A propósito de la lectura, la escritura y la regulación pulsional

19 junio, 2023
comprensión lectora Imagen de zinkevych | Freepik

Jordi Solé, director del grado de Educación Social y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, reflexiona sobre el papel clave de la lectura y la escritura en la educación, en el marco de la publicación de los resultados en comprensión lectora del último informe PIRLS y de la noticia de que Suecia frenará el avance de la digitalización de sus centros educativos.

Estos días hemos conocido los resultados del último Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (informe PIRLS, por su acrónimo en inglés) que evalúa el nivel de comprensión lectora de los alumnos de 4º de Primaria. Según este estudio, los resultados de los alumnos catalanes se sitúan a la cola de Europa. Dentro del estado español, solo están por encima de Ceuta y Melilla. Paralelamente, hemos conocido la noticia de que Suecia, el noveno país en el ranking de comprensión lectora del informe PIRLS, ha paralizado su plan de digitalización de las escuelas argumentando que existe el riesgo de crear una generación de “analfabetos funcionales”. Según los responsables educativos, la comprensión de lo que se lee por parte de los alumnos es un requisito previo para el aprendizaje global, pero en los centros educativos se está perdiendo este objetivo. Antes de poner en marcha el plan de digitalización, la ministra de Escuelas, Lotta Edholm, ha decidido esperar a recibir lo que dice la evidencia científica respecto a los posibles efectos que este plan pueda tener en la infancia sueca. Al ser ministra, necesita algo más que el simple sentido común.

Ambas noticias han levantado bastante revuelo en las redes sociales. No ha durado mucho, todo hay que decirlo. Ya sabemos cómo funcionan las polémicas en esta olla de grillos. El Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, por su parte, no ha dicho nada; al menos, nada reseñable. Quizás todo esto no va con ellos. En pleno despliegue de su plan de digitalización de los centros para no perder los fondos Next Generation de la Unión Europea y lanzarse a la compra masiva de dispositivos tecnológicos, software y aplicaciones, hace semanas que todo el mundo corre para llevar ese plan a buen término. Nadie pone el freno. Nadie se detiene a pensar un momento.

La educación y su función civilizadora

Digámoslo desde el principio. La educación tiene una función civilizadora. Immanuel Kant, en la primera de sus lecciones sobre pedagogía, lo afirmaba de forma contundente:

Enviamos a los niños a la escuela, no con la intención de que aprendan algo, sino para que se acostumbren a sentarse en silencio y hacer puntualmente lo que se les prescribe, para que en el futuro no pongan en práctica simplemente todo lo que les pasa por la cabeza en cada momento. (Kant, 1991, p. 6)

Si Kant tuiteara estas palabras hoy, sería objeto de un linchamiento y no podría salir a dar su paseo de media tarde para dar descanso a su Crítica de la razón… Pero Kant está muerto y ha podido ahorrarse el ruido de las redes y su mercado de indignaciones. Tal vez por ello todavía podemos dejarnos interpelar por sus palabras. Así, en sus lecciones de pedagogía nos dirá que, en un primer momento, la finalidad de la educación es evitar que el niño se deje llevar por sus «impulsos salvajes». Este es el sentido de la cita. Detengámonos, por tanto, en esta cuestión porque tiene una relación directa con el informe PIRLS, la digitalización de las aulas y todo el desconcierto educativo que ha llevado al alumnado catalán a obtener unos resultados de comprensión lectora tan desoladores.

Evitar que el niño se deje llevar por sus «impulsos salvajes». Diríamos que se trata de una condición necesaria para hacer posible el vínculo social, la comunidad. Sabemos, desde Sigmund Freud (1994), que esto exige una renuncia pulsional. Jacques Lacan (1973), a su vez, y después de leer también las lecciones sobre pedagogía de Immanuel Kant, dijo que “el niño está hecho para aprender algo” a fin de que su psique se anude. Este concepto es importante. Como profesionales de la educación, debemos preguntarnos cómo podemos hacer posible este acto de civilización. Podríamos decir, entonces, que la educación sirve para regular el mundo pulsional, es decir, para facilitar recursos al sujeto a través de los cuales pueda tratar su goce a fin de hacerlo compatible con la civilización y el vínculo social. La función de la educación es, por tanto, humanizar la vida. De ella depende que nos convirtamos en sujetos y dejemos de ser seres sometidos, tal y como diría Kant, a los «impulsos salvajes».

El mal llamado fracaso escolar, las dificultades de aprendizaje, el rechazo a la escuela, el absentismo, el abandono prematuro, pero también la ilusión de querer cursar una carrera universitaria sin sacrificio, de forma rápida, etc., ilustra muy bien algo de la desregulación pulsional de nuestra época.

Las dificultades graves con la lectura es un síntoma de época porque tiene que ver con la pérdida de la función de la lectura en nuestra sociedad

Es obvio que no hace falta un informe internacional para decirnos lo que muchas personas vemos con nuestros propios ojos. El alumnado de Primaria tiene dificultades graves con la lectura, pero también el de Secundaria, y el de la universidad. No vayamos a pensar tampoco que es patrimonio exclusivo de las jóvenes generaciones. Es un síntoma de época porque tiene que ver con la pérdida de la función de la lectura en nuestra sociedad.

