Nizaiá Cassián: “Desde la academia y la docencia necesitamos dejarnos atravesar por las luchas, demandas, reflexiones y modos de organización que han impulsado los feminismos”

30 octubre, 2023
Nizaiá Cassián, menció M. Encarna Sanahuja YII a la excelencia en la inclusión de la perspectiva de género en la práctica docente universitaria Foto: Universitat Rovira i Virgili

Nizaiá Cassián, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC e investigadora del grupo de investigación CareNet del IN3, acaba de ser distinguida con la mención M. Encarna Sanahuja Yll, que otorga la Generalitat. El gobierno catalán ha valorado su propuesta sobre las prácticas y perspectivas de género y feministas de forma transversal en todos los contenidos académicos relacionados con la docencia en Educación Social y Psicología Social. En esta entrevista, Cassián valora la importancia de recibir la mención y reflexiona acerca de lo que para ella significa la inclusión de la perspectiva de género en la práctica docente universitaria.

Acabas de recibir la mención M. Encarna Sanahuja Yll. ¿Te esperabas este reconocimiento?

El proyecto que presenté para la mención M. Encarna Sanahuja Yll parte de una apuesta central por una comprensión transfeminista y antirracista de la perspectiva de género. Este compromiso es el eje vertebral de la propuesta. Es decir, amplía los análisis de lo que se denomina perspectiva de género. En este sentido, entiendo que apelar a la perspectiva de género puede ser estratégico y necesario en determinados momentos, pero a la vez debo decir que, personalmente, no me siento del todo cómoda con esta noción. Considero que es un término que con frecuencia se queda pequeño para la diversidad, riqueza y urgencia de las demandas, luchas, análisis y horizontes emancipatorios que se han planteado desde el basto campo de los feminismos.

Cabe destacar que a la hora de presentar la propuesta para la mención, tenía dudas de que este posicionamiento fuese no solo aceptado, sino reconocido institucionalmente. Y es que pese a que se habla constantemente de la perspectiva de género, a la vez nos encontramos en un momento reactivo, que quiere estrechar, excluir y reducir quién puede participar del marco de derechos y de vida digna que abre el feminismo.

¿Qué supone haber recibido esta distinción del Govern?

Haber recibido esta mención es una confirmación de que debemos seguir dialogando por este camino. Así, que el proyecto presentado reciba esta mención supone que el Govern de la Generalitat de Catalunya valora y respalda, al menos en términos formales, esta apuesta transfeminista y antirracista en la docencia universitaria. Implica que hay un posicionamiento común institucional respecto a estas cuestiones, es un punto de partida que toca seguir tensando, nutriendo y poner en práctica con todas sus implicaciones.  

Es fundamental hablar desde los feminismos como una práctica, que es colectiva, en movimiento y viva

Para ti, ¿qué implica incorporar la perspectiva de género en la docencia universitaria?

Personalmente me siento más identificada con hablar no tanto de perspectiva de género, sino de compromiso feminista, de una apuesta feminista en el campo académico, de la docencia y la investigación; debe tratarse de un compromiso frente a la violencia, las formas de dominación, la desigualdad, las relaciones injustas de poder, sumisión y explotación. En ese sentido, para mí es fundamental hablar desde los feminismos como una práctica, que es colectiva, en movimiento y viva. Una práctica de emancipación. Y es que los feminismos no son una perspectiva, sino una práctica y una experiencia viva de búsqueda de saberes, herramientas, modos de organización conjunta para una vida libre de violencia, de explotación, de injusticia. Más concretamente hacia los cuerpos de las mujeres, lesbianas, personas trans e identidades sexo género disidentes, pero no solo esto: los feminismos son una apuesta que no se acaba en el género y en la identidad de género.

Los feminismos han planteado toda una riqueza teórico-epistemológica, política y analítica en sus análisis de la explotación y la dominación que podemos verla con: del capitalismo desde los feminismos marxistas y los análisis del feminismo antirracista sobre el capitalismo racial; herramientas teóricas que visibilizan los procesos coloniales y neocoloniales y sus efectos en los cuerpos y modos de vida fuera del paradigma moderno-colonial; el análisis de la economía, de la explotación de la naturaleza y sobre la noción misma de naturaleza desde los ecofeminismos; las investigaciones sobre la cisheteronormatividad de la medicina y sus efectos en la patologización y normalización de los cuerpos desde el transfeminismo y el análisis sobre el capacitismo en los modos neoliberales y productistas de ordenar el sostén de la vida desde los feminismos cripple queer, por mencionar algunos ejemplos.

Así, incorporar la apuesta o compromiso feminista en la docencia universitaria implica dejarnos atravesar por todas estas producciones teóricas y debates que han abierto los movimientos feministas en diferentes campos teóricos, profesionales y disciplinares. Implica sacudir el currículo académico, poner bajo lupa la conformación de los equipos docentes para identificar los múltiples sesgos que reproducen (de género, cisheteronormativos, raciales, de clase, procedencia, capacitistas), y sacudir también los marcos teóricos de nuestras disciplinas, que siguen siendo profundamente androcéntricos, eurocéntricos y con frecuencia reproducen saberes que patologizan a las disidencias.

Esta mención responde a la necesidad de encarar el reto pendiente que supone la incorporación efectiva de género en la docencia universitaria. ¿En qué punto nos encontramos en la consecución de este reto? ¿Cuál es el aspecto sobre esta tarea de incorporar la perspectiva de género en la docencia puede resultar más difícil?

Creo que la cuestión más difícil tiene que ver con la noción misma de incorporación. La apuesta feminista implica un gesto que en la mayoría de los casos no ‘se integra’, no ‘se incorpora’, sino que viene a sacudir, a transformar, a desmontar, a desorganizar y reorganizar de otros modos más justos, más equitativos y éticos. Señalar las desigualdades y las violencias implica en la mayoría de los casos un trabajo paralelo de deconstrucción de las estructuras institucionales que sostienen y reproducen día a día estas desigualdades en el campo educativo. Y a la par implica un trabajo creativo, de imaginación y creación de otros modos posibles de dar sentido a la labor docente y de relación entre profesorado y estudiantado y con la comunidad universitaria. Implica un trabajo de imaginación política feminista, de contagio y de entusiasmo que muchas veces no es fácil de sostener y nutrir en los marcos institucionales de la universidad.

Y es que la falta de tiempo, las estructuras mismas de precarización, jerarquización y sobrecarga de los equipos docentes, los blindajes burocráticos o las relaciones entre profesorado y alumnado que cada vez se ven más atravesadas por modos tecnificados de evaluación mutua constante, hacen que estos procesos de imaginación política feminista y construcción de comunidades emancipatorias sean muy complejos. Pero ahí estamos, porque muchas de nosotras en tanto que académicas y docentes, sentimos el compromiso y responsabilidad de que estos espacios educativos no sigan reproduciendo y legitimando las violencias (patriarcales, raciales, cisheteronormativas) que nosotras mismas hemos vivido o hemos visto ejercer sobre otras, en diferentes momentos de nuestro paso por las instituciones educativas. 

Aunque es un gesto importante y útil, incorporar la perspectiva de género en la docencia no es solo incluir más mujeres en las referencias bibliográficas, o hablar en un lenguaje no sexista en los textos y aulas.

¿Si el aterrizaje no es transversal se cae en el riesgo de purplewahsing? ¿Qué es el purplewashing? ¿Consideras que muchas acciones en el ámbito universitario pueden ser calificadas así?

El purplewashing es un anglicismo que suele usarse para señalar el gesto de «maquillaje superficial» a la hora de incorporar la perspectiva de género. La cuestión más difícil es no caer en el marco reduccionista que asume que incorporar la perspectiva de género en la docencia es incluir más mujeres en las referencias bibliográficas, o hablar en un lenguaje no sexista en los textos y aulas. Este es un gesto importante y útil pero que cabe situar entre una multiplicidad de gestos de mucho más calado en los que nos corresponde trabajar. No debemos utilizar las categorías de «mujeres» o «género» como universales estandarizados: ¿de qué mujeres hablamos?, ¿cuáles son las condiciones específicas de violencia y discriminación que les atraviesan? 

Desde el campo educativo tenemos la responsabilidad de complejizar los análisis e insistir en que no se trata solo de hablar de paridad de género o de inclusión laboral, ni de «romper el techo de cristal», sino, por ejemplo, de preguntarnos quiénes son esas mujeres que hoy en día han podido romper el techo de cristal y a costa de qué cuerpos. Desde los feminismos antirracistas se ha insistido en que las mujeres autóctonas han podido ‘liberarse’ de los trabajos del hogar y los cuidados, a costa de la precarización y explotación de las mujeres migrantes y racializadas que hoy en día sostienen estos trabajos de cuidados en condiciones de explotación y falta de derechos laborales. Este ejemplo nos hace ver que nos encontramos en el punto de complejizar los debates y este es el reto, recuperar las discusiones feministas en toda su riqueza y complejidad para incorporar, a la vez que el género, una mirada sobre formas de desigualdad estructural en términos de racismo, clase, transfobia, lesbofobia, capacitismo y diversidad funcional, con estrategias que recojan una dimensión verdaderamente emancipatoria en la academia. 

Desde los feminismos se han hecho discusiones clave de cómo la ciencia y lo que entendemos por conocimiento se han construido a la medida del sujeto hombre, blanco, autónomo, como sujeto único y universal, es decir, a la medida del androcentrismo y de una ciencia cisheteropatriarcal. Pero también de la condición eurocéntrica y colonial que acompaña históricamente el nacimiento de muchas de nuestras disciplinas académicas. Son cuestiones que queremos problematizar. No se trata únicamente de incorporar más mujeres en las referencias bibliográficas de las asignaturas, sino de desmontar un sujeto patriarcal único de conocimiento o de cuestionarnos visiones eurocéntricas del saber, de la patologización de nuestros cuerpos. 

Apuestas por un aterrizaje transversal de las perspectivas de género en todo el ámbito académico. ¿Cómo lo planteas? ¿Es posible hacer este aterrizaje sin dificultades ni encontrar resistencias?

El proyecto presentado para la mención plantea que para hacer realmente efectivo el compromiso feminista y de género en la docencia universitaria, esta transformación se tiene que efectuar en diferentes niveles formales, de contenidos, metodológicos, de conformación de los equipos docentes y estructurales. Esto implica la actualización y creación de nuevo currículum académico con una perspectiva feminista y de género transversal; la creación de herramientas y materiales docentes con perspectiva de género y metodologías feministas, prácticas afirmativas para la corrección de los sesgos y desigualdades de género, raciales, de clase y capacitistas en la conformación de los equipos docentes, a la vez que estrategias de transformación de la institución universitaria que implican cuestiones estructurales como las condiciones laborales, las cargas docentes y la prioridad de los encargos relacionados con estos procesos.

Desde la universidad tenemos que escuchar y aprender de lo que pasa afuera, en la calle

¿Cuál es tu opinión sobre desde dónde se tienen que impulsar las prácticas feministas en les universidades? ¿Tarea del rectorado, del profesorado, de la comunidad en su conjunto?

Desde el campo académico y docente necesitamos contagiarnos y dejarnos atravesar por el amplio abanico de luchas, demandas, reflexiones, saberes y modos de organización que han impulsado los feminismos en relación al capitalismo, a la feminización de la pobreza, al señalamiento de la distribución racializada y feminizada de los trabajos de cuidado -y las violencias que esto comporta en la falta de derechos laborales-. De la misma forma, nos tenemos que fijar en las críticas transfeministas en relación a la normalización y producción binaria de los cuerpos y la violencia médica. Con frecuencia, el estudiantado mismo forma parte de estos procesos de organización social y es desde la universidad que no estamos escuchando y aprendiendo de lo que pasa allá afuera, en la calle. En la academia solemos ir siempre por detrás de la vida y nos hace falta escucha y humildad. A la vez, no se trata de apropiarnos, fagocitar o expoliar estos conocimientos construidos desde los movimientos sociales feministas, sino de ser conscientes de que lo que ponen en cuestión también nos interpela.

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Autor / Autora
Periodista colaborador
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