Retos y asignaturas pendientes de la educación para personas mayores

02/11/2022
Foto: SHVETS production en Pexels. Foto: SHVETS production en Pexels.

El concepto actual de “persona mayor” o “sénior” poco o nada tiene que ver con la imagen que tradicionalmente se ha tenido de este grupo de población. Las características, el contexto, las necesidades y las inquietudes de esta etapa vital están definiendo un nuevo panorama al que deben adaptarse todos los sectores y ámbitos de la sociedad, incluido el universitario. 

«De mayor quiero estudiar…» ya no es una frase reservada a los más jóvenes. Hoy en día los sénior son personas mucho más conectadas a las nuevas tecnologías y con intereses más amplios de lo que se podía presuponer, de ahí que las instituciones tengan que asegurar a este grupo poblacional una formación que responda a sus necesidades y que se encuadra dentro de lo que se conoce como “aprendizaje a lo largo de la vida”,  un aspecto directamente relacionado a su vez con la salud y el bienestar y que constituye una de las señas de identidad de lo que se entiende como un envejecimiento saludable. 

Las características de la actual generación sénior, el marco que garantiza que satisfagan sus deseos de seguir formándose y las estrategias y retos que supone dar respuesta a sus inquietudes (desarrollo personal, participación activa en su comunidad) centraron la sesión “Educación continua y personas mayores”, impartida por Eulàlia Hernández, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigadora principal del grupo  PSINET de la UOC, en el marco del ciclo de seminarios “Los retos del envejecimiento: una mirada interdisciplinaria a la vejez”, organizado por los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, con el apoyo del eHealth Center.

El aprendizaje a lo largo de la vida, fundamental para el envejecimiento saludable

Tal y como explicó la investigadora, el tema de la formación dirigida a este grupo de población tiene que configurarse en torno a dos conceptos distintos entre sí, pero complementarios: el aprendizaje a lo largo de la vida y la educación para el envejecimiento: “El aprendizaje está relacionado con la edad, la salud, la educación previa y el contexto sociocultural, y todo ello permite acceder y sacar partido a la educación (o  la propuesta formativa que brindan las instituciones a los sénior)”. 

En esta línea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) diseñó en 2002 su estrategia de “envejecimiento activo”, entendiendo como tal el derecho a continuar participando en el entorno social, económico, cultural, espiritual, cívico; etc. “La idea que subyace a esta iniciativa es que el envejecimiento activo debe permitir a las personas mayores participar en el mundo y crecer y contribuir tanto en su entorno más próximo como en un ámbito más amplio. Y para lograr esa participación se necesita la tríada que define este paradigma: recursos (formación, educación), motivación y oportunidades. Asimismo, la OMS reconoce al aprendizaje a lo largo de la vida como uno de los cuatro pilares (junto a la salud, la participación y la seguridad) que aseguran el envejecimiento saludable y una vida de calidad”, apuntó Eulàlia Hernández.

Sin embargo, es necesario dar un paso más en este paradigma y actualizar su significado, ya que, como explicó la psicóloga, “es cierto que este marco nos ayuda y nos sitúa ante una realidad que nos obliga a proporcionar oportunidades para que las personas hagan cosas en el contexto del envejecimiento. Y, sobre todo, ha contribuido a erradicar estereotipos como el de que a partir de los 65 años las personas se van desvinculando del mundo y de diversos ámbitos de la vida, además del laboral. Pero, por otro lado, también ha favorecido que se generalizara la idea de que para envejecer bien y ajustarse al perfil de ‘persona sana’ hay que ‘hacer muchas cosas’, dando lugar a una especie de ‘tiranía de la hiperactividad’  de la que hay que huir a la hora de diseñar la oferta formativa dirigida a este grupo”. 

¿Cómo tienen que ser los planes formativos para mayores?

