Inteligencia artificial e inteligencia emocional: intentando atar cabos

02/07/2025
IA_IE Intel·ligència artificial i intel·ligència emocional

En las últimas semanas, he recibido diferentes comentarios alrededor de estos dos conceptos que me han hecho pararme a reflexionar desde la visión de una persona trabajadora, profesional del binomio formación y trabajo, y no desde una perspectiva académica o científica, lo cual espero que me disculpéis.

Nuestro compañero Josep Lladós, en el artículo titulado Trabajo humano e inteligencia artificial: el desafío de la complementariedad, publicado en el último número de la revista Oikonomics, nos comenta que una de las piedras angulares en la implantación de la IA será la complementariedad en su uso en los puestos de trabajo, es decir, la inteligencia aumentada. Esta aplicación de la IA es bastante tradicional: aumenta nuestra capacidad haciéndonos más rápidos, multiplicando la potencia y calidad de nuestros sentidos…, en definitiva, nos permite y nos permitirá trabajar con más calidad.

Ahora bien, sea cual sea el motivo último o la razón de ser de la IA más allá de un legítimo interés capitalista, porque nadie dice que, si trabajamos con más calidad, trabajaremos menos horas y cobraremos lo mismo, sí me pregunto dónde estará o sobre quién recaerá la responsabilidad de que nuestros puestos de trabajo incorporen la IA de una forma eficiente y, por tanto, aporten más valor a las organizaciones con las que nos une una relación laboral. ¿En el trabajador?, ¿en la organización?, ¿será compartida? Si es así, ¿compartiremos beneficios y costes? A pesar de que esta dualidad puede parecer artificial, y me parece evidente que ambos niveles se retroalimentan, pienso que será más fácil pensarlo por partes.

Desde el punto de vista individual: El compañero Lladós habla en su artículo de nuevas habilidades profesionales, y podemos intuir que el reto al que deberemos hacer frente se manifestará en diferentes niveles de exigencia de la persona trabajadora, que irán desde un nivel muy básico de aprender a usar la IA como una herramienta más, integrada en unos procesos determinados (ya nos dirán en qué y cómo), a niveles más exigentes, como ser capaces de divisar una oportunidad de mejora al aplicar la IA, a pesar de que necesitemos el apoyo o el acompañamiento de los técnicos para ayudarnos a hacerlo posible o ser capaces, de forma casi autónoma, de rediseñar nuestro propio puesto de trabajo incorporando la IA a nuestras tareas o funciones. Queda claro que todo esto dependerá, entre otras variables, de la complejidad y el nivel de tecnificación de nuestro puesto de trabajo, pero pienso que también de otras variables.

Desde el punto de vista de la organización: Desde un punto de vista operativo, la IA es una herramienta de trabajo más y, por tanto, será obligación de la organización poner a disposición de las personas trabajadoras los medios técnicos, las oportunidades de formación y el soporte y acompañamiento necesarios para su implantación. Además, desde un punto de vista estratégico, habrá que impulsar y hacer posible la necesaria transformación de los puestos de trabajo para poder responder a las nuevas necesidades de los mercados. Hasta aquí nada que decir.

Pero, volviendo al punto de vista individual, aquí es donde se me plantea otra inquietud: ¿cuáles serán estas nuevas habilidades, transversales y más complejas, sin duda, que tienen que facilitar los cambios? ¿Ser capaces de identificar las áreas de mejora (razonamiento crítico, orientación a resultados…) e implementarlas, por ejemplo? ¿Contendrán elementos tanto cognitivos como técnicos? ¿Cómo podremos entrenarlas? De momento, solo son preguntas.

Pero, incluso siendo capaces de responder a las preguntas anteriores, ¿será suficiente o necesitaremos también de otro tipo de inteligencia, la emocional, que se convierta en el elemento impulsor del cambio a escala individual?

Hace pocas semanas tuve ocasión de completar el nivel avanzado del curso de la UOC Skills Lab de inteligencia emocional (refresquemos: definimos inteligencia emocional como la capacidad para reconocer, comprender y gestionar las propias emociones y las de los demás), y seguramente el apartado que más me interesó y me hizo reflexionar fue el que vincula IE con creatividad e innovación.

La investigación está demostrando la estrecha relación entre la IE y algunas habilidades que parecen muy críticas para la implantación de la IA, como, por ejemplo:

  • La flexibilidad, apertura de mente.
  • Adaptación al cambio: según el Barómetro de Competencias y Ocupaciones de Cataluña, la competencia transversal más demandada en Cataluña.
  • La gestión del estrés.
  • El trabajo en equipo y la comunicación interpersonal.
  • La resiliencia y la gestión de la frustración y del fracaso.

A las que yo, atrevidamente, añadiría:

  • Autoconfianza para sentirnos capaces de hacerlo materialmente, de reconocer de forma asertiva y valorar positivamente nuestros activos y también de aceptar con neutralidad nuestras limitaciones a la hora de tomar decisiones, de tomar la iniciativa y de expresar nuestras opiniones.
  • Iniciativa, que hace referencia a la predisposición a actuar proactivamente no solo ante las dificultades presentes, sino anticipando las futuras, impulsando mejoras en los procesos.

Sin embargo, incluso incorporando también estas dos a nuestro portafolios de habilidades personales e interpersonales, a lo mejor estaríamos en disposición de tener la mente muy abierta, de ser críticos y exigentes con nuestro propio trabajo para identificar las oportunidades de mejora e incluso de ser capaces (de forma autónoma o con el apoyo de la organización) de incorporar la IA. Pero ¿lo haríamos? O, dicho de otro modo, ¿querríamos hacerlo? ¿Qué nos movería a hacerlo? ¿Una motivación personal (orientación a la calidad, al éxito…), una exigencia del entorno inmediato (un objetivo profesional, por ejemplo), un incentivo externo en forma de reconocimiento dentro de la organización? Seguramente, cada uno de nosotros daría una respuesta personal y única combinando de forma diferente estas variables o añadiendo alguna otra más.

Que ocurra dependerá, en última instancia, de la persona trabajadora, tanto si es consciente como si no de las posibles (y quizá graves) consecuencias que puede acarrearle su dificultad para adaptarse al nuevo escenario. Merecería la pena tenerlo en cuenta a la hora de diseñar las estrategias de implantación de la IA en nuestras organizaciones y pensar también en fortalecer o mejorar otros aspectos que acaban explicando cómo nos comportamos las personas en nuestros puestos de trabajo. ¡Fácil de decir y muy complejo de hacer!

 

(Visited 6 times, 1 visits today)
Autor / Autora
Profesora coordinadora de las asignaturas de prácticas de los programas oficiales de Grado y Máster de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya UOC. Además, es experta en el desarrollo de talento y la empleabilidad a través del aprendizaje formal y no formal.
Comentarios
Deja un comentario