El impacto humanitario de la guerra en las ciudades

12 septiembre, 2023
Guerra urbana Foto de WiR Pixs en Pixabay

Hasta el siglo xx, la guerra urbana, tal como la conocemos hoy, era una práctica poco común. Cobró verdadera importancia en la década de 1930, durante la Guerra Civil española y la guerra sino-japonesa y, más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces las tácticas de la guerra urbana apenas han cambiado. El campo de batalla ha pasado a ser el propio tejido urbano. Los edificios se convierten en búnkeres, las alcantarillas en rutas de comunicación, y las hostilidades se desarrollan a corta distancia. En las últimas décadas, este fenómeno se ha intensificado, cada vez es más frecuente que los conflictos armados se desarrollen en espacios urbanos. Algunos tristes ejemplos los encontramos en Irak, Siria o, actualmente, en el conflicto de Ucrania, en el que decenas de ciudades están siendo devastadas.

En las guerras que se desarrollan en entornos urbanos el número de civiles muertos y heridos supera ampliamente al que se produce en el combate en campo abierto. Las personas pierden sus viviendas y se ven forzadas a desplazarse. La infraestructura crítica de la que dependen las comunidades sufre daños y destrucción, por lo que se interrumpe el suministro de electricidad y agua, la asistencia sanitaria, la educación y otros servicios esenciales para la supervivencia de la población civil. También hay que tener en cuenta que los diferentes servicios urbanos funcionan juntos, son interdependientes, lo que aumenta su vulnerabilidad; porque las medidas aisladas resultan insuficientes para reparar o mantener su funcionamiento, pues exigen una respuesta sistémica, un enfoque holístico.  

En el entorno urbano es frecuente el ataque de objetivos militares con armas que resultan inadecuadas para ese contexto debido a sus efectos indiscriminados. Si bien no existe en los tratados una prohibición explícita con respecto a las armas explosivas, no cabe duda de que su uso en zonas densamente pobladas es algo problemático. Las bombas, la artillería, el mortero y otras armas con alto grado de dispersión hace altamente improbable que puedan utilizarse de manera compatible con el derecho internacional humanitario debido a que, en la mayor parte de los casos, no pueden dirigirse con precisión a objetivos militares. De ahí que, aunque su uso contra un objetivo militar pueda ser legítimo, se considere que su utilización en el entorno urbano resulta desproporcionada en relación a la ventaja militar concreta que proporcionan.

Cuando cesa el combate, la presencia de artefactos sin estallar y de otros restos explosivos de guerra retrasa la reconstrucción, prolonga el sufrimiento y dificulta el regreso de las personas. Y más allá de las lesiones físicas y la muerte, la intensidad y la cercanía de la guerra urbana tienen consecuencias psicológicas reales y duraderas para la población.

Retos de las organizaciones humanitarias

Para las organizaciones humanitarias, el primer problema que se presenta es obtener acceso a las personas que se hallan en las ciudades, con frecuencia sitiadas, para proporcionarles socorros o para posibilitar su evacuación. Además de las múltiples dificultades para el acceso, las organizaciones también afrontan dificultades con la aceptación de su misión humanitaria: tienen que negociar con las partes en el conflicto, que a menudo usan el agua, los alimentos y el suministro eléctrico como moneda de cambio para presionar a sus oponentes. 

En este contexto, resulta más pertinente que nunca que las partes en conflicto apliquen las normas del derecho internacional humanitario, también denominado derecho internacional de los conflictos armados. Normas que regulan la protección de las víctimas de la guerra y la forma en que han de conducirse las hostilidades, con la finalidad de proteger a la población civil y a las personas que no participan, o que han dejado de participar, en las hostilidades; protegiendo también a los combatientes de sufrimientos innecesarios.

Para los jefes y comandantes militares que participan en la conducción de hostilidades en entornos urbanos, la coexistencia entre militares y civiles —y entre objetivos militares y bienes de carácter civil— plantea grandes dificultades a la hora de cumplir las normas del derecho internacional humanitario, tanto para alcanzar objetivos militares como para minimizar los daños civiles. En un entorno de responsabilidad y toma de decisiones delegadas, es fundamental que los jefes militares de todos los niveles sepan cómo se aplican los principios del derecho internacional humanitario en la práctica y qué significan para la protección de los civiles en la conducción de las operaciones urbanas. 

Los tres principios generales que se han de tener especialmente en cuenta en la conducción de las hostilidades en entornos urbanos son:

  1. Distinción: Solo pueden ser atacados los objetivos militares.

  2. Proporcionalidad: Prohibición de ataques que causen daños incidentales desproporcionados en relación con la ventaja militar que se pretenda obtener.

  3. Precaución: Las operaciones militares se realizarán con un cuidado constante de preservar a la población civil, a las personas civiles y a los bienes de carácter civil.

Es fundamental que la población tenga una formación adecuada sobre todas estas cuestiones para analizar, con criterio, la realidad de los conflictos armados actuales. A este objetivo responde el máster universitario de Derechos Humanos, Democracia y Globalización que pone en marcha la UOC, en colaboración con Cruz Roja, entre cuyos fines institucionales se encuentra la enseñanza y difusión del derecho internacional humanitario.

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Autor / Autora
Joaquín López es Secretario Técnico Centro de Estudios de Derecho Internacional Humanitario de Cruz Roja Española. 
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