Manual para desarrollar un país en la era de la automatización

8 octubre, 2020
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Este artículo ha sido escrito por Julia Soto Álvarez, graduada en el Máster Universitario en Análisis del Entorno Económico de la UOC, recogiendo las conclusiones principales de su Trabajo de Fin de Máster: “El desarrollo económico en el contexto de las nuevas tecnologías: disrupciones en las cadenas de producción y en los flujos comerciales fruto de la automatización de la producción”.

El trabajo explora los posibles efectos que la robotización industrial de los países desarrollados puede tener para los países en vías desarrollo, y para su modelo tradicional de crecimiento económico basado en la exportación de manufacturas.

La exportación de manufacturas como tradicional motor del desarrollo

Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur: la historia parecía repetirse. El milagro económico de estos Tigres Asiáticos parecía dibujar un “manual” para el desarrollo económico que hizo surgir, a partir de 1970, un cierto consenso internacional en torno a los beneficios de las estrategias de desarrollo basadas en la apertura comercial y el fomento de las exportaciones. Estudios empíricos comenzaron a mostrar que los países con menor proteccionismo experimentaban tasas de crecimiento económico mayores que aquellos que habían cerrado las puertas a la apertura comercial.

Más concretamente, la exportación de manufacturas (y no de materias primas, o de servicios, en aquel entonces poco exportables) parecía revelarse como la gran panacea del crecimiento económico, porque en este sector convergen una serie de características pro-desarrollo:

  1. El sector manufacturero es capaz de absorber grandes cantidades de trabajadores poco cualificados con aumentos sustanciales de productividad: como indican Hallward-Driemeier y Nayyar (2018), es relativamente fácil convertir a un agricultor de arroz en un trabajador de una fábrica de ropa sin realizar una gran inversión en formación, y con una inversión relativamente pequeña en capital físico.
  2. La productividad (output-per-worker) es más alta que en otros sectores, y se consiguen fácilmente economías de escala (reducción en los costes asociada a un incremento de la producción).
  3. Los bienes industriales producidos son altamente comerciables, lo cual fomenta el crecimiento de la producción, la competitividad entre empresas, la difusión tecnológica y la adquisición de conocimiento e innovaciones extranjeras.

El sector manufacturero crecía en mayor medida cuando se orientaba a la exportación y se unía al aperturismo comercial: entre 1965 y 1986, la producción manufacturera en Corea y en Taiwán creció el doble que en las economías más avanzadas de América Latina, que adoptaron estrategias proteccionistas: la producción de Corea creció a un ritmo medio de un 16.1% anual, y la de Taiwán, a casi un 12.2%, mientras que México crecía solamente a un 5.2% y Brasil a un 7.1%

Esta estrategia comenzó a ser respaldada por organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario International, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, las entidades de cooperación de la Unión Europea o Naciones Unidas.

El impulso a la globalización y al aperturismo comercial hizo que numerosos países en desarrollo comenzaran a recibir la implantación de fábricas de empresas extranjeras, que se veían atraídas por sus bajos costes, sus regulaciones laxas y, especialmente, su mano de obra barata. Así, empresas de países desarrollados comenzaron a recurrir al offshoring (deslocalización) y al outsourcing (subcontrata) de sus procesos de producción.

A pesar de que el impacto de este modelo en términos de derechos humanos o ambientales se presta a discusión (y es que crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo), en términos generales, esto se tradujo en puestos de trabajo y en un rápido aumento de los niveles de vida en países en desarrollo, que vieron acelerado su proceso de industrialización.

Los cambios que se avecinan

Sin embargo, el mundo de la manufactura está experimentando transformaciones radicales. La implementación de robots industriales está variando la importancia de los factores productivos, reduciendo la importancia de grandes cantidades de mano de obra poco cualificada, cambiando la naturaleza de los perfiles profesionales requeridos y aumentando la importancia de otros factores, como la buena infraestructura tecnológica, la conectividad, o la proximidad al cliente final.

Existen numerosos estudios que analizan los impactos que la automatización podría tener en la pérdida de puestos de trabajo (el más famoso, desarrollado por Frey y Osborne (2017)). Sin embargo, a menudo se olvida reflexionar sobre el impacto de la automatización en los países en desarrollo más allá del derivado de la automatización directa de las fábricas que allí se encuentran. Esto es lo que he venido en denominar la automatización exógena: el impacto que la automatización que sucede en un País A puede tener en un País B (en este caso, cómo afectará la robotización de los países del Norte a la destrucción de empleo en los países del Sur).

La pregunta que se plantea es por tanto si la automatización de la producción de manufactura afectará sustancialmente a las decisiones de ubicación de la producción global. Si la robotización reduce la necesidad de mano de obra barata ¿seguirán recurriendo las empresas a la deslocalización y subcontrata en países en vías de desarrollo? De no ser así, el actual modelo de desarrollo a través de la exportación de manufactura, expuesto anteriormente, podría estar en peligro.

