Roger Chartier. 2018. Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro

20 de octubre de 2018

Roger Chartier, Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro. Colombia: Cerlalc, 2018.

por Roger Prims

Sin duda, el universo del libro se enfrenta a un cambio de paradigma, muy marcado por la tecnología, sí, pero con otros elementos que parecen problematizar el futuro de instituciones y negocios vinculados al libro como objeto y como concepto, principalmente las bibliotecas y las librerías.

En el opúsculo Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro, Roger Chartier, el historiador de la cuarta generación de la Escuela de los Anales, especialista en historia del libro y de las ediciones literarias, reflexiona sobre los retos actuales que afrontan librerías y bibliotecas, libreros y bibliotecarios, en virtud de las transformaciones que ha experimentado el circuito del libro, con formas de producción y comercialización radicalmente nuevas (especialmente las vinculadas a la digitalización) que van acompañadas inseparablemente de nuevos hábitos en la lectura y nuevas inquietudes en torno a la conservación y la transmisión del patrimonio textual.

Lejos de predicciones apocalípticas, Chartier transita panorámicamente por la genealogía de la librería y la biblioteca para mostrar que ambas han sido expuestas desde sus momentos fundacionales a retos y embates adversos que las han obligado a emprender transformaciones para adecuarse a escenarios cambiantes. Las librerías convivían con la edición hasta el primer tercio del siglo XIX, mediatizadas por el capitalismo comercial y el patrocinio, hasta que la segmentación de las actividades conllevó nuevas competencias a la forma de venta de libros. Competencias que se reproducen hoy en forma de grandes superficies, imperios multimedia y empresas que vía internet concentran venta, edición y distribución, todo mientras el porcentaje de lectores (sobre todo los forts lecteurs) va disminuyendo.

Por su parte, las bibliotecas, herederas del sueño de la conservación del patrimonio textual universal (el mito de Alejandría) y del miedo del exceso amorfo de la abundancia sin fin, parece que se enfrentan a una solución contradictoria: la digitalización aseguraría la conservación, pero bajo el peligro de destruir la forma física que ha soportado los textos —y que ha tenido desafortunados ensayos en Estados Unidos y en Gran Bretaña con la destrucción de colecciones de prensa antigua. De aquí que la inquietante idea del fin de las bibliotecas circule entre los discursos más pesimistas. Pero la conversión digital de los textos, dice Chartier, no debería estar reñida con la conservación de formas materiales primigenias sin las cuales no comprenderíamos la historia de la publicación de un texto concreto, ni genealogía global de la evolución de la forma como hemos leído. De hecho, esta debería ser una de las tareas fundamentales de las bibliotecas de hoy: recoger, proteger y hacer accesibles los textos que —y el autor francés lo deja claro— nunca pueden ser reducidos a su contenido semántico. O, dicho de otro modo, que no se pueden separar de la forma en que nos llegan para ser leídos. Las bibliotecas deben ayudar a la comprensión de una realidad incontestable: un mismo texto no se puede leer de la misma manera si se nos presenta en forma digital o impresa. Asimismo, las dimensiones oceánicas de la red, con un volumen de textos que rebasa con mucho la capacidad humana para abarcarlos, requieren de alguien con el rol de guía. Las bibliotecas deberían convertirse en un faro; los lectores no pueden quedar abandonados en el desconcierto, necesitan un acompañamiento en el creciente desorden digital.

Librerías y bibliotecas no tienen porqué desaparecer, asegura Chartier. Ni siquiera tienen que abandonar sus usos tradicionales. Ahora bien, si quieren garantizarse la supervivencia, unas y otras deben adaptarse a las mutaciones del sistema de lectura y de los soportes textuales. Las librerías no pueden ignorar las nuevas formas de venta y edición, mientras que las bibliotecas, a su vez, no pueden hacerlo con el creciente corpus de textos digitalizado que se almacena de forma abierta en la red. Por ello deben ser conscientes de la necesidad de replantear sus funciones, reforzando algunas tareas para las que librerías y bibliotecas pueden ser ineludibles: la guía a los lectores y la reconstrucción de una sociabilidad en torno a la lectura vinculada a la oralidad , por un lado y, por otro, ofrecer criterio y protección del patrimonio textual impreso, manteniendo la consideración de espacios vinculados a la fruición lectora y a la forja del espíritu crítico.

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