Margarita Triguero-Mas: «Hay que empezar a hablar de ‘ciudades saludables, sostenibles y justas’ para frenar el impacto desestabilizador de la crisis ambiental planetaria»

28/02/2024
Margarita Triguero-Mas, investigadora Ramón y Cajal en el área de Salud Planetaria de la UOC y profesora colaboradora del máster universitario de Salud Planetaria (interuniversitario: UOC, UPF, ISGlobal). Margarita Triguero-Mas, investigadora Ramón y Cajal en el área de Salud Planetaria de la UOC.

En el contexto del impacto que los factores medioambientales tienen sobre la salud humana, cobra cada vez más relevancia el análisis de aspectos como la relación entre la naturaleza y la salud mental o el nexo que existe entre los espacios naturales y la equidad de la población. Estas son algunas de las líneas en las que está trabajando Margarita Triguero-Mas, especialista en medio ambiente y salud pública, investigadora Ramón y Cajal en el área de Salud Planetaria de la UOC y profesora colaboradora del máster universitario de Salud Planetaria (interuniversitario: UOC, UPF, ISGlobal). De estas cuestiones, así como de los principales retos a los que se enfrenta el ámbito de la salud planetaria y de su experiencia como docente e investigadora de la UOC, nos habla en esta entrevista. 

¿Cómo surgió tu interés por el ámbito de la salud planetaria y por la relación entre la naturaleza y la salud humana? 

Creo que mi conexión con la naturaleza viene del contacto con las mascotas y la televisión. Cuando era pequeña me encantaba ir a casa de mis abuelos maternos para jugar con los perros y gatos que tenían. Acompañaba a mi abuela a visitar a sus amigas, recorriendo los caminos tradicionales que unen las masías del pueblo; y pasaba tiempo con mi abuelo entre vacas, cerdos, conejos… Con mis otros abuelos iba a regar el huerto y elegía qué zanahoria iba a ser mi merienda.

Todas estas experiencias hicieron que me fascinase la serie de dibujos animados “Mofli, el último koala” ambientada en un futuro cercano donde solo quedaba un koala. Creo que a partir de esa serie me empezó a preocupar la conservación del medio ambiente, interés que más tarde se incrementó con los programas centrados en el ambientalismo cotidiano, como Les aventures del Capità Enciam.

¿Consideras que existe el suficiente conocimiento (y concienciación) entre la población sobre el impacto en la salud de factores como la contaminación, o aún hay mucho por hacer en este sentido?

Parece que estamos viviendo un momento de notable división social respecto a la conciencia ambiental. Por una parte, desde 2017 se ha empezado a hablar de la “ecoansiedad”, y en los últimos años hemos visto cómo cada vez más personas temen los impactos de la crisis ambiental planetaria sobre su salud y la de las personas de su entorno.

Por otra, en los últimos 25 años, las cuestiones ambientales han ido apoderándose progresivamente de los principales puntos de los discursos políticos. Sin embargo, aún hay un porcentaje destacable de población que no es consciente de la evidencia científica sobre los impactos en la salud humana de la crisis ambiental planetaria (o directamente la niega), e incluso apoya discursos y políticas que van en detrimento de la protección del entorno y del planeta.

En los últimos años hemos visto cómo cada vez más personas temen los impactos de la crisis ambiental planetaria sobre su salud y la de las personas de su entorno.

Hasta hace relativamente poco la salud planetaria era una disciplina poco conocida. ¿Crees que la pandemia ha servido para darle visibilidad y poner de relieve su importancia?

Sí, creo que la pandemia de COVID-19 ayudó a avanzar en la promoción de la salud planetaria en dos líneas: por un lado, desde el principio se habló de la alta posibilidad de que el virus del COVID-19 hubiese llegado a los humanos a través de una especie animal salvaje, y cómo el contacto con estas especies había aumentado en los últimos años a causa de los procesos de deforestación.

Por otro lado, durante la pandemia hubo un aumento de la apreciación y el uso de espacios naturales exteriores y, también, de la vegetación en el interior de las casas.

Estos hechos se han unido a la falta de acción internacional y a los informes sobre el estado del clima y la biodiversidad progresivamente más negativos, lo que ha evidenciado la importancia de hablar y enfocar los temas de salud con el enfoque de salud planetaria.

Naturaleza y salud mental

En el marco de la pandemia, participaste en un estudio sobre los beneficios del contacto con espacios verdes en la salud mental durante el confinamiento. ¿Cuáles son las evidencias más significativas respecto a este nexo? 

Este estudio, que lideramos junto con Ana Isabel Ribeiro, del Instituto de Salud Pública de la Universidad de Porto (Portugal) y Francesc Baró, de la Universidad Vrije de Bruselas (Bélgica), incluía datos de salud mental autopercibida y contacto con la naturaleza durante el confinamiento en Portugal y España. 

Encontramos que, en Portugal, ver naturaleza desde casa se relacionaba con valores menores de salud mental autopercibida, de somatización y de estrés. Además, en este país, visitar espacios públicos naturales se asociaba con valores más bajos de estrés. En cambio, en España, visitar espacios verdes comunitarios privados (como huertos) se relacionaba con valores menores de somatización y, en paralelo, disfrutar de ver y cuidar plantas de interior se asociaba a valores menores de estrés. 

Estos datos son especialmente interesantes porque muestran cómo en países donde el confinamiento fue especialmente estricto —como en España— los espacios interiores y privados tuvieron un rol beneficioso para la salud mental. 

Para “no iniciados”, ¿qué es la gentrificación verde? ¿Cuáles son los principales factores implicados en esta situación?

Es el proceso por el que la mejora o creación de espacios naturales (como el acceso a ríos o la playa, o la creación de nuevos parques urbanos), juntamente con ciertas políticas y agendas político-económicas, lleva a la exclusión sociocultural y física (y también la expulsión) de las personas desfavorecidas socioeconómicamente residentes en un barrio. 

Si en un barrio con un elevado porcentaje de población con un nivel de ingresos bajo y/o un alto porcentaje de personas pertenecientes a un grupo racial o étnico minoritario y marginalizado se crea un gran parque urbano, puede incrementarse el atractivo del barrio y hacer que promotores empiecen a renovar y construir nuevos edificios, propiciando así el deseo de personas de nivel socioeconómico más alto de trasladarse a esa zona. Esto, a su vez, favorece el aumento de los precios de alquiler y de los impuestos de propiedad de las viviendas del barrio. 

El hecho de que personas de nivel socioeconómico más alto se muden al barrio tiende también a producir un cambio en el tipo de tiendas y de productos disponibles, incrementando el coste de vida y modificando la atmosfera social.

En consecuencia, las personas que tradicionalmente vivían en ese barrio van sintiendo que su estilo de vida cada vez es menos aceptado y más difícil de mantener, y pueden terminar siendo incapaces de asumir los costes asociados a vivir en el barrio y verse obligadas a mudarse.

Existe también lo que se conoce como gentrificación climática —la que en vez de asociarse a parques, estaría vinculada a intervenciones para la adaptación al cambio climático— y, de manera más general, la gentrificación ambiental, un término que, por ejemplo, puede englobar tanto los procesos de gentrificación asociados a parques como vías ciclistas.

Creo que la pandemia de COVID-19 ayudó a avanzar en la promoción de la salud planetaria.

¿Cuáles serían, en tu opinión, las medidas más efectivas para frenar la gentrificación verde?

La definición misma de gentrificación verde indica que deben darse ciertas políticas para que esta se produzca. Como parte de mi investigación previa a mi adhesión a la UOC, participé en la identificación de qué políticas se están utilizando en distintas ciudades para evitar la gentrificación verde en Europa y Norteamérica, y en este sentido, son de especial relevancia, por ejemplo, las de control de los precios de alquiler o la obligación de construir cierto porcentaje de vivienda social en cualquier nuevo proyecto. 

Sostenibilidad e inequidad

¿Hay o pueden producirse otras formas de inequidad o “efectos adversosasociados a las iniciativas de sostenibilidad en las ciudades?

Sí, evidentemente. Por ejemplo, políticas como el pago de un peaje para acceder a una ciudad con un coche privado suele ser igual para toda la población, pero genera una inequidad, ya que para las personas con menos recursos, ese pago supone un esfuerzo mucho mayor que para aquellas en mejor situación económica. En esta línea, a mí particularmente me gusta más enfocarme en políticas como la gratuidad y la mejora de la frecuencia, velocidad, variabilidad y puntualidad del transporte público y los carriles bici, por ejemplo.

¿Cuáles crees que son las “asignaturas pendientes” para conseguir que las ciudades sean más habitables, sostenibles y resilientes?

Me preocupa especialmente cómo mover el foco del concepto de “ciudades saludables” hacia el de “ciudades saludables, sostenibles y justas”, para frenar la desestabilización del sistema tierra a la que nos estamos acercando con las alteraciones del clima, la disminución de la biodiversidad, etc.

En esta dirección he liderado algún trabajo de reflexión sobre la importancia de que los entornos urbanos promuevan el máximo estado de salud para la población (y especialmente para las personas más desfavorecidas), y que lo hagan reconociendo todas las esferas (productiva, reproductiva, personal y política) así como la conexión con los animales y con el ecosistema. 

Creo que uno de los grandes retos en este sentido es el desarrollo de enfoques y métodos de trabajo transdisciplinario, desde el ámbito político, educativo e investigador, algo que es aún complicado de hacer debido a las actuales estructuras institucionales y de financiación. 

Es importante que los entornos urbanos promuevan el máximo estado de salud para la población y que lo hagan reconociendo todas las esferas (productiva, reproductiva, personal y política) así como la conexión con los animales y con el ecosistema. 

¿Cómo describirías tu experiencia como investigadora y docente de la UOC?

Valoro mucho la apuesta de la UOC por escuchar a los investigadores e intentar ofrecernos condiciones más estables y coherentes con el coste de vida de Barcelona ciudad. Además, el hecho de que la docencia sea en línea hace que sea más fácil compatibilizar las tareas de investigación. Para mí, estas son dos de las razones principales que muestran el potencial de la UOC para expandir su investigación. 

El grupo de investigación de Salud Planetaria, del que formo parte, es estupendo tanto a nivel humano como científico. Está reconocido internacionalmente como pionero en la docencia e investigación en esta área y estoy muy ilusionada por ver cómo se solidifica como un actor internacional relevante y crece gracias al proyecto europeo CATA-Earth (sobre expansión de la educación universitaria en salud planetaria, en el que Cristina O’Callaghan-Gordo lidera dos work package) y el proyecto GreenME (sobre naturaleza y equidad de salud, que co-coordino con Helen Cole del BCNUEJ-ICTA-UAB).

Finalmente, ¿cuáles son actualmente los principales retos y/o líneas de investigación en el ámbito de la salud planetaria? 

Me interesa especialmente explorar la relación entre biodiversidad y salud. En esta línea está el proyecto GreenME, en el que exploraremos la relación entre naturaleza y salud mental de población adulta, enfocándonos en comprobar si los grupos más desfavorecidos (y que, por tanto, tienen más necesidad de beneficiarse de la naturaleza) realmente reciben más beneficios que el resto de población. Como parte del proyecto también exploraremos la biodiversidad.

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Autor / Autora
Redactora colaboradora experta en temas de Salud
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