Derecho a la ciudad, un nuevo passepartout.

16 septiembre, 2014

A falta de ideas urbanísticas se difunden conceptos que fueron en su inicio innovadores, luego se banalizan y en muchos casos se pervierten: cohesión social, planificación, sostenibilidad, participación,etc. En algunos casos un concepto procedente de las ciencias duras, resiliencia, es divulgado por los organismos internacionales para legitimar la falta de políticas públicas integradores de sectores populares o marginales. En la última década “el derecho a la ciudad” se ha puesto de moda, se usa con la intención de afirmar que la ciudad es para todos, pero en muchos casos no va más allá de una declaración retórica. Passepartout, es decir pasa o sirve para todo 1.

En sentido estricto el derecho a la ciudad aplicado a las políticas urbanas no se presta a confusión. Indica primero que los bienes y servicios de carácter colectivo son derechos de todos los habitantes de la ciudad. Segundo, estos derechos son interdependientes. Por lo tanto los planes, proyectos, programas, intervenciones, etc relativos al territorio requieren una acción pública integral. Lo cual supone la intervención de diversos actores públicos y de profesionales diversos. Nadie tiene el monopolio del urbanismo. En tercer lugar el derecho a la ciudad implica que todos los derechos específicos que forman parte de este “macroderecho” son indispensables a la vez. Si se tienen unos, pero no otros (por ejemplo se posee vivienda y ocupación pero no transporte accesible, o no se tienen ingresos dignos, o se vive en guetos) incluso aquellos que se poseen dejan de ser derechos ciudadanos efectivos.2

En consecuencia como este derecho a la ciudad en la práctica no existe puesto que los mecanismos económicos y políticos dominantes no lo hacen posible de nada sirve invocar el derecho a la ciudad si no se plantean políticas que intervengan en la regulación del suelo, el derecho de propiedad, el urbanismo que genera mixtura social, la fiscalidad que se apropie de las plusvalías urbanas, etc. El urbanismo no lo determinan los planificadores ni los arquitectos u otros profesionales. El urbanismo es una dimensión de una política democrática destinada a facilitar el ejercicio de los derechos ciudadanos. Si no es así entonces es que los profesionales son simplemente cortesanos de los gobiernos o de los poderes económicos. El urbanismo no puede cambiar radicalmente la sociedad, pero si hacerla algo más justa.

Jordi Borja, setiembre 2014

Notas

[1] Passepartout, el acompañante del protagonista de La vuelta al mundo en 80 días. En cine el personaje lo interpretó Cantinflas. Se metía en todas partes y servía un poco para todo.
[2] El autor ha publicado diversos trabajos desde los años 90 sobre el “derecho a la ciudad” más centrado en su relación con el urbanismo. Henri Lefebvre primero (1968) y David Harvey en las últimas décadas han tratado el tema desde una perspectiva más teórica.

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Autor / Autora
Jordi Borja Sebastià
Profesor Emérito y Presidente del Comite Académico del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona y Geógrafo urbanista por la Université de Paris-Sorbonne. Ha ocupado cargos directivos en el Ayuntamiento de Barcelona y participado en la elaboración de planes y proyectos de desarrollo urbano de varias ciudades europeas y latinoamericanas. Fue Presidente del Observatorio DESC (derechos económicos, sociales y culturales). Website
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