Celebración o Barbarie

10 de mayo de 2024
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en la Era de la Inteligencia Artificial Generativa

Por Alba Colombo Vilarrasa, Ph.D.

En relación con la oposición de polos entendida como contrarios de un mismo ecosistema, la idea de la celebración como un acto comunitario, relevante e incluso transgresor, se puede contraponer a la barbarie. Cogiendo prestada la idea de los opuestos, la celebración es algo compartido y comunitario, a la vez que se opone a aquello salvaje, a lo ignorante, la incultura o al barbarismo.

Las celebraciones comunitarias en muchas sociedades son necesarias para la construcción de capitales bourdieusianos como el social, el económico o el cultural a la vez que han desempeñado un papel importante en la garantía del orden social al ofrecer espacios temporales de liminalidad en los que se llevan a cabo agendas políticas, sociales y culturales. En contraste, también los festivales, celebraciones y eventos de carácter comunitario han sido espacios de reivindicación, disputa y contestación. Ya los mercados medievales no solo cumplían la función de avituallamiento, sino también eran espacios públicos donde el intercambio iba más allá del puramente comercial, ya que eran conocidos como centros de entretenimiento y reivindicación.

La festividad, como las fiestas mayores y los numerosos carnavales europeos, han sido espacios desde donde se ha animado a la gente a salir a la calle para celebrar la vida comunitaria, así como también han sido usados como formas de acción alternativas o subversivas. Una ilustración reciente de esta idea sería la reacción de muchas celebraciones populares en el marco de la pandemia (COVID19), donde muchas personas involucradas en fiestas no quisieron eliminar la celebración, sino que arriesgaron con diversas innovaciones para garantizar la participación comunitaria y la celebración cultural en un momento delicado y de aislamiento social (como se expone en el caso de “Barcelona i les seves celebracions la reacció social d’una ciutat buida en ple moviment”  del  proyecto Europeo de investigación FestSpace).

La barbarie se define como la ausencia de civilización, moralidad y humanidad, careciendo de cualidades consideradas normativas. En este estado, lo salvaje domina las acciones, la brutalidad emerge de lo desconocido y se permite el vandalismo, la atrocidad y el caos. En la actualidad, ante el descontrol y el debate moral, político, académico, social, educativo y cultural ocasionado por la democratización de herramientas relacionadas con la inteligencia artificial generativa, nos enfrentamos a una cierta barbarie social. El temor a lo desconocido, estrechamente ligado al cuestionamiento sobre la autenticidad de productos, resultados y experiencias, refuerza este caos y la pérdida de humanidad que estas tecnologías puedan generar. La IA plantea interrogantes sobre la naturaleza misma de la creatividad y la expresión cultural. ¿Puede una máquina crear arte que resuene con el alma humana? ¿Estamos condenados a consumir productos culturales generados por algoritmos, carentes de la pasión y la emoción humanas? Con algoritmos que determinan qué música escuchamos, qué películas vemos y qué productos consumimos, corremos el riesgo de perder la autenticidad y la diversidad que hacen que la experiencia cultural sea significativa.

Más allá del mero consumo de productos culturales, la participación cultural y las experiencias en este contexto también se ven cuestionadas, ya que nos aproximamos al abismo de lo que no se puede controlar ni fiscalizar. Sin embargo, la festividad y las celebraciones comunitarias en su esencia son actos de creación y expresión social que poseen un gran potencial independiente de las tecnologías. Estos eventos tienen valor simbólico, de legado, educativo e incluso participativo, donde se forjan identidades colectivas, se transmiten valores a generaciones futuras, se estimula la formación y la creatividad, y se generan procesos colectivos como la cohesión social, entre otros. Aunque actualmente los avances en realidad virtual y aumentada pueden abrir nuevas fronteras permitiéndonos explorar festividades de todo el mundo desde la comodidad de nuestro hogar, la experiencia de celebrar o participar en un evento virtual no es exactamente equiparable a una experiencia presencial. Como se visualizó en marco del Nuevo Año Chino de Barcelona 2021 (Lamas & Colombo 2023), donde se puso énfasis en la importancia de la autenticidad y el contacto humano directo en la vivencia de las celebraciones.

Por lo tanto, en una era donde otras inteligencias acechan y el miedo a lo desconocido se cierne sobre nosotros, ante un escenario que carece de un marco normativo claro y definido, cierta barbarie puede apoderarse de las estructuras sociales, incluidas aquellas relacionadas con la cultura. Así la participación humana en la festividad y la celebración como elemento compartido y comunitario será cada vez más relevante en el marco de la experiencia cultural diferenciadora de otro tipo de actividad donde el sujeto está solo presente como consumidor más o menos pasivo.

En este cruce de polos opuestos entre la conexión humana y la intervención tecnológica, la festividad emerge como un faro diferenciador. Es más que una simple reunión, puede ser un acto de resistencia contra la creciente frialdad de la era digital. En nuestras manos está el poder de elegir entre abrazar la calidez de la celebración o sucumbir a cierta barbarie de la desconexión y la deshumanización tecnológica. En un mundo donde la tecnología amenaza con dominarlo todo, la festividad y la celebración se erigen con la capacidad inherente de fomentar la conexión humana y el sentido de pertenencia. Entonces qué escogemos ¿celebración o barbarie?

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