Maternidades en el cine español contemporáneo: navegando entre el sacrificio, el deseo y la opresión
30/04/2025El cine español ha experimentado una transformación notable en la representación de la maternidad en las últimas décadas. Sin embargo, este cambio no debe interpretarse como la aparición de “nuevas maternidades” que reemplazan los antiguos modelos, sino más bien como una diversificación en la representación de la experiencia de maternar.
El cine contemporáneo -especialmente el dirigido por mujeres y/o desde una perspectiva feminista- está ampliando las narrativas sobre la maternidad, reflejando su complejidad y visibilizando sus tensiones y contradicciones. A través de estas nuevas narrativas, se ha cuestionado, por ejemplo, el ideal de la madre sacrificada y abnegada que tantas horas de metraje ha ocupado a lo largo de la historia del cine, revelando las realidades diversas que muchas mujeres enfrentan en su rol de madres.
La diversificación de la maternidad en el cine español
En películas como Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003), Todos están muertos (Beatriz Sanchís, 2014), Estiu 1993 (Carla Simón, 2017), Ama (Júlia de Paz, 2021), La maternal (Pilar Palomero, 2022) o Mamífera (Liliana Torres, 2024), las cineastas no presentan modelos alternativos de maternidad, sino que abren el espectro de las representaciones, explorando las distintas formas en las que las mujeres viven y experimentan el embarazo, el parto, la crianza y otros procesos asociados. Estas películas exploran la maternidad desde diferentes prismas, abordando no solo las renuncias que conlleva, sino también las emociones contradictorias, las presiones sociales y las luchas por la autonomía de esas mujeres que, entre otras muchas cosas, también maternamos.
En Mamífera, por ejemplo, se representa a una mujer que debe enfrentarse tanto a las expectativas familiares como a sus propias dudas sobre el deseo de ser madre. La obra pone en primer plano los cuidados, el deseo materno y las fricciones que surgen al ejercer un maternaje libre de las expectativas normativas.
Otro caso imprescindible que traer a colación es el del personaje de Anne (Sarah Polley), protagonista de Mi vida sin mí, de Isabel Coixet, quien ante la angustia de saber que una enfermedad la separará pronto de sus hijas, se ocupa de garantizar que su legado como madre perdure por diferentes vías, mientras intenta vivir plenamente todo lo que no quiere dejar incompleto respecto a su propia existencia. La maternidad en este caso no es solo sacrificio, sino también un lugar efímero, como la propia vida, desde el que reflexionar sobre el deseo y la necesidad de ser relevante más allá del rol de cuidadora.
Maternidades opresivas y opresoras
El cine español contemporáneo también ha comenzado a representar de manera crítica las dimensiones lóbregas y violentas de la maternidad. Películas como La virgen roja (Paula Ortiz, 2024) y Salve María (Mar Coll, 2024) han explorado las derivas obsesivas e, incluso, perversas que pueden erigirse desde lo materno.
En La virgen roja, por ejemplo, la maternidad y la crianza se muestran como un espacio de control, encarnado en la relación maternofilial entre Aurora Rodríguez Carballeira y su hija, la intelectual Hildegart Rodríguez. Por su parte, en Salve María se nos presenta una visión igualmente sombría donde la maternidad se convierte en una carga, pues la protagonista intenta lidiar con el peso de la crianza mientras se enfrenta a una depresión postparto y a sus propios miedos respecto a la posibilidad de hacer daño a su hijo. Ambas películas ilustran cómo, en ocasiones, la maternidad no es solo un acto de amor voluntarioso, sino también un terreno de violencia psicológica y emocional, vivida en propia piel o ejercida contra los otros.
Invisibilidades y carencias: de la sexualidad
A pesar de los avances en la representación de las maternidades en el cine español reciente, existen varias dimensiones que siguen siendo invisibles, estigmatizadas o extremadamente estereotipadas. Una de las principales carencias en la representación cinematográfica de la maternidad es la falta de una perspectiva interseccional. La maternidad de las mujeres racializadas y migradas o la de las mujeres con diversidad funcional (Sorda (2025), de Eva Libertad, seguramente sea un buen parteaguas en esto), por ejemplo, siguen siendo prácticamente invisibles en el cine español.
Otro aspecto ausente es el que concierne al duelo perinatal que afecta a muchas mujeres que han perdido a sus criaturas antes o poco después del nacimiento. La falta de representación de este duelo limita la capacidad de aquellas que lo viven para encontrar una validación de su dolor en el imaginario cultural, perpetuando la idea edulcorada de que la maternidad siempre culmina en gozo y felicidad.
En este contexto, el cine también ha mostrado muy poco sobre otras cuestiones relacionadas con la salud sexual y reproductiva como son el aborto o la violencia obstétrica, asuntos que, aun formando parte del debate público desde hace décadas, siguen siendo escasamente abordados en la ficción cinematográfica que aún tiene mucho que explorar en cuanto a cómo se viven estas experiencias y cómo la sociedad reacciona ante ellas.
También los diferentes tipos de crianza y la diversidad de formas de familia siguen estando escasamente representados. El cine ha comenzado a reflejar de puntillas más historias sobre maternidades no convencionales, como la maternidad lesbiana, la maternidad monoparental o la maternidad adoptiva, pero sigue siendo escaso el tratamiento de otras realidades, como las maternidades trans, las maternidades ejercidas dentro de familias poliamorosas, o cualquier otra que, por diversas razones, no se ajuste a los modelos tradicionales de “madre” y crianza.
La sexualidad durante el embarazo y después del parto también sigue siendo un tema tabú en nuestras pantallas más allá del porno. El cine generalmente presenta a las mujeres como desvinculadas de su vida sexual una vez que son madres o, incluso, durante el embarazo, generando con esa disociación entre maternidad y deseo una imagen cuasi “mariana” de lo materno.
Otro vacío relacionado con el deseo o su ausencia es todo lo que alude al deseo materno, lo cual deja de lado particularmente las narrativas de aquellas mujeres que no quieren ser madres o que se arrepienten de haberlo sido. Por otro lado, las luchas emocionales que acompañan a la infertilidad, así como la falta de acompañamiento en los tratamientos, son áreas que merecen más atención en los relatos fílmicos como vía para dar visibilidad a estas vivencias, reflejando la presión emocional, la desesperación y las complejas dinámicas familiares y de pareja que surgen en este contexto.
Por fortuna, en medio de todo este dramatismo, el cine también ha comenzado a mostrar la cara gozosa y disfrutable de maternar y criar a un ser humano. Aunque aún son escasas las representaciones que capturan estos momentos de alegría genuina, sin caer en la “mística” de la maternidad idealizada, películas como Estiu 1993 (Carla Simón, 2017) y Cinco lobitos permiten acercarse a esta experiencia no solo como un sismo vital, sino también como un espacio de amor, conexión y disfrute desde una visión realista, que incluye tanto las dificultades como los momentos de bienestar, demostrando que criar también puede ser una experiencia placentera y transformadora.
Es crucial, por tanto, en una sociedad marcada por la desigualdad y la opresión, que el cine continúe cuestionando las estructuras normativas sobre la maternidad y amplíe sus representaciones para incluir una mayor variedad de perspectivas y voces, mostrando tanto los desafíos y las prácticas de resistencia, como las satisfacciones de ser madre o de elegir no serlo.