La crisis urbana como crisis de la “no-ciudad” | Revolución urbana y derechos ciudadanos. Conclusiones. (Parte 3)

14 noviembre, 2013

Revolución urbana y derechos ciudadanos. Conclusiones generales. (III)

Esta es una serie de artículos en los que Jordi Borja aborda las conclusiones generales de su libro Revolución urbana y derechos ciudadanos, Alianza Editorial, 2013.

3. La crisis urbana como crisis de la “no-ciudad”.

La llamada crisis urbana, como hemos visto, es la crisis de los procesos de urbanización de las regiones metropolitanas y de la transformación excluyente de las áreas centrales de la ciudad. Estas dinámicas se han dado siempre en la ciudad capitalista sin embargo en las últimas décadas se han dado tres cambios importantes. En primer lugar la financiarización del desarrollo urbano ha contaminado al conjunto de la sociedad. La famosa distinción entre capitalismo productivo o especulativo (parásito o “fainéant” en la parábola de Saint Simon) ahora es más confusa. Una parte importante de los capitalistas productivos participan también de la especulación [5]. Una participación, directa o indirecta, se ha extendido a la sociedad: la compra de apartamentos o parcelas o de “productos financieros” alcanza incluso a poblaciones de bajos ingresos pues si sus ahorros son escasos las hipotecas son barata. En segundo lugar se ha difundido un conjunto de falsas creencias alimentadas por lideres políticos y económicos y los grandes medios de comunicación (véanse los suplementos de “propiedades”, “inmobiliarios” o en América latina “countries”. “El endeudamiento no tiene importancia” declaró el vicepresidente Cheney que acompañó a Bush II en su presidencia. La creencia que el bien inmobiliario o el suelo solo puede aumentar ha sido compartida por la gran mayoría de la población. Se ha estimulado mediante engaños (la letra pequeña de los contratos) a sectores poco solventes para que participaran en la pirámide inmobiliaria. Los expertos, e incluso los medios académicos, han legitimado un lenguaje tramposo que ha contribuido a crear el ambiente propicio a una carrera hacia el precipicio de muchos y al dinero fácil de unos pocos. Y en tercer lugar la dimisión de los gobiernos nacionales, los organismos internacionales y los bancos centrales de su función reguladora. Se ha impuesto, en nombre del neoliberalismo, una desregulación generalizada que ha impedido incluso reaccionar mediante políticas anticíclicas al desarrollo salvaje de la urbanización. Especialmente significativo ha sido la degeneración de las cúpulas políticas de la socialdemocracia que se han convertido en cómplices activos del proceso urbanizador, que han asumido los valores de la derecha más reaccionaria para justificarlo (el discurso securitario, la individualización de la sociedad, el hacer a todo el mundo propietarios, etc.). El resultado ha sido que cuando estalla la crisis ha estallado en el escenario político (institucional) no ha habido ni capacidad crítica, ni propuestas alternativas.

Hay que reconocer también que el marxismo, que podemos considerar la teoría crítica sobre la sociedad y la economía capitalistas, más influyente en el último siglo, se ha centrado principalmente en la acumulación de capital en el proceso de la producción industrial, ha prestado menos atención a los procesos de circulación del capital y ha considerado la temática urbana como un resultado de procesos ajenos a la misma. Evidentemente ha habido numerosas excepciones en el ámbito intelectual, pero la “cuestión urbana” (como titulaba Manuel Castells su libro teórico de orientación marxista) ha sido considerada secundaria por parte de las organizaciones políticas que se reclamaban del marxismo. Sin embargo el mismo Marx, en El Manifiesto (con Engels) y especialmente en El Capital apunta conceptos muy útiles aplicables a la ciudad  como la contradicción entre la ciudad como ámbito de cooperación entre las clases sociales y como lugar de acumulación y de explotación mediante la apropiación capitalista de la plusvalíaAsí mismo sienta las bases del salario indirecto (ciudadano) como base de la reproducción social y de la desposesión a partir del concepto de alienación a la vez psicológica y material.

El análisis expuesto hasta ahora pretende demostrar que la “ciudad” actual es un territorio específico y fundamental de la lucha de clases. El hecho de que la estructura social se haya diferenciado respecto a la sociedad industrial constituida a lo largo del siglo XIX y mitad del XX y que el conflicto social anticapitalista sea hoy, potencialmente, tan o más importante de la que se pueda dar en los lugares de trabajo, no significa que no sea lucha de clases. Recordemos la afirmación contundente y premonitaria de Henry Lefebvre: “La revolución será urbana o no será”.

[5] En el texto autobiográfico que acompaña a éste trabajo refiero como en 1979, poco antes de las primeras elecciones locales democráticas, tuve un encuentro con los directivos del Círculo de Economía. Defendí entonces la conveniencia de concertar un proyecto de ciudad de las izquierdas con la “burguesía productiva” y lo definí como una “alianza saintsimoniana”. El presidente, Mas Cantí, me dijo que si no fuera que el PSUC se definía como comunista  la mitad del comité directivo podría votar por él. Hoy no creo que pudiera repetirse esta situación.

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Autor / Autora
Jordi Borja Sebastià
Profesor Emérito y Presidente del Comite Académico del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona y Geógrafo urbanista por la Université de Paris-Sorbonne. Ha ocupado cargos directivos en el Ayuntamiento de Barcelona y participado en la elaboración de planes y proyectos de desarrollo urbano de varias ciudades europeas y latinoamericanas. Fue Presidente del Observatorio DESC (derechos económicos, sociales y culturales). Website
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