¿Hacia una gestión pública cooperativa y colaborativa?

4 diciembre, 2013

Son muchos los indicadores que señalan un futuro crecientemente cooperativo y colaborativo. Si bien son varios los ámbitos donde podemos hallar pruebas de ello -por ejemplo, en política internacional, parece ya obvio, que cualquier aspiración mundial de paz pasa por una estrecha cooperación entre países-, es en el ámbito de la gestión empresarial donde, quizás, podamos hallar más elementos que evidencian esa tendencia. Cabe señalar previamente, que los sistemas cooperativos no son exclusivos de las empresas creadas bajo dicha fórmula jurídica, las cooperativas –el nombre no hace la cosa, diríamos-. El cooperativismo, la cooperación, el trabajar conjuntamente, colaborando, creando sinergias, dinámicas ganadoras y conciliadoras para todos los actores que intervienen, puede –y debe- ser un valor del que se puedan apropiar cualquier tipo de organización social, política o empresarial. El único requisito para reclamarse cooperativo y colaborativo es serlo. Practicarlo en alguna, o todas, las dimensiones de la gestión de la empresa.

Estructuras más dinámicas, más abiertas, más flexibles, más adaptables y, especialmente, más cooperativas y colaborativas, son ya urgentemente necesarias para asumir los retos del presente. Si nos focalizamos en los aspectos relativos a la organización del trabajo en una empresa, observamos que el auge de las tecnologías está contribuyendo ya, en cierto modo, a ese cambio de tendencia. Aunque también es verdad que son bien palpables las fuertes resistencias, de los hábitos y de la tradición, ante ése futuro ineludiblemente más colaborativo. En efecto, pese a que estamos ya inmersos en la llamada economía del conocimiento, el modelo industrial taylorista de organización del trabajo (procesos en cadena, jerárquicos, jornadas estáticas, trabajo presencial, etc) sigue dominando prácticamente, en todas las facetas de la gestión sea pública, empresarial o social.

Quizás es en ámbito del marketing donde podemos hallar un ejemplo más evidente, del futuro cooperativo y colaborativo que nos espera. El marketing 3.0 supone una buena prueba de ello, cuando se pretende implicar a los consumidores en la empresa, en la evolución de sus productos e incluso en su creación (cocreation). En el sistema tradicional, las empresas decidían –y siguen decidiendo en la mayoría de los casos- sobre los productos y los servicios que fabricaran. Implícitamente, dicho modelo de gestión supone que, desde la empresa, se decide lo que es valioso, o no, para el cliente, en una especie de despostismo ilustrado aplicado al management. Es obvio que en este sistema, los consumidores tienen poca o nula participación en la creación de valor. En una dinámica de marketing 3.0, en cambio, el valor ya no se crea desde un despacho, con dos o tres directivos más o menos brillantes, para luego intercambiarlo con el cliente, sino que el valor se co-crea entre la empresa y el consumidor. El valor creado es, por lo tanto, un fruto cooperativo.

Per quizás, aún podamos encontrar un ejemplo más evidente, que señala una clara tendencia a un futuro más cooperativo y más colaborativo, en el actual auge del consumo colaborativo. En pocos años, la tecnología combinada con la globalización y un consumidor alfabetizado digitalmente, han desarrollado un sinfín de nuevas formas de acceso a bienes y servicios que amenazan con resquebrajar algunos formas tradicionales de producirlos: desde el compartir coche, la casa o el intercambio de habilidades. El principio subyacente es que la competitividad se mejora siendo capaz de extraer valor con los consumidores, creando los espacios, los procesos necesarios para ello. En esa dinámica colaboradora todos ganan. Solo es necesario resquebrajar el modelo tradicional de gestión e incorporar una nueva mentalidad.

Si aceptamos entonces que una nueva realidad se a imponiendo en el presente y que señala un futuro crecientemente cooperativo y colaborativo, ¿No parecería razonable, por lo tanto, aplicar el mismo principio y la misma dinámica al ámbito de la gestión de lo público?, ¿Cómo hay podemos cocrear con los ciudadanos, entonces?, ¿Cómo se puede extraer el talento y aprovechar las capacidades de cada ciudadano para el bien común?, ¿Qué espacios y procesos hay que crear para crear, conjuntamente, valor público?

En el entorno actual, vertiginosamente cambiante, lo que limita el rendimiento de las organizaciones, tanto de las empresas como de les administraciones, ya no es tanto su modelo de negocio, de funcionamiento, sino su modelo de gestión. Por ello, es más imprescindible hoy que nunca, que podamos disponer cuanto antes de una buena capacidad de gestión pública, capaz de atraer y potenciar todo el activo que reside en la ciudadanía. Y por ello, la gestión publica necesita incorporar, cuanto antes, personas con visión y emprendedoras, con personalidad propia y con capacidad de ir más allá de lo impuesto por la tradición. Justamente, ese tipo de personas que sufren por la excesiva burocracia, aquellas que se preocupan porqué los requerimientos y procedimientos no ahoguen la capacidad innovación, aquellas que piensan que los ciudadanos son suficientemente inteligentes para aportar soluciones a los problemas actuales, aquellas que, en definitiva, son conscientes que la gestión tradicional -jerárquica, autárquica y despótica ilustrada, que aún se practica muchos ámbitos tanto de lo público cómo de lo privado- es un lastre para un desarrollo económico sostenible de nuestras sociedades.

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Autor / Autora
Profesor colaborador en la asignatura Nueva economía urbana del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo. Politólogo y máster en Dirección pública. Consultor en gestión pública y economía social, cooperativa y colaborativa. rogersunyer.com / @rogersunyer / Linkedin
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