Formación dual en las enseñanzas universitarias: ¿por qué y para qué?

15 abril, 2024
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La formación en alternancia (o dual) ya cuenta con una sólida trayectoria en las enseñanzas superiores en Cataluña y está especialmente consolidada en los ciclos formativos de grado superior, a partir de la publicación de una normativa específica en 2012 (Resolución ENS/1204/2012). Fruto de una clara voluntad política del Gobierno de la Generalitat, dicha normativa puso a disposición de los centros educativos recursos y herramientas de apoyo para que la formación en alternancia se convirtiera en una herramienta efectiva y a corto plazo para disminuir unas tasas de paro juvenil catastróficas en un contexto de crisis económica y laboral que tenía consecuencias desastrosas especialmente entre la población más joven de nuestro país (16-24). Precisamente en aquellos años, la demanda de la formación profesional experimentó un primer crecimiento importante, debido a las pocas oportunidades que ofrecía el mercado laboral.

Se hacía evidente que en países como Alemania, Austria o Suiza —donde la formación profesional era y es simplemente dual— las tasas de paro juvenil no duplicaban —como ocurría en nuestro país— la tasa de paro de la población general, y la denominada transición escuela-trabajo era mucho más natural y plácida. Otros países, como Noruega, Finlandia y especialmente Holanda, impulsaron otros modelos más híbridos y flexibles en alternancia. De esta forma, el término dual quedó reservado para los modelos centroeuropeos mencionados anteriormente, donde la participación de los representantes de las empresas y de los trabajadores es muy sustancial, tanto en el diseño (currículo) como en el seguimiento y en la evaluación de las enseñanzas —en Alemania, por ejemplo, la evaluación de los alumnos se realiza a través de las cámaras de oficios, que, salvando las distancias, serían el equivalente de nuestras cámaras de comercio, con una representación paritaria de los trabajadores y trabajadoras y los empleadores y empleadoras.

En nuestro país, la formación profesional inicial en alternancia hizo méritos propios para seguir creciendo, puesto que también respondía más que favorablemente a otras carencias del sistema educativo y del mercado laboral: falta de encaje entre oferta y demanda de perfiles profesionales (en términos cualitativos y cuantitativos), dificultad para dotar a los centros educativos de la tecnología necesaria (enseñanzas técnicas y prácticas), y —por qué no decirlo— una cierta lentitud del sistema educativo para renovar su oferta formativa —el encargado de aprobar los títulos de formación profesional es el Gobierno del Estado, aunque Cataluña tiene competencia para adaptarlos a su contexto socioeconómico e incluso para aprobar títulos propios—.

El salto de la formación dual —así es como se denomina en el ámbito universitario— a las enseñanzas universitarias fue gradual y mucho más selectivo. Un precedente claro y brillante fue la Escuela Universitaria de Ingeniería Dual del Instituto Máquina Herramienta de Elgoibar, adscrita a la UPV/EHU desde 2011, que impartía formación vinculada a la ingeniería en esta modalidad (grados, másteres y cursos de especialización). Hoy en día, la oferta en modalidad dual se ha incrementado considerablemente y, aunque sigue centrada en estudios de tipo técnico (renovables, transformación digital, etc.), ya ha empezado a implantarse en otras especialidades de gestión (ADE, turismo y hotelería, prevención de riesgos laborales, distribución, etc.) e incluso en la formación del profesorado (grado de Educación Primaria y máster universitario de Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas), aunque mucho más tímidamente.

No fue hasta 2021 que el sistema universitario no aprobó una normativa específica (Real Decreto 822/2021 para la obtención de la mención dual). Seguramente no se pensaba solamente en la empleabilidad del estudiantado —recordemos que la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña vincula al estándar 6 de acreditación (calidad de los resultados de los programas formativos) dos indicadores relacionados con la inserción laboral en términos tanto cuantitativos como cualitativos—, sino probablemente en un intento para acercar más la universidad a las necesidades de los sectores productivos y mejorar la calidad de sus enseñanzas, especialmente en aquellos programas con una vocación claramente profesionalizadora, en un contexto de cambio tecnológico y cultural cada vez más acelerado. Es necesario tener en cuenta, además, que la formación en modalidad dual supone una alternativa especialmente eficaz para el perfil de estudiantado menos competitivo en el mercado laboral, por lo que puede considerarse un instrumento privilegiado para el fomento de la equidad social.

Este decalaje de prácticamente diez años en la regulación específica de esta modalidad de enseñanza indica que no son pocos los retos a los que tendrán que hacer frente las enseñanzas duales en el contexto universitario para convertirse en una opción viable y escalable y acabar presentándose como una alternativa auténtica y real para todo el estudiantado que quiera participar en ellas. ¿Contamos con suficientes organizaciones productivas preparadas y dispuestas a participar activamente en la formación en alternancia? ¿Podrán las pymes, que representan más del 95 % del tejido productivo, acceder a esta formación sin un apoyo institucional complementario adecuado a sus características? ¿La formación dual será una motivación suficiente (más allá de la posible incorporación laboral una vez finalizados los estudios) para el estudiantado, dadas las características del contrato laboral que le da amparo? ¿La gestión académica (AQU y las propias universidades) será suficientemente ágil y dinámica para entender las necesidades de las organizaciones y darles una respuesta adecuada? ¿Asumiremos las universidades que este escenario requiere una redefinición de los roles académicos y un nuevo enfoque hacia las organizaciones que se convertirán en copartícipes de los procesos formativos? Y, por último, ¿cómo gestionaremos la no presencialidad en la formación modal?

Se trata de un horizonte ciertamente alentador para todos los que creemos en una universidad más abierta y centrada en el estudiantado y trabajamos para conseguirlo, y para los que entendemos que dar respuesta a las necesidades de las organizaciones productivas no hace sino reforzar nuestro compromiso con el estudiantado.

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Autor / Autora
Profesora coordinadora de las asignaturas de prácticas de los programas oficiales de Grado y Máster de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya UOC. Además, es experta en el desarrollo de talento y la empleabilidad a través del aprendizaje formal y no formal.
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