Entrevista al alumni del Máster Gestión Cultural UOC, Jorge Esda

15 de enero de 2023
Jorge Esda. Fotografía de Sali Dundua.

Jorge Esda es gestor cultural y comisario. Recientemente ha sido co-comisario de la exposición ‘Suspense’ de Annabelle Adbo-Godeau (Orangerie München, 2022) junto a Tinatin Ghughunishvili-Brück y ha trabajado en el Palais de Tokyo junto a la comisaria Daria de Beauvais para diversas exposiciones, entre las que se encuentra “Tupi or nor Tupi” de Livia Melzi (2022). Desde 2022 dirige junto a Javier Estupiñán la residencia de arte Vega de Agua, con proyectos en Gran Canaria. Ha asistido a la comisaria Corina Apostol para “Orchidelirium”, el Pabellón de Estonia en la Bienal de Venecia 2022; así como en exposiciones colectivas como “What Makes Another World Possible?” (Tallinn Art Hall, 2021) o para la exposición individual de Yevgeniy Fiks (Tallinn Art Hall, 2021). Interesado en conceptos como “Derecho a la Ciudad” o “Cultura Club”, ha desarrollado proyectos de investigación en residencias como Izolyatsia (Kyiv, 2019), Vent Space (Tallin, 2021) o a través de la beca i-Portunus (Tbilisi, 2019-2020). Esda también ha escrito para revistas como Resident Advisor, culturespagne.fr o para la Academia de Artes de Estonia.

¿Cuál piensas que es el rol actual de los y las gestoras de la cultura y desde qué lugar te relacionas con esta tarea?

Entiendo la gestión cultural como un acto político que ayuda a visibilizar ciertos elementos de la realidad que permanecen en la sombra. La gestión cultural debe encontrar una base en el deseo de aminorar el sufrimiento al que se ha sometido a las minorías durante siglos. Es una idea que puede extrapolarse a cualquier ámbito de la cultura. En este sentido, intento repetirme continuamente que mi rol como gestor cultural es abogar por la democracia cultural, buscar la forma de abordar retos cada vez más complejos, y promover debates que fomenten la reflexión de la ciudadanía. Me interesa el impacto que la cultura puede tener en la experiencia de la vida, en el mundo. Quizás es una noción que viene influenciada por una trayectoria profesional muy vinculada al comisariado de proyectos de arte contemporáneo, en los que he colaborado con artistas que están muy cerca de lo que se entiende por activismo.

¿Por qué motivo decidiste estudiar un Máster en Gestión Cultural?

Empecé a estudiar el Máster a principios de 2020. Era un momento muy característico. Comenzaba la Pandemia de COVID y era imposible dimensionar cuál iba a ser su impacto. En ese momento estaba en Tbilisi y mi trabajo se acababa de cancelar por la crisis sanitaria. Además, me encontraba organizando otros proyectos internacionales y desconocía cuándo o cómo se iban a poder llevar a cabo. Estudiar en la UOC era una forma de vengar todo lo que estaba pasando, de comprometerme con un proceso que sabía que podía controlar. La UOC te permite una gran gestión del tiempo, una desterritorialización completa. De todos modos, llevaba tiempo planteándome estudiar materias que me ayudaran a llevar a cabo proyectos personales con una mayor reflexión. El Máster era una oportunidad para sorprenderme a mí mismo y para sumergirme en campos que no había explorado hasta entonces. Y la UOC tenía un plan de estudios donde destacan las teorías del arte y la cultura.

Actualmente codiriges una residencia de arte y trabajas en el Palais de Tokyo en París ¿Cómo y en qué medida te han servido los conocimientos adquiridos en el Máster de la UOC para tu desarrollo personal y laboral posterior?

El Máster me ha ayudado a trabajar de una forma más reflexiva. Fueron tres semestres en los que profundicé en conceptos, leí sobre muchos proyectos que desconocía, me encontré de forma virtual con profesores, profesoras, alumnas y alumnos que me hicieron observar temas desde nuevos prismas. Por otro lado, este tipo de estudios consigue que el alumnado se encuentre con esa llamada que el conocimiento tiene sobre otros conocimientos. Te activa.

En mi trabajo como codirector de la residencia de arte Vega de Agua, cada acción recoge una reflexión. La teoría habita en nuestro inconsciente y se refleja incluso en las acciones que pensamos que son automáticas. Lo mismo pasa con los trabajos que realizo como comisario o como asistente de comisarias, como en el Palais de Tokyo. Cuanto más aprendo, más disfruto de lo que hago, más consciente soy del impacto que puede llegar a tener una buena gestión.

Lo mismo pasa con los trabajos que realizo como comisario o como asistente de comisarias, como en el Palais de Tokyo. Cuanto más aprendo, más disfruto de lo que hago, más consciente soy del impacto que puede llegar a tener una buena gestión.

Palais de Tokyo. Fuente: Coldcreation

Tu TFM sobre las Horoom Nights y los derechos culturales y humanos del colectivo LGTBIQ+ en Tbilisi obtuvo matrícula de honor y fue publicado en medios como Resident Advisor. ¿Cómo crees que tu TFM contribuye a la creación de conocimiento? ¿Piensas que los resultados de este trabajo pueden extrapolarse a otros contextos y utilizarse en el marco de las políticas culturales?

En Georgia, las discusiones públicas sobre género y sexualidad tienden a ser vistas como provocativas y altamente negativas y los roles de género están muy polarizados en el imaginario colectivo. Una de las consecuencias es que se genera una invisibilización significativa de un segmento de la población en la sociedad y en el espacio. Esto incluye a la comunidad LGTBIQ+. Pero al mismo tiempo hay una parte de la sociedad muy combativa y resiliente que me inspira cada vez que estoy en la ciudad. El trabajo de fiestas como Horrom Nights ha sido importantísimo para la creación de espacios más seguros, para fomentar nuevos debates sobre espectros identitarios, trabajar por la democracia cultural y visibilizar a una comunidad oprimida por el sistema sociopolítico del heteropatriarcado.

Fue interesante crear un trabajo que ha tenido repercusión más allá de la UOC, como en el artículo de Resident Advisor que comentas, que supuso el primer artículo comisariado de su editora jefe Whitney Wei y que tuvo un gran impacto.

Creo que es justo decir que mi tesis promueve nuevas líneas de investigación. El entorno académico aún no ha prestado suficiente atención a la conexión entre gestión cultural y cultura club. Pero más allá de estos márgenes, los conceptos que trato se pueden extrapolar a muchos otros campos donde se trabaje para construir espacios de resistencia. En este sentido, tener a Melissa Lima Caminha como mi tutora fue esencial, ya que es una experta en el tema, muy generosa a la hora de aportar conocimiento. La directa del Máster Alba Colombo también trabaja en esa dirección, y esto se nota en la forma en la que se desarrolla todo el plan de estudios.

El máster en la UOC te permitió realizar un proyecto en Múnich con TGB Art Projects. ¿Cómo fue ese proceso?

Estuve tres meses trabajando en TGB Art Projects junto a la comisaria georgiana Tinatin Ghughunishvili-Brück. El proceso se materializó en distintos proyectos, como en la exposición ‘Suspense’ de Annabelle Adbo-Godeau en la Orangerie de Múnich, de la que fui co-comisario y que está muy relacionada con los escritos de Aleida y Jan Assmann sobre memoria cultural. Tinatin es la personificación de la pasión por el arte contemporáneo. Fue muy enriquecedor trabajar con ella y aún seguimos colaborando para posibles proyectos. Esta experiencia fue el último capítulo del Máster aunque el eco de lo aprendido durante estos semestres permanece.

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