El trabajo social sanitario: más que los problemas de las personas enfermas, importa cómo estas los afrontan

En 1905, Samuel G. Smith pronunció la conferencia “Estándares sociales”. En su exposición diferenció a los gobernantes y sociedades según su enfoque de los problemas: un enfoque estático o un enfoque dinámico. Resumidamente, el enfoque estático negaba la mejora y el cambio: las personas sin medios estaban condenadas a vivir sin medios, lo cual justificaba la caridad. Por el contrario, el enfoque dinámico sostenía que con ayudas inteligentes capaces de motivar a las personas, estas podían resolver sus problemas y con el tiempo disfrutar de una vida autónoma y libre. Este enfoque dinámico justificaba los métodos de trabajo social de caso, que en el sistema sanitario se denomina trabajo social sanitario de caso. 

También fue en 1905 cuando el Dr. Richard C. Cabot creaba y financiaba la primera plaza de trabajadora social médica. La justificación de esta nueva profesión había germinado años antes sobre las teorías de que los entornos sociales de las personas enfermas facilitaban o dificultaban el cumplimiento terapéutico, eran causa y condicionaban su salud, o falta de ella. El Dr. Cabot creo la nueva profesión para que estudiara y diagnosticara las circunstancias sociales de las personas enfermas que atendía para garantizar que pudieran seguir los tratamientos y recomendaciones médicas. Señaló como funciones de esta nueva profesión «la función educativa, la preventiva, y la asistencial vinculada a la investigación sociológica del caso». 

Desde 2013, en España, se imparte el máster universitario de Trabajo Social Sanitario en los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, un hito que marcó un antes y un después para la profesión. Las características del modelo de la UOC lo convierten en un programa accesible y flexible. Durante diez años ha sido la única oferta formativa en la disciplina del trabajo social sanitario. Dos años más tarde, en octubre de 2015, en contexto del IV Encuentro UOC, se declaró el día 3 de octubre el «Día Internacional del Trabajo Social Sanitario».

El trabajo social sanitario y la sostenibilidad del sistema sanitario

La persona enferma, o en riesgo de enfermar, es el eje central del sistema sanitario. Este principio corporativo debe avivarse y es responsabilidad de los políticos, las gerencias, los colectivos profesionales y la ciudadanía. 

La Ley General de Sanidad, aprobada en 1986, en su artículo 7, se refiere a los principios «de eficacia, celeridad, economía y flexibilidad» como rectores del sistema sanitario, los cuales, potencian su sostenibilidad. Esto significa que los beneficios en salud y bienestar obtenidos para las personas y la sociedad en general son mayores que los costes de los medios humanos y tecnológicos invertidos. Pero para que ello sea realmente efectivo, paralelamente al diagnóstico médico y de enfermería, se debe elaborar el diagnóstico sociosanitario, responsabilidad única de la unidad de trabajo social sanitario.  

Los equipos médicos y de enfermería elaboran sus diagnósticos, indican el plan de tratamiento, pero, a veces, la persona o su familia, han perdido sus reservas vitales para afrontar los cuidados, desconfían de sus propias posibilidades. Cuando esto ocurre es preciso diagnosticar el grado de correspondencia de esta autopercepción con la realidad psicosocial y del entorno comunitario de la persona. Estas sensaciones encierran un pronóstico social menos posibilitador, revelan dificultades para afrontar adversidades. 

El trabajo social sanitario es la profesión que estudia, diagnostica y trata las interrupciones vitales que la enfermedad provoca en la persona y su familia y, evita, dentro de las probabilidades existentes en cada caso, que la nueva situación de enfermedad degenere en un deterioro del crisol vital individual y familiar. A pesar de los esfuerzos individuales y familiares, a veces no es posible superar la situación sin ayuda profesional.  

¿Por qué el trabajo social sanitario es necesario? 

El trabajo social sanitario es necesario porque previene estos eventos adversos o, cuando estas dificultades se manifiestan, el trabajo social sanitario frena su desarrollo.

Los primeros efectos del trabajo social sanitario se encaminan a potenciar los medios propios de las personas enfermas y sus familias, y con ello se optimizan los servicios sanitarios porque evita usos por causas no médicas. 

Frecuentemente, la persona enferma y su familia recuperan el equilibrio personal y social con sus esfuerzos, pero se dan casos en los que no es posible afrontar esta nueva realidad. Entonces se requieren servicios de trabajo social sanitario recogidos en el diagnóstico social sanitario. Como ocurre con el diagnóstico médico o de enfermería, el diagnóstico social sanitario es el que permite discernir circunstancias sociales, de la persona enferma y su familia, sobre los principios de unicidad, autodeterminación, participación e implicación del núcleo de convivencia. 

El diagnóstico social sanitario: avalador de los servicios a prestar

La prestación de servicios de trabajo social sanitario no es un acto reactivo, ya que responde a operaciones intelectuales y decisiones racionales. El acto de diagnosticar –discernir a través del conocimiento– permite la correcta interpretación de los hechos y de los factores: los hechos, como lo «dado», lo que ocurre; los factores como «hacedores», lo que se puede modificar y lograr. Este matiz, lo señaló hace justo cien años, una de las pioneras, Gordon Hamilton: «nos centramos en los factores». Algunos factores son: el pronóstico médico, cambios en la convivencia, otras personas que pueden ayudar, existencia de recursos comunitarios. 

El diagnóstico social sanitario es único en su totalidad porque las combinaciones de variables son infinitas, concreta la realidad presente, y permite prever algunos desencadenantes a futuro. Es además el que identifica cómo las personas afrontan sus problemas, más que cuáles son los problemas que tienen.