Entrevista a la profesora del Máster Gestión Cultural Uoc, Aida Sánchez de Serdio

17 de mayo de 2023

Aida Sánchez de Serdio Martín es una profesional que se dedica a la educación, investigación y promoción cultural en los ámbitos de la cultura visual, la educación y las prácticas artísticas colaborativas. En la actualidad, ejerce como profesora en el Grado en Artes de la Universitat Oberta de Catalunya. Anteriormente, desempeñó labores de asesora en Educación y Públicos en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y en la Universitat Oberta de Catalunya desde 2015 hasta 2017. Posee un doctorado en Bellas Artes y ha sido docente en la Unidad de Pedagogías Culturales de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona desde 1998 hasta 2014, así como en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Umeå (Suecia) entre 2014 y 2015. También imparte clases en el máster oficial de Artes visuales y educación, con un enfoque construccionista, y en el programa de doctorado de Artes y educación, ambos de la Universidad de Barcelona. Ha sido profesora visitante en diversas instituciones, como la Universidad de Lisboa, Goldsmiths College (Londres), Universidad de la República (Uruguay) y Zürcher Hochschule der Künste (Suiza). Ha escrito numerosos artículos y capítulos de libros sobre las interrelaciones entre el arte, la educación y la cultura visual. Además, ha participado o colaborado en proyectos educativos y culturales como la Asociación para jóvenes Teb, Artibarri, Prácticas Dialógicas (Museu Es Baluard, Palma de Mallorca), Transductores, Zones de Contacte (La Virreina Centre de la Imatge, Barcelona), Pedagogies de Fricció (Fundació Joan Miró), Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison, entre otros.

¿Podrías explicarnos un poco sobre tus investigaciones y cómo se relacionan con la gestión cultural?

Uno de mis ámbitos de investigación es la educación en relación con las artes, sobre todo en contextos formales no reglados (museos, centros de arte…) o comunitarios. Y mi enfoque se centra no tanto en los procesos psicológicos o subjetivos del aprendizaje, sino en las relaciones entendidas como un proceso social y político que implica no solo a personas, sino también contextos organizativos, instituciones, etc. Desde este punto de vista, los procesos de aprendizaje suponen cambios no solo en los individuos, sino también en los colectivos, las organizaciones, etc. De ahí que al final acabe teniendo implicaciones sobre la gestión de la cultura: una pedagogía realmente transformadora acaba por cambiar también cómo damos valor, organizamos, decidimos, negociamos, dialogamos en relación con los espacios culturales.

Por otro lado, mi trabajo acerca de las prácticas artísticas colaborativas también se centra en los procesos de cogestión de los proyectos y sus implicaciones políticas.

¿Cómo crees que las prácticas artísticas colaborativas pueden contribuir al desarrollo cultural de una comunidad o sociedad en particular? 

En primer lugar, tal vez necesitaríamos definir qué entendemos por prácticas artísticas colaborativas en este contexto, porque circulan concepciones diversas, a veces con el mismo nombre que tienen consecuencias diversas por lo que respecta a la agencia de los implicados. Para la conversación que nos ocupa, entiendo este tipo de prácticas como aquellas propuestas de producción cultural generadas en colectivo que combinan una dimensión artística y una dimensión relacional/social, y en las que la figura del artista (o productor cultural) trabaja de manera transversal con los demás actores, o bien es una agencia distribuida en el sentido de que no existe un “artista” identificado como tal. En estos casos la comunidad implicada no se limita a participar en una creación predeterminada o muy marcada por una autoría artística. La toma de decisiones centrales en un proyecto de producción cultural (desde un detalle formal, hasta la gestión económica o la negociación con la administración política) es lo que, a mi parecer, contribuiría en mayor grado a este desarrollo cultural. A largo plazo, este aprendizaje es el que permite el agenciamiento estético, social y político de las comunidades.

Dicho esto, tampoco quiero quitar importancia al valor que tiene participar en una producción liderada por artistas. El conocimiento y la experiencia adquiridos así también son muy relevantes, y aportan un acercamiento a la práctica artística que va mucho más allá de la simple contemplación o consumo. Pero a mí personalmente me interesan más las capacidades estructurales y políticas que comporta la cogestión a todos los niveles.

En tu experiencia, ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrentan los artistas y gestores culturales en el ámbito colaborativo?

La lista podría ser muy larga, pero lo simplificaré en uno: la falta de cultura colaborativa en la producción y gestión de la cultura (permítaseme la redundancia). El modelo cultural hegemónico actual se basa en productores individuales (o colectivos, pero aun así reconocibles como productores aislables), en obras materiales o procesuales (pero reconocibles como producto cultural), y en la capitalización de este trabajo por parte de las instituciones legitimadas de la cultura. Cuando no se cumplen estas condiciones, los procesos colaborativos son ininteligibles tanto socialmente como por lo que respecta al apoyo de la administración. Trabajar en estas condiciones es muy difícil.

¿Cómo se puede involucrar y empoderar a las comunidades locales en proyectos culturales y artísticos?

Básicamente haciendo que estos proyectos sean genuinos y no simulacros. Es decir, fomentando propuestas que surjan de las agendas reales de los colectivos (y no de los temas que interese promover a administraciones o instituciones); que generen procesos que realmente aborden los problemas o intereses planteados; que impliquen agentes que construyan una relación orgánica con la comunidad (lo cual no quiere decir que siempre sea fácil); que se materialicen en manifestaciones sobre las que la propia comunidad tenga sentimiento de autoría y propiedad; que sean reconocidas por agentes sociales relevantes; que puedan seguir desarrollándose en el futuro.

Proponer proyectos exógenos, esporádicos y anecdóticos es la receta perfecta para la desafección y el desempoderamiento cultural.

Imagen de Tower Songs (Rialto, Dublin)

Por último, ¿Podrías compartir algún ejemplo de un proyecto colaborativo que hayas visto o en el que hayas participado?

Mencionaré un proyecto que no es reciente, que no es cercano y del que vi sobre todo las consecuencias a largo plazo, más que su desarrollo en sí, pero que para mí representa un ejemplo paradigmático de lo que he intentado expresar hasta ahora. Se trata del proceso de empoderamiento político del vecindario de los bloques de viviendas llamados Fatima Mansions, situados en el barrio obrero de Rialto en Dublín, que estuvo (y aún está) acompañado de múltiples procesos de creación y gestión cultural comunitaria, entre ellos el proyecto musical y performático Tower Songs (c. 2003- 2006), que ha sido documentado en diversas ocasiones, aunque la información (especialmente la disponible online) es inestable y dispersa.

Lo que me parece más relevante de este proyecto es que es inseparable de la lucha política de los vecinos por evitar la gentrificación y el desalojo durante un proceso de demolición y reedificación de nuevas viviendas. Asimismo, surge de la competencia cultural que ya existía en el barrio, que tenía una larga tradición de artes de calle, por lo que el vecindario retiene en todo momento la capacidad de decisión sobre el proyecto. Se trata de un caso en el que cultura y política son indisociables.

Por otro lado, el proceso de creación colectiva fue prolongado y construido desde la colaboración de los vecinos en todas sus fases, alcanzando al mismo tiempo una gran coherencia formal. Se trataba de procesar la transformación (y, hasta cierto punto, la pérdida) de una forma de vida con la demolición de los bloques de pisos a través de la creación de textos y música que se presentaron en forma de performance para el propio vecindario. Es decir, que la agenda política no anula los aspectos afectivos y personales del proyecto, sino que ambos se articulan creando el verdadero sentido de la propuesta.

Finalmente, es importante el hecho de que el vecindario de Rialto ha continuado con el trabajo político, comunitario, cultural y artístico, demostrando que el proyecto de Tower Songs no era algo puntual, sino parte de una forma de organización colectiva estructural.

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