¿De qué hablamos cuando hablamos de desigualdades en la vida cultural?

28 enero, 2024
desigualdades en la vida cultural Imagen de Unsplash

Todo el mundo tiene capacidades culturales. Todo el mundo participa, de alguna forma u otra, en la cultura. Sin embargo, el ejercicio del derecho a participar en la vida cultural está marcado por profundas desigualdades. Las condiciones en las que participen las personas, y sobre todo los recursos públicos que tienen a su alcance, son desiguales. Tu clase social, el barrio en el que vives, tu origen o, incluso, tu género, son factores que condicionen tu derecho a participar en la vida cultural. Como también las políticas culturales. No solo hablamos de la posibilidad de acceder a la cultura que otros generen, sino también de contribuir a ello. Hablamos del derecho a formar parte de entidades o colectivos en los que construimos (y criticamos) nuestras identidades. Hablamos también del derecho a participar en las decisiones públicas que afecten a la vida cultural de nuestras ciudades, territorios y comunidades.

El código postal, determinante en el acceso a la vida cultural

Así pues, nos encontramos con que muchas actividades y espacios culturales acaben siendo lugares de privilegio. Espacios y actividades intensamente segregadas, donde se encuentran personas social y culturalmente poco diversas; poco representativas de lo que es nuestra sociedad. Así pues, perpetúan desigualdades que, lejos de ser naturales, son resultados de relaciones de poder. Los datos de la Encuesta de derechos culturales de Barcelona evidencien estas desigualdades. Una de las conclusiones más importantes de la encuesta es que para tu derecho a participar en la vida cultural tu código postal es más importante que tu código genético. Sobre el barrio en el que vives se acumulen factores o bien de privilegio o de desigualdad. Y esto condiciona (entre otras cosas) tu vida cultural.

Por otra parte, es preciso recordar que los derechos culturales son indisociables de los derechos humanos, es decir, indispensables para la dignidad de las personas. El artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos deja claro que «toda persona tiene derecho a participar libremente de la vida cultural de la comunidad». Es muy interesante que la Declaración hable de participación y no de acceso. También, que hable de participar libremente y que, por tanto, tenga en cuenta las condiciones en las que se participa. Además, es muy relevante que se haga referencia a participar en la vida cultural de la comunidad, y no en la cultura con mayúsculas. Lo es porque si la desigualdad es un problema central para nuestras vidas culturales, la homogeneización es la otra cara del mismo problema. Muchos discursos y políticas que buscan promover la participación cultural lo hacen sin reconocer la diversidad de capacidades culturales de las personas, expresadas en formas muy distintas de vivir la cultura. Estas expresiones culturales no legitimadas y, por tanto, no reconocidas como tal, son muchas veces ignoradas y otras estigmatizadas. La idea de “una misma cultura para todos”, administrada y suministrada por las propias instituciones, no solo no favorece el derecho a participar libremente en la vida cultural, sino que perpetúa las desigualdades.

¿Cómo afrontar las desigualdades a través de las políticas de derechos culturales?

En definitiva, para hacer frente al fenómeno de la desigualdad (cultural), es necesario evitar estigmatizar a las personas en su vida cultural. Existe mucha vida cultural más allá de las instituciones y organizaciones formales. Esto también se evidencia en los datos de la encuesta. El barrio es fuente de vida cultural, muchas veces no legitimada por estas instituciones y organizaciones. Una política de derechos culturales implica reconocer esta diversidad, negociar con ella (y con los conflictos que puedan existir) e imaginar qué pueden hacer las instituciones para conectar con ella. Porque lo contrario de la estigmatización no debería ser la segregación. Una política del «cada uno con su cultura, pero bien separados» tampoco favorece la libertad y la igualdad en el ejercicio de los derechos culturales.

Es en este ámbito donde hemos iniciado una investigación (DEPART) que busca entender qué factores condicionan el derecho a participar en la vida cultural y cómo se configuran las políticas para darles respuesta. Entendemos que la cultura es sólo una pieza en la discusión sobre el rumbo de este mundo cada vez más desigual y segregado. Pero una importante. Porque si bien determinados discursos y políticas culturales reproducen las desigualdades, la falta de acción (pública y comunitaria) también lo hace.

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Autor / Autora
Profesor e investigador de los Estudios de Artes y Humanidades
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