  • Enfoque productivo versus propuesta 100% lúdica. “Es necesario diseñar estrategias de aprendizaje productivo, y no meramente lúdico, lo que entronca directamente con dos conceptos: la generatividad, que hace referencia a la contribución de las personas mayores, su legado a la familia, al mundo laboral o a las instituciones en las que esté colaborando; que les permite participar en distintos ámbitos de la vida, y que favorece su crecimiento personal y social; y la geragogía, que son los modelos o características que debe tener la formación de manera que resulte útil y tenga significado en los momentos más avanzados del ciclo vital”, explicó la psicóloga.
  • Contenidos a medida para un perfil (previamente) definidoAsimismo, y desde la perspectiva de la universidad, al elaborar una oferta formativa específica para mayores hay que cumplir dos requisitos clave: tener una imagen clara de lo que significa hoy en día ser una persona mayor; y definir dónde hay que focalizar las propuestas. “Es necesario hacer un esfuerzo para conocer su perfil, saber qué les lleva a estudiar, sus intereses y sus motivaciones más allá de los estereotipos. Y este conocimiento se tiene que construir con una perspectiva muy flexible, y combinando el contenido y la capacitación, con los formatos y las oportunidades de acceso a la formación.  No se trata solo de aprender nuevas técnicas o conocimientos declarativos, sino que también habría que enfocar la formación hacia contenidos relacionados con las habilidades para la vida, como por ejemplo, la gestión de las emociones”, dijo la experta.
  • Poner en valor el bagaje/aprendizaje vital previoJunto con la edad y la salud, el contexto personal y sociocultural (cuanto más amplia y rica sea la red de relaciones sociales del sénior, más facilidad se tendrá para acceder a esa formación), la educación previa y la trayectoria vital  son factores que claramente ayudarían a la persona a acceder y sacar partido de las propuestas educativas. Beneficios vinculados a: la calidad de vida y el bienestar (aunque habría que definir previamente qué quiere decir tener calidad de vida y bienestar para una persona mayor, cómo los entiende ella); la ampliación de conocimientos y la posibilidad de participar de la comunidad (de manera muy clara, las personas que están siguiendo una formación de forma continuada tienen más posibilidades y motivación para participar en su entorno, ya sea próximo o lejano).

Perfil del estudiantado sénior de la UOC

Para ilustrar las peculiaridades del este modelo de formación para mayores, Eulàlia Hernández hizo un repaso a la labor desarrollada por la UOC en esta línea desde su inicio y analizó el perfil de los estudiantes sénior matriculados: “Aunque son pocos en número, entre el estudiantado de la UOC ha habido desde el principio personas mayores, y es una tendencia en aumento. En cuanto al perfil, aunque ha habido siempre muchos más hombres que mujeres, actualmente la distribución es más equilibrada; son personas de todas las franjas de edad desde los 65 años en adelante, aunque con predominio entre los 65 y los 69 años; se matriculan en todo tipo de programas (sobre todo grados y másters, y también lenguas); por lo general, cuentan con experiencia universitaria previa; y afrontan un número importante de créditos (pero menor que en la universidad presencial). El 75% se matricula para ampliar conocimientos, escogiendo un programa específico que de alguna manera está vinculado a su experiencia previa. La mayoría quiere saber más de un determinado tema o disciplina, pero sin intención de ejercer (aunque alguno pregunte si podría hacerlo de forma autónoma)”. 

Respecto a la percepción que tiene el profesorado (tutor y colaborador en el aula) de este estudiantado, coinciden en que pasan desapercibidos (saben que son sénior porque ellos lo cuentan); tienen alguna dificultad inicial, asociada con las gestiones de matriculación y/o con el manejo de las herramientas digitales, pero las subsanan rápidamente. Destacan por ser respetuosos; están muy comprometidos y la interlocución con ellos es muy fluida. Y, a diferencia de los estudiantes más jóvenes, muestran leer todos  los mensajes del profesorado en las aulas, y manifiestan un rol muy activo, ajustándose más al concepto de “estudiante” que al de “alumno”.  

Para más detalles, consulta el capítulo de Eulàlia Hernández y Montse Celdrán publicado en el libro Older Adult Education: from an International Perspective del Open China: Lights and Shadows en Senior Online Education in Spain: (UOC) (página 328).

Retos y asignaturas pendientes de la formación para personas mayores 

En el campo de la “educación para el envejecimiento” aún hay camino por recorrer y muchas áreas de mejora, según expuso Eulàlia Hernández. “Los próximos pasos a dar están en línea con los retos a nivel mundial en la formación a lo largo de la vida: asegurar el acceso a esta formación; trabajar en la brecha digital (que aún es una asignatura pendiente); conseguir que sea una formación relevante (flexible, diversa, de calidad, con aplicabilidad y que tenga un acompañamiento continuado); y tener más en cuenta aspectos como la intergeneracionalidad”, destacó la investigadora. Y añadió: “Un tema crucial que habría que definir de forma meditada es si la formación para las personas mayores debería ser específica o abierta. Y en el caso de que fuera abierta (para todo el mundo), preguntarse si con este enfoque se estarían atendiendo realmente a las necesidