Núria Iglesias (Piròmana d’Argos): «Habitar el cansancio me ha permitido el abandono de cualquier expectativa»
16 enero, 2025Con formación en teatro físico y danza de improvisación, la práctica artística de Núria Iglesias (Piròmana d’Argos) se teje alrededor de los espacios y los seres que habitan y transitan en ellos. Su obra explora varias disciplinas, como el videoarte, la escritura, la performance, la fotografía, el arte sonoro y la animación, para crear desde un territorio donde los límites del lenguaje se diluyen. Núria se siente especialmente atraída por la performatividad y en la plasticidad de la memoria y la imaginación, conceptos que atraviesan buena parte de su trabajo. Esta investigación se manifiesta plenamente en Perfecto no es afecto, una instalación artística inmersiva concebida en el marco del grado de Artes de la UOC y que Iglesias presentó durante la última edición de la Cátedra abierta: Las formas del pensar 2 en el Museo Reina Sofía.
¿Qué te inspiró para elegir un antiguo dormitorio como escenario para tu instalación Perfecto no es afecto?
Necesitaba un espacio para la instalación y justo quería vaciar mi dormitorio para tratar unas humedades que había en las paredes y no me permitían dormir bien. Era el último semestre del curso, y a menudo dedico el verano a reparar la casa. Que decidiera llevar a cabo la instalación en el dormitorio me permitía conjugar las tareas, mientras el curso, además, se solapaba con la temporada de verano. La pregunta era: ¿cómo puedo aprovechar la energía que me queda sabiendo que hay que cumplir con una serie de objetivos (académicos, laborales, vitales)? El espacio del dormitorio como lugar para la instalación me permitió conectar con los motivos por los que me sentía agotada psicológica y físicamente y desarrollarlos. Aunque había un deseo de aplicar todas las tipologías de instalación que se proponían en la práctica (inmersión, especificidad, participación, narrativa y temporalidad), habitar el cansancio facilitaba el abandono de cualquier expectativa.
¿Podrías explicar cómo influye la actitud fenomenológica en la creación y el propósito de esta instalación?
En un momento en el que abrí la ventana mientras experimentaba con los materiales, presencié cómo una oruga que había caído de las lamas de la persiana se deslizaba por el vidrio transportando su crisálida. Este fenómeno me conmovió y me conectó con el entorno desde un lugar donde la experiencia de la intimidad adquiría un valor poético; no por acción, sino por acogida, por reconocimiento interior y empatía. Sentía que estaba acompañando un conjunto de procesos de los que formaba parte, y eso, en el estado de descompresión provocado por el cansancio en el que me encontraba, era esperanzador.
A través de mi relación con los materiales y el espacio, he permitido que aquello que había proyectado y asumido previamente sobre la instalación, como ideal de perfección, se modifique por los afectos
¿De dónde nace el título Perfecto no es afecto? ¿Qué significado tiene para ti y cómo se relaciona con la instalación?
A través de mi relación con los materiales y el espacio, permití que aquello que había proyectado y asumido previamente sobre la instalación, como ideal de perfección, se modificara por los afectos. Todo empezó cuando me senté delante de la sombra del almez que se proyectaba sobre el papel con el que había cubierto el vidrio de la ventana; estuve ahí un par de horas, en silencio y melancólica. Esta forma de ocupar el espacio abrió un pensamiento relacionado con la exigencia, con lo que se espera de nosotros y cómo podemos llegar a puntos de alienación o disociación que, una vez llevados a la conciencia, y siempre que sea posible recuperar espacios internos de subjetividad, conectan con el desencanto, con un pequeño luto. Un desencanto que no es productivo, ni seduce, pero que es necesario para desarrollarnos desde nuestro sentido de integridad y resistencia en el mundo. En el espacio del antiguo dormitorio, escondiendo los hongos bajo el papel, desoculté ciertas contingencias patriarcales: desde un lugar físico, donde la inmaterialidad de los hechos que me tocan de forma íntima se transformaba en la materialidad del papel con el que cubría las paredes.
¿Qué técnicas y materiales utilizaste para conseguir el efecto inmersivo? ¿Cómo consigues que la instalación oculte los hongos y revele otros acontecimientos?
Cubrí las paredes con papel de diferentes texturas. Experimentaba con el volumen que el corte o el pliegue de este aportaban al espacio del dormitorio. Mi cuerpo, que acompañaba y participaba del proceso, se transformaba con el lugar de forma interna. La instalación era inmersiva, y el cuerpo sentía esta inmersión. Como la oruga, estaba construyendo una crisálida de la que salía y entraba para ir a trabajar o porque había momentos en los que encontrarme allí dentro era claustrofóbico —justo por cómo todos los pliegues del papel y el cuerpo en acción desplegaban en mí pensamientos a veces difíciles de respirar—. Durante la salida, por ejemplo, me encontraba un libro que me decía algo sobre la parte del proceso creativo que estaba transitando. Salía para tomar aire y, en consecuencia, entraba para sumergirme más profundamente.
En una de estas idas y venidas, el papel me pareció ropa interior, que los hongos del espacio eran los que mi cuerpo había acogido como síntoma de transgresión —por violencia, evasión o complacencia— y que se trataba de un proceso de maduración sexoafectivo. Para transmitir la disrupción que los patrones sociales generan en mi cuerpo integré una pieza audiovisual a la que se accedía con un código QR. Cuando el público entraba y la reproducía dentro del espacio físico, por todas partes resonaba un anuncio de sujetadores de la década de 1960, aproximadamente. En el vídeo, a veces stop motion, aparezco posando para la cámara como una mujer blanca y joven, de belleza normativa, cansada, ingenua, provocativa o socarrona, mientras construyo la instalación y uso como sujetadores una tira de señalización donde se lee «¡Atención! Debajo hay cables eléctricos». Este elemento se denomina failure artifact porque también se representa una subjetividad que rechaza proyecciones o introyecciones sin resolverse en ninguna victoria, pero se relata y, al relatarse de forma accidentada, despliega un nuevo espacio dentro de la instalación.
¿Qué retos has tenido que afrontar en la elaboración del proyecto?
El mayor reto que he experimentado ha sido articular un relato que narrara el tránsito de una identidad asignada a una subjetividad sensible. Es decir, desprenderme de lo que creo que soy y de lo que se espera o espero de mí para llegar a lo que soy a través del reflejo en el otro, de lo que me hace sentir y cura desde la presencia. Comprender que el límite o frontera que representa esta instalación artística es un espacio de tránsito y de intercambio vivaz, permeable y transformador con el otro (la oruga, la sombra del almez, el papel o el público), donde la presencia no recae en sí misma, sino que se conjuga con la memoria y los deseos.
¿Cómo influye tu formación en teatro físico y danza de improvisación en tu práctica artística?
Todos los fenómenos que fueron sucediéndose eran relatados desde un pensamiento corporal y gracias al cansancio, que me desprendía de las expectativas con las que había ideado la instalación. Confié en el estado de descompresión que aparece después de un esfuerzo psicofísico y en cómo él me guiaría hasta lo que había estado investigando previamente con atención y cuidado (no intención): cualquier sincronicidad o acción instintiva se convertía en una señal que concretaba el siguiente gesto, acción o movimiento y la instalación de forma material. Se trataba de que la mente racional cediera el poder a la expresión emocional y física y, por eso, había que aflojar el intelecto, permitir que este, en relación con otras formas de procesar la experiencia, dejara el relevo a la intuición, y que los sentidos, de rebote, se abrieran al pensamiento simbólico desde el cuerpo, con gracia y ligereza, a pesar de la incomodidad.
Desde este lugar, nació en mí un espíritu de juego en el que la intensidad energética de la mente racional bajaba el volumen. El juego me sumergió en la imaginación, y esta, como herramienta, permitió que la herida, aquello que ocultaba para continuar siendo productiva dentro de un sistema capitalista, patriarcal, clasista y racista, pudiera curarse, drenar o respirar. No desde lo que es personal, sino más bien desde una intimidad colectiva formada por humanos y no humanos que acompaña y de la que se forma parte, que no llamamiento, que se despliega y percibe cuando me abro a la vulnerabilidad y la resiliencia.
Mi formación en teatro físico y danza de improvisación y la integración en mi experiencia vital, trasladada a la práctica artística como performer, me permiten reflexionar sobre la pregunta planteada y expresarme tal como sucede en esta respuesta.
Los conocimientos que adquiero se convierten en catalizadores para retomar proyectos o intereses; los nutren y evolucionan, lo cual es emocionante y me estimula a seguir
¿Cómo es tu experiencia estudiando el grado en línea de Artes en la UOC?
Es enriquecedora porque la pulsión vocacional que me ha guiado se ordena, adquiere profundidad contextual y me permite integrar otras formas de narración en mi bagaje vital y profesional. Los conocimientos que adquiero se convierten en catalizadores para retomar proyectos o intereses; los nutren y evolucionan, lo cual es emocionante y me estimula a seguir. Personalmente, y a menudo, el diseño de las PEC y el viaje a través de ellas es sensible y procura que el proceso de aprendizaje sea lo más fluido y cercano posible. Sin embargo, los profesores que acompañan durante el proceso en ocasiones son esenciales. Concretamente, dentro del marco del Taller de escultura y prácticas espaciales, Jodie di Napoli se mostró atenta y generosa.
Que se trate de un grado en línea me permite conciliar los estudios con el resto de los eventos cotidianos y contingencias vitales que transito y me atraviesan. A veces, también se confrontan. Aun así, gracias a la naturaleza porosa que me conforma, encontrar un espacio donde los estímulos del contexto físico parecen filtrarse a través de la pantalla, me instala en una experiencia contradictoria: por un lado, me aportan concentración y, por el otro, me generan rechazo hacia el cambio de percepción de la realidad a que nos conducen como sociedad, alejándonos del cuerpo mediante el imperio de la visión. Pero reconozco que, dentro del plan docente de talleres y seminarios, el estudiante tiene acceso a recursos que permiten transformar este rechazo o pérdida de sentido en fuente de reflexión y herramienta de resistencia y transformación. Finalmente, el trabajo de masticar e integrarlos es de cada cual, y todo requiere paciencia. A veces, la experiencia es agotadora, pero, como el grado puede realizarse en el tiempo que una puede o decide, hay cierto margen de maniobra. Hay más espacio para tomar distancia, atender otras necesidades o deseos, respirar, coger fuerzas y volver.
¿Qué consejo le darías a un estudiante al realizar su proyecto?
Me viene a la memoria un dicho popular: si el canto del jilguero y el libro no dicen lo mismo, escucha al jilguero.