Más allá de casos de estudio, la evidencia empírica parece confirmar esta tendencia:

  • Las industrias en economías desarrolladas que incorporan más robots industriales experimentan un menor crecimiento de la deslocalización. Según Backer y al. (2018), un crecimiento del 10% en el stock de robots en países desarrollados reduce en un -0.54% la deslocalización. Ernst y Weber (2018) concluyen que el aumento de robots en los países desarrollados entre 2005 y 2014 llevó a una reducción en la deslocalización de casi -0.7%. Kinkel, Jager y Zanker (2015) encuentran igualmente que las empresas europeas que utilizan robots industriales en sus procesos de fabricación son menos propensas a producir fuera de Europa.
  • La robotización en los países de altos ingresos también afecta a la inversión extranjera directa (FDI). Según Hallward-Driemeier y Nayyar (2019), la robotización provoca un crecimiento de la inversión extranjera directa de países de altos ingresos hacia países de ingresos bajos/medios. Sin embargo, cuando la robotización excede un cierto umbral, el aumento elevado de la robotización en países de altos ingresos tiene un impacto negativo en la inversión extranjera directa.
  • Por último, la robotización parece reducir las exportaciones netas de los países en desarrollo. Artuc, Bastos y Rijkers (2018) encuentran que la robotización en el Norte aumenta las importaciones procedentes de países no pertenecientes a la OCDE, pero causa a su vez un aumento aún mayor en las exportaciones hacia estos países. Como consecuencia, las exportaciones netas de los países del Sur disminuyen significativamente.

A pesar de esto, debe destacarse que las tendencias actuales de deslocalización siguen creciendo, y que no se ha constatado una repatriación en masa de fábricas ya implementadas en el extranjero (re-shoring).

Una mirada más allá de la manufactura

¿Qué podemos concluir de estos análisis? En primer lugar, debe aclararse que los efectos señalados no implican la desaparición del atractivo de las economías emergentes como lugar de producción: como se ha puesto de manifiesto, el fenómeno de la deslocalización todavía sigue teniendo gran importancia. Además, el atractivo de producir en estas economías no reside únicamente en sus bajos costes laborales, sino también en sus tendencias demográficas en expansión y en su mercado de consumidores creciente: según estimaciones de Mckinsey Global Institute, los mercados emergentes serán el destino del 65% de los productos manufacturados del mundo para 2025.

mujer oficina automatización servicios

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que la digitalización de la economía está aumentando la importancia del sector servicios y su capacidad de intercambio y deslocalización. Este sector, antaño identificado con el comercio, la hostelería, el turismo y profesiones poco deslocalizables (profesores, abogados, barberos), está cambiando gracias a la provisión de servicios de manera digital. Como muestran Ghani y al. (2010), el sur de Asia ha experimentado un notable crecimiento liderado por la exportación de servicios en las últimas dos décadas. Este sector representa más del 50% del PIB en India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka y casi el 50% en Nepal.

Los autores encuentran una relación entre el crecimiento del sector servicios y aumentos en la productividad, una correlación entre el crecimiento en el sector servicios y la reducción de la pobreza, y, finalmente, constatan que el sector servicios ha creado la mayor cantidad de empleos en el sur de Asia durante la última década, y que en muchos casos estos trabajos han experimentado un alto crecimiento salarial. Esto concedería al sector servicios una serie de características pro-desarrollo de las que carecía en el pasado.

En principio, existiría una importante limitación: los requisitos de habilidades en el sector servicios son más altos que en la manufactura, por lo que es difícil que los servicios consigan absorber tantos trabajadores no cualificados. En este sentido, las inversiones en educación serán extremadamente importantes para que los países puedan beneficiarse de un modelo de desarrollo basado en la exportación de servicios, al igual que las inversiones en conectividad, accesibilidad y alfabetización digital. A este respecto, cabe destacar sin embargo que Eichengreen y Gupta (2011) encuentran que la proporción de mano de obra cualificada y no cualificada en los dos sectores se está volviendo cada vez más similar.

Es demasiado pronto para afirmar que el modelo de desarrollo a través de la manufactura está agotado: los patrones de deslocalización siguen aumentando y las características demográficas de los mercados emergentes hacen que estos continúen teniendo atractivo para la localización de la producción. Sin embargo, todos estos indicadores muestran que las economías de los países en vías de desarrollo deben prepararse para cambios que podrían afectar a su modelo de desarrollo basado en la exportación de manufacturas, y que deberán construir nuevas ventajas competitivas en la era de la Industria 4.0. La magnitud de la disrupción estará relacionada, en gran medida, con la velocidad a la que se desarrollen y adopten las nuevas tecnologías en los países desarrollados.


Este artículo no contiene, por desgracia, un manual para conseguir el desarrollo económico de un país. De hecho, las dificultades para replicar el milagro de los Cuatro tigres asiáticos demuestran que, en realidad, nunca existió uno. Sin embargo, sí lanza una reflexión, importante y olvidada, sobre los cambios que se avecinan. Agárrense, países y agencias de desarrollo, que vienen curvas.

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Autor / Autora
Graduada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III, con estancias en la Universidad de Berkeley y la Universidad Panthéon-Assas, trabaja actualmente en la OCDE en el ámbito de la fiscalidad y el desarrollo económico. Recientemente ha finalizado el Máster Universitario en Análisis del Entorno Económico de la UOC y quiere explorar ámbitos de especialización relacionados con las políticas públicas y la cooperación internacional.
Comentarios
Elvirio20 septiembre, 2021 a las 12:59 am

Extremadamente interesante. Felicitaciones.

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