucionaliza el saber?

El poder, por ese mismo motivo de autoridad, necesita respaldarse en discursos legitimados. Estas dinámicas son, en principio, ajenas a la propia disciplina, pero la acompañan. Por el éxito que ha cosechado la ciencia y por el tremendo prestigio merecido por sus logros, precisamente por esto es leído y asumido por el poder como vía para legitimarse a sí mismo. La política como tal es un poder relacional entre otros elementos de autoridad para asegurarse a sí misma o para funcionar ella misma como relato central, como relato de gestión o de administración de la responsabilidad pública, y consecuentemente, de poder público. Como en su tiempo, por ejemplo, lo fue la religión, o como también se puede detectar en otras esferas sociales que no tienen nada que ver con la ciencia: los deportistas de élite, el éxito de un determinado emprendedor, un joven innovador… En definitiva, cómo el poder político se apropia o se acerca a estos elementos que gozan de autoridad en la sociedad para, de algún modo, mimetizarse o aliarse de esta buena imagen social que han adquirido

Yo creo que en el mundo en el que estamos, en el cual aún el cientifismo genera una expectativa exagerada ante las posibilidades de la ciencia, expectativa casi redentora y prácticamente infalible por parte de la sociedad, hace que sea un elemento muy codiciado para el poder. Justamente para dotarse de referentes y de discursos que socialmente son muy respetados y muy aceptados, y mitigar la incerteza que tan difícil se nos hace de aceptar. Luego hay que ver de qué modo este proceso afecta asimismo a la dinámica científica, claro está.  

 

— ¿Por qué la ciencia ha adquirido en la sociedad contemporánea occidental una connotación de validez de alto reconocimiento social? ¿Por qué otras disciplinas del conocimiento quedan desprestigiadas? 

Principalmente por dos motivos:

1. Por un lado porque ha demostrado su inmensa capacidad en relación a sus pros y sus logros explicativos.

2. Porque de algún modo se acerca a cuestiones muy difíciles y muy complicadas de comprender para la mayoría de los individuos y, por lo tanto, responde también a esa necesidad que comentaba antes de hacer frente a las incertezas y a las preguntas límite.

Un ejemplo muy claro es cuando uno va al médico. Muy pocas veces se entiende lo que realmente le está explicando si se utiliza una terminología técnica. Pero en el caso del doctor, o al menos hablo aquí por propia experiencia, uno cede voluntariamente y confia, y entonces no pone en duda aquello que le están explicando. Presupongo que el docto lo es y, por lo tanto, que sabe. Lo que hago es depositar en él la confianza, a pesar de que no entienda de que me esté hablando. En cambio, cuando esto me sucede con un chamán, automáticamente lo pongo en duda.

¿Enconces, el concepto de verdad es legítimo? En ciencia, por supuestísimo. Lo que ocurre es que es que su contenido es falsable, es decir, el modo de esa verdad es revisable, conectando con Popper. Y además, la ciencia, que se exige conectar con el empirismo, y que por lo tanto sea independiente el observador de un determinado fenómeno para que pueda dar cuenta de cómo ese fenómeno funciona, parece dar a entender que un dato está ahí, independientemente de quien lo observe. A diferencia, por ejemplo, de una obra de arte, que ya se asume que la propia visión connota el sentido de ese cuadro. 

Pero si uno empieza a investigar qué significa un dato, que significa conocer, hasta qué punto el sujeto cuando observa altera el dato que quiere recolocar o que quiere asumir… es decir, que el dato en sí mismo no es algo indicutible e independiente de la mirada del observador, enconces la cosa se complica. Cuando nos acercamos a esta verdad y a esta realidad, mucho más multifocal e interrelacionada, encontramos muchos elementos que nos hacen dudar de la objetividad de la objetividad. 

Por eso hay que diferenciar entre procedimiento científico y el hecho de que la ciencia ocupe una posición en la sociedad de objetividad y de distanciamiento y, por lo tanto, de supuesta no contaminación subjetiva, que es lo que le da este aurea de mitigadora de incertezas.

 

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— ¿Qué peligros puede evocar esta credibilidad incuestionable hacia la ciencia y los expertos?

El principal peligro es que desatendemos lo que las mismas ciencias asumen como su camino: su propia falibilidad y la contradicción de puntos de vista, precisamente lo que las hace avanzar. Esta desatención conlleva a generar unas expectativas excesivas en la ciencia y por lo tanto, que tengamos una mayor posibilidad de frustrarnos ante la dinámica misma de la disciplina, que no es otra que la dinámica misma del ser humano, que es frágil, que es falible, que no sabe tanto y que el error forma parte de su experiencia.

Y en cambio, nosotros hemos desarrollado una sociedad donde se penaliza el error. Nos cuesta conllevar la frustración de la finitud y del no saber. Esto pasa muy claramente con la medicina, más allá de negligencias médicas que obviamente están ahí y que deben revertirse y depurarse. Un espíritu científico no es custodio de la verdad. Es su buscador. Un ser humano que intenta aplicar una serie de conocimientos a una realidad que nos supera, que es dinámica y de la cual no sabemos todas las variables porque, en el fondo, no sabemos las variables de casi nada de lo que tiene que ver con lo fundamental de la vida.

 

— ¿Qué problema nos supone para nuestra sociedad actual? 

Vivimos en la sociedad del control, la sociedad del horror vacui, diría yo, donde los ángulos muertos del conocimiento no se soportan bien. Es la sociedad de la aceleración, de la autoexplotación y que ha creído de algún modo la ilusión ilustrada de que por medio de “la” razón todo se puede conseguir y de que tarde o temprano todo misterio y toda verdad será revelada. El transhumanismo está ahí. 

Puede ser que sea así o puede ser que no. Pero hasta que esto no suceda, vivimos en la intermitencia de la creencia. Y esta creencia de la razón que se asume como única verdad, tiene a veces tintes ideológicos muy parecidos a prácticas muy dudosamente ilustradas en el sentido de crítica de la razón y sobretodo antropológicas, de franqueo de los límites de la experiencia.

 

— ¿Hay una fe ciega en la ciencia?

Más que una fe ciega, hablaría si acaso de fe creyente. Porque fe significa confiar, y siempre se confía en algo, que implican una serie de creencias. 
Socialmente creo que se asume que:
– Que la ciencia es una, es “la ciencia”.
– Porque la razón humana es una y muy poderosa, casi infinita. Y puesto que significa fundamentalmente cálculo (ratio, en latín), tarde o temprano “todo” acabará siendo calculado, objetivado. 
Pero puede que me equivoque, claro. Sin embargo, la palabra ciencia despierta tanto poder de persuasión, que solo con ponerla (“ha sido demostrado científicamente”), automáticamente ya deja de ser discutible. Cuando lo que hay que discutir es qué significa “demostración”, qué significa “científicamente”, qué se entiende que por método científico. Porque el método científico se revisa y el método científico se actualiza. Por eso es científico
Por otro lado, los usos de la ciencia son los que delimitan hasta qué punto eso es o no es bueno para la sociedad, es o no es productivo para una comunidad. Entendiendo, además, que los mismos científicos son seres humanos sometidos a intereses, sometidos a duda, sometidos a voluntades, con sus creencias, con sus puntos de vista.
Así que toda esta amalgama de elementos antropológicos, insisto, de incerteza, de vulnerabilidad, de dinamismo, de contradicción, también forman parte de la investigación científica. A partir de aquí podemos preguntarnos si hay una aproximación idolátrica a la ciencia desde fuera de la misma ciencia. Un problema para la ciencia misma, en el fondo
Cuidado con irse al otro extremo, sin embargo. Esto no significa que cualquier procedimiento pueda ser catalogado de ciencia. Al revés, la pulcritud metódica, la viabilidad de los resultados, y el proceso crítico de asunción de puntos fuertes y débiles son parámetros que marcan la diferencia entre lo que se puede considerar ciencia y lo que no. Y en este punto hay que ser muy rotundo: que las ciencias sean falibles no significa que cualquier cosa pueda ser catalogada de ciencia. Todo lo contrario.

 


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— Si pudiéramos reunir a Feyerabend, Kuhn, Lakatos y Popper en una misma mesa, ¿qué crees que dirían sobre el uso del concepto ciencia en la actualidad?

Feyerabend, Kuhn, Lakatos y Popper, todos ellos viven en un siglo, el siglo XX, heredero del positivismo y desarrollador del neopositivismo, donde se cree que el lenguaje lógico científico acabará explicando cualquier verdad alrededor del lenguaje, como si el lenguaje solamente fuese uno. Después vendrá Wittgenstein y nos enseñará que los juegos del lenguaje permiten entender el sentido de las palabras en múltiples contextos

El caso de Feyerabend, que lo que propone directamente es un anarquismo metodológico, es decir, que el método no siempre es lo que genera conocimiento científico, es muy sugerente. Por supuesto dicutible. Pero da qué pensar, porque a veces ha habido alguien que ha discutido el método, y por eso la ciencia ha avanzado. O Kuhn, que nos ayude a entender hasta qué punto el elemento sociopolítico explica, a veces, por qué una verdad científica tiene éxito en un momento dado o por qué no.

¿Qué nos dirían? Pues que debemos seguir leyendo sus libros (risas).

 

— ¿Sería posible una visión comuna compartida entre Feyerabend, Kuhn, Lakatos y Popper? 

Pienso que se podría intentar, sí, incidiendo en que la ciencia es un fenómeno más de la experiencia humana, probablemente un fenómeno central, rector por la capacidad que tiene de aportar conocimiento verosímil y que, además, se traduce en una utilidad directa para él, para la vida cotidiana de los seres humanos. Pero un fenómeno humano y como todo fenómeno humano, interrelacionado con cantidad de cosas que no sabemos.

Hay una frase muy bonita de Karl Jaspers, un médico psiquiatra que introdujo el elemento fenomenológico de perspectiva alrededor de lo que es una enfermedad, de lo que es un trastorno: “El hombre siempre es más de lo que decimos que es.” Es decir, que la humanidad, por mucho que se estudie, se acaba trascendiendo a ella misma en lo que lo ignora. Y la ciencia es precisamente la herramienta que mejor tenemos a nuestra disposición para avanzar en estos caminos de ignorancia, porque la vida biológica es altamente mudable, tremendamente vasta e inquietantmente imprevisible

Por otro lado, creo que nos animan a no ceder en el intento de conocer. Porque como seres humanos, que anhelamos descifrar en algún momento el misterio de la vida, necesitamos de todo el saber interrelacionado y dinámico que la experiencia humana nos aporta para al menos poder enmarcar mejor la pregunta. Eso sí lo sabemos seguro: tenemos muchas preguntas.

 

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