Matrimonios de ayer y de hoy

22 octubre, 2021
Il·lustració d'un matrimoni del segle XIX

Similitudes y diferencias entre los casamientos de nuestras bisabuelas y los nuestros

No todo es comparable. Este escrito partía de la idea de encontrar las siete diferencias entre una boda del siglo XIX con una contemporánea. Y no siempre se puede. El contexto es primordial. Forzando el juego de las diferencias, podríamos decir que el Tinder de la época pasaba por la cosecha y las tareas en el campo. Y claro, comparativas como esta son poco académicas.

Así que nos olvidaremos de las otras posibles (y forzadas) seis diferencias y nos fijaremos en algunas particularidades entre los eventos de la época y los actuales. Y sus principales motivos. Y para ello nos basaremos en investigaciones y conclusiones de la profesora Joana Maria Pujadas de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC.

La estacionalidad y el paso del campo a la ciudad

Los matrimonios hasta la industrialización, que llega acompañada de cierta secularización y urbanización, estaban marcados por el calendario agrario, las labores de recolección y las fiestas religiosas. Las parejas de antaño, por ejemplo, no se casaban por Cuaresma, los 40 días antes de Semana Santa.

Calendario agrario (1919)

Así pues, con el auge de las fábricas, el calendario laboral pasó a ser más uniforme a lo largo del año y en consecuencia el matrimonio tendió a la desestacionalización. Pero entonces se detecta un nuevo cambio de fechas y hábitos. “La gente trabajadora de las fábricas pasa a casarse más en diciembre, ya que reciben los aguinaldos y suelen disponer de unos días de fiesta”. Sin embargo, la nobleza se casaba sin un “comportamiento estacional” muy marcado.

Forzando el juego de las diferencias, podríamos decir que el Tinder de la época pasaba por la cosecha y las tareas en el campo

Ahora hemos vuelto a la estacionalidad y a celebrar la gran mayoría de los matrimonios en tiempo primaveral o estival, y así el evento luce, en parte, «buscando imitar a la burguesía». Hay que pensar que el número de matrimonios en la actualidad es muy inferior al del pasado donde en determinadas zonas históricas casi podría hablarse de una nupcialidad universal, aunque no era así en Cataluña.

Fotografía publicada por Juan García Tristante. Matrimonio a principios del siglo XX

Homogamia, casarte con un “igual”

La tendencia es casarse «entre iguales», y cada vez es más evidente. Algunos autores como Branko Milanovic hablan de que este comportamiento, junto a otros factores, es uno de los motivos del aumento de la desigualdad socioeconómica del tiempo presente. Así que la cuestión de los candidatos/as siempre ha sido importante, sobre todo entre ciertos círculos sociales y clases acomodadas como parte de la creación de determinados grupos sociales.

Explosión de la consanguinidad

Ocurre a partir del siglo XIX, cuando paradójicamente los mercados matrimoniales se iban ampliando, fuera por la Transición Demográfica o por una urbanización más intensa… los matrimonios en muchas ocasiones se celebran entre parientes de sangre, como los matrimonios entre primos, o mucho afines -parientes políticos- se casan.

Y también afloran los matrimonios simultáneos, es decir un mismo día se casan dos hermanos con dos hermanas (de dos familias distintas) o hijo e hijo de unos contrayentes viudos. Pero, además, también se observa un incremento de los denominados leviratos y sororatos.

Así, «a veces cuando la mujer se moría, el viudo se casaba con su cuñada, con la hermana de la primera mujer«. En el pasado, de manera general se ha observado que «se casaban antes los viudos que las viudas, ya que si estas tenían hijos solía ser una barrera».

Harper`s Bazaar USA (1916)

Convivir antes, un paso hacia la modernidad

El matrimonio de nuestros antepasados ​​estaba fuertemente ligado a la reproducción, puesto que había un supuesto celibato. En Occidente, por ejemplo, en el pasado y en condiciones normales la llegada de hijo era después de los 9 meses preceptivos de embarazo, algo que no ocurría en Asia donde el matrimonio no implicaba la procreación inmediata.

Ahora, en cambio, la gran mayoría de parejas conviven primero y se casan después, mayoritariamente, para formalizar su situación administrativa antes de tener descendencia (o una vez la han tenido).

La gente trabajadora de las fábricas pasa a casarse más en diciembre, ya que reciben los aguinaldos y suelen disponer de unos días de fiesta

Pero entre nuestros antepasados ​​también había convivencia entre parejas del mismo sexo. Muchas de ellas debían hacerse pasar por amigos o amigas. Sobre estas parejas LGTBI la documentación eclesiástica no aporta datos, y la civil existe a partir de finales del siglo XIX, cuando en 1871 se generaliza el Registro Civil. Por eso, «documentalmente no podemos seguir la pista a estas uniones entre el mismo sexo».

Marcela y Elisa, dos maestras de La Coruña que se casaron y a quien Isabel Coixet dedicó una película

Ahora bien, un rasgo característico de la actualidad es la corresponsabilidad, que se da mucho más entre las parejas con cierta formación académica. En gran medida, “en España la revolución de género se ha hecho de puertas fuera y no tanto adentro. Es decir, las mujeres tienen doble carga, la de su casa y la de la esfera social y laboral”.

Diferencias que vienen de lejos

Se habla mucho de la diferencia entre los países nórdicos y los mediterráneos, en lo que se refiere a la brecha salarial entre sexos, a las facilidades para tener niños… Es así y viene de lejos. Entre el siglo XVII y el XIX el modelo europeo implicaba que históricamente la mujer salía de casa antes del matrimonio y trabajaba fuera, y se casaba una vez acumulados ahorros. Esto es el llamado European Marriage Pattern. Esta independencia no se encuentra en el modelo mediterráneo.

Ahora bien, «ni todo es tan blanco, ni todo es tan negro», ya que estudios de las últimas décadas van mostrando cómo la mujer del Sur de Europa también salió a trabajar antes del matrimonio y cómo después del matrimonio continuó con un papel activo en el mercado de trabajo. Autoras como Cristina Borderias, Carmen Sarasua o Beatrice Zucca, entre otras, lo han puesto sobre la mesa.

Herencias y dotes, ¿costumbres del pasado?

En Cataluña no era tendencia la unión matrimonial de dos herederos, puesto que significaba subsumir uno de los patrimonios en el otro. Y es que en Cataluña siempre ha existido la separación de bienes. Y es el heredero quien tiene la función de colocar al resto de hermanos/as.

Estudios de las últimas décadas van mostrando cómo la mujer del Sur de Europa también salió a trabajar antes del matrimonio

«Aunque podría parecer que el resto de hermanos/as, los que no eran herederos, perderían el estatus social, en estudios que hemos realizado hemos podido ver que se cuida que no sufran un descenso social». Pero además, hay que tener presente que el heredero recibía el patrimonio cuando los padres morían, mientras que las mujeres contaban con la dote en vida, antes de casarse, al igual que ocurría con los cabaleros…

Fotografía publicada por Juan Carlos López Medina

Esta idea de herencia indivisa cae en desuso a partir de la aprobación del Código Civil, a finales del siglo XIX que propugnaba un reparto igualitario entre los hijos/as como era imperante en la Corona de Castilla.

Cabe decir que, históricamente, ni la herencia indivisa era tan desigual a efectos de distribución entre hijos e hijas ni tampoco era tan igual la herencia divisa. Así, y junto con el efecto de la industrialización, los cabaleros (hijos no primogénitos ni herederos) dejan la tierra y se marchan hacia las poblaciones industrializadas en busca de trabajo.

«Hay un dicho que habla de que Barcelona está hecha de cabaleros». También los hay que marchan del campo y van a estudiar. Todo corresponde a lo que se conoce como “estrategias de reproducción social”, que significa que cada hermano tiene su destino. “Para algunos es el Seminario. Y con todo se busca mantener el estatus de la familia de origen y si se puede mejorar, mejor aún”.

Fuentes de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

Hay otras regiones de España donde el destino pasa por hacerse militar. «Se reparten entre varias opciones para evitar el conflicto entre los hermanos y mantener la posición de la familia».

Con el efecto de la industrialización, los cabaleros (hijos no primogénitos ni herederos) dejan la tierra y se marchan hacia las poblaciones industrializadas en busca de trabajo

Así pues, no hemos jugado a las siete diferencias, pero sí hemos intentado contextualizar cómo se casaban nuestros antepasados, y trazado ciertas similitudes con los tiempos actuales. Lo que es seguro, y así lo indica el Instituto Nacional de Estadística, es que aunque en España la población sube, el número de matrimonios va a la baja.

Juan Pablo Rodríguez (Unsplash)
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