Avance tecnológico y bien común

30 noviembre, 2015

TURISME – Artículo publicado en El Periódico, a martes 17 de Noviembre de 2015


Sabemos el alcance de los beneficios de las TIC, pero no el modelo de sociedad al que conducen


Robert Skidelsky es autor de una imprescindible biografía de John Maynard Keynes (RBA, 2013) para aquellos que quieran no solo conocer las bases de las teorías de uno de los principales economistas de la historia sino también introducirse en los entresijos de su compleja personalidad. Este biógrafo escribió en el 2012, junto con su hijo Edward Skidelsky, el ensayo ¿Cuánto es suficiente?(Editorial Crítica), en el que planteaba una reflexión sobre la cantidad de dinero necesaria para que un ciudadano pueda llevar una vida digna. Una reflexión actual y vinculada al debate sobre el incremento de los niveles de desigualdad en las sociedades occidentales. En este libro, los autores hacen referencia a un breve ensayo de Keynes de 1930 (Las posibilidades económicas de nuestros nietos) donde este defendía, en un sano ejercicio de prospección, que la mejora espectacular de la productividad que facilitaba el progreso tecnológico permitiría reducir el número de horas (a unas 15 a la semana) que las personas deberían dedicar al trabajo. Con una visión optimista basada en el triunfo de la racionalidad, Keynes describía una tendencia: las personas necesitarían trabajar cada vez menos para satisfacer sus necesidades, «hasta el punto de que no tendrían apenas que trabajar».

Estas predicciones se acompañaban de la reflexión sobre cómo las personas iban a emplear el tiempo que se las liberaba del trabajo, es decir, sobre un tiempo de ocio que habría que dedicar a «vivir bien, sabiamente y de forma agradable». La futurista visión de Keynessituaba en el 2030 este idílico escenario que proporcionaban la ciencia, la tecnología y los avances sociales. A unos 15 años de la fecha señalada, Robert y Edward Skidelsky identifican evidencias que muestran que la profecía de Keynes no se va a cumplir.

Efectivamente, a lo largo del siglo XX la tecnología facilitó crecimientos muy significativos de la productividad. Y en la segunda mitad de ese siglo se consolidó en diversas áreas de Europa la denominada sociedad del bienestar, hoy en cuestión, que traduce en mayor calidad de vida para sus ciudadanos la combinación de la mejora del entorno económico general y las conquistas sociales. En este contexto, se reinventa el concepto de ocio, por ejemplo, con el naciente turismo de masas, derivado, entre otros aspectos, de la introducción de las vacaciones pagadas, que llenaron de turistas del centro y el norte de Europa las costas del mediterráneo.

El siglo XXI nos está introduciendo en una nueva dimensión. Las innovaciones tecnológicas siguen avanzando imparables, anunciando la inminencia de fenómenos que van a cambiar la sociedad de forma radical: internet de las cosas, coches que circulan sin conductor, robots que sustituyen eficientemente la mano de obra humana, impresoras 3D, inteligencia artificial que simplificará también los trabajos de mayor valor añadido, big data… Se pueden describir las tendencias tecnológicas que en los próximos años transformarán los sectores más diversos: desde la salud a la industria, pasando por la educación.

Pero cada vez existen más dudas sobre el modelo de sociedad que surge en este nuevo entorno: su estructura, su organización y el modelo económico que regule el reparto de la riqueza. Se incrementa la productividad, pero las experiencias para reducir el tiempo dedicado al trabajo en la línea que apuntaba Keynes -como la fracasada implantación de la semana laboral de 35 horas en Francia en la primera década de este siglo- no se consolidan. Es más, en algunos aspectos parece que se camina en sentido contrario al requerido en sociedades avanzadas, como muestran en nuestro país las catastróficas cifras de paro y los continuos mensajes amenazadores sobre la viabilidad del sistema de pensiones.

Las nuevas realidades que surgen en este escenario, marcado por la complejidad que generan fenómenos como la globalización, se observan con diversidad de criterios, como sugieren, a modo de ejemplo, los casos de Uber y Airbnb. Para unos son muestra del éxito de la economía colaborativa basada en la aplicación de la tecnología en un sector tradicional para su transformación, generando nuevos modelos de negocio y crecimiento económico; una evidencia de, a pesar de las dificultades, la capacidad de adaptación del capitalismo a las nuevas realidades. Para otros suponen un claro riesgo de desregulación de un sector y una posible incentivación de la economía sumergida, la expatriación de los beneficios de una actividad, el incremento de la precariedad laboral y la vulneración de los derechos de los consumidores.

Visiones contradictorias sobre una misma realidad en un debate que supera ampliamente el ámbito tecnológico o de la generación de modelos de negocio para situarse, ya en la perspectiva del 2030, en el modelo de sociedad y el interés del bien común que debería regularlo.

                                                                   Puedes leer el artículo completo aquí: El Periódico

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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Investigador del grupo de investigación en Turismo de la UOC, NOUTUR. Director de Oikonomics, Revista de Economía, Empresa i Sociedad de la UOC. Autor del libro “Turismo justo, globalización y TIC” (2009) y, con Luis de Borja, “El nuevo paradigma de la intermediación turística” (2009).
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