La importancia de la regulación pulsional

Tiempo atrás, una persona que leía bien era considerada una persona culta. Esto hoy en día no tiene peso alguno. Existe una auténtica desafección hacia la lectura. Un sujeto que lee bien, sin embargo, es un sujeto que regula funcionalmente la pulsión del goce y de la mirada. Por eso, no solo es importante que los niños sepan leer, sino que aprendan a hacerlo correctamente: deteniéndose ante los signos de puntuación, haciendo la entonación correcta, prestando atención a la dicción, etc. Pensemos, por ejemplo, en la función de un signo de puntuación como el punto y aparte, el momento en el que el lector levanta la mirada y se dirige al otro. La puntuación es un regulador pulsional. Lo mismo ocurre con el aprendizaje de las operaciones matemáticas. ¿Qué aprende un niño cuando aprende a sumar? Aprende las reglas fundamentales de lo simbólico, es decir, que un elemento tiene valor dependiendo de su posición (unidades, decenas, centenas, etc.). ¿Y qué podríamos decir de la escritura? La escritura tiene una función de fijación muy importante. Como dice el pedagogo francés Philippe Meirieu (2018, p. 110), «(…) es indispensable devolver a la escritura su valor emancipador antropológico: escribir es dejar una huella del presente y emanciparse de la inmediatez; escribir es verse a uno mismo de una forma más clara (…)».

¿Somos conscientes, entonces, de todo lo que se está perdiendo cuando no hacemos escribir a los niños en la escuela, cuando desterramos la escritura a mano de las tareas escolares más básicas y fundamentales a cambio de deslizar los dedos sobre una pantalla o proponer ejercicios que terminan con un «recorta y pega» de búsquedas desordenadas en Internet, sin exigir una elaboración propia y bien estructurada?

En la escritura, en la lectura, en el aprendizaje de las operaciones matemáticas, la música o cualquier otra forma de expresión artística, hay un trabajo de regulación pulsional

No, es obvio que no somos conscientes. En la escritura, en la lectura, en el aprendizaje de las operaciones matemáticas, en la música (con la que se «doman las fieras», como dice el dicho popular), en la danza o cualquier otra forma de expresión artística, etc., hay un trabajo de regulación pulsional, ya sea porque se aprenden límites que estructuran, que confieren un orden, ya sea porque la satisfacción pulsional se desplaza hacia el deseo de saber, permitiendo así la sublimación. Se trata de aprendizajes, en definitiva, que nos introducen en la cultura y dirigen nuestros «impulsos salvajes» hacia otro lugar.

La digitalización de la educación, presente en todas las etapas educativas, se aleja de todo ello, no tiene estos efectos reguladores. Las pantallas son una superficie pulsional. A través de ellas se satisface, por ejemplo, la pulsión escópica, mirar y ser visto en un scroll infinito y agotador por el que se escapa la vida. La digitalización de la educación no hace más que reforzar esta omnipresencia de las pantallas en la vida de los jóvenes, introduciendo la dimensión de lo ilimitado. Y cuando no hay límite, hay desregulación, anomia y agotamiento, mucho agotamiento. Después, todo el mundo se sorprende ante la epidemia de trastornos mentales en la infancia y la adolescencia, y se llevarán a cabo estudios científicos para describirnos sus malestares, exigir más recursos en salud mental (que hacen falta, por supuesto, debido a los problemas estructurales del sistema público de salud) y orientarlos hacia todo tipo de terapias y tratamientos farmacológicos en una estrategia muy bien dirigida de responsabilización individual.

La ministra sueca, con la moratoria que ha propuesto, parece que lo ha entendido muy bien. Tampoco hay que hacerse muchas ilusiones. Los lobbies de la industria mediática y digital ya deben estar sobrevolando como buitres sobre los tejados del Ministerio. Seguro que la convencerán. Mientras tanto, aquí…, aquí, ¡qué sé yo! Quizás el Departamento de Educación redactará un protocolo (otro más) para detectar en los centros educativos la adicción a las pantallas de los niños y los jóvenes con el fin de evitar el fracaso escolar. Tiempo al tiempo. ¿Y si leyéramos de nuevo las lecciones de pedagogía de Kant? Quizás todavía tienen algo que decirnos.

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1994). El malestar en la cultura. Alianza Editorial.

Kant, I. (1991). Sobre pedagogia. Eumo Editorial.

Lacan, J. (1973) Seminario XXI. Los incautos no yerran (Los nombres del padre). Clase 3, del 11 de Diciembre de 1973. http://www.bibliopsi.org/docs/lacan/26%20Seminario%2021.pdf

Meirieu, Ph. (2018). Educar després dels atemptats. Associació de Mestres Rosa Sensat.

Una versión completa de este artículo, previa a las noticias sobre el último informe PIRLS, se puede encontrar en la siguiente referencia: Solé, J. (2021). Aprendre a cel descobert, sense sostre ni recer. Temps d’educació, 61, 259-274. https://doi.org/10.1344/TE2021.61.16

(Visited 40 times, 1 visits today)
Autor / Autora
Jordi Solé Blanch, profesor y director del grado en Educación Social de la UOC y miembro del grupo LES.
Comentarios
Deja un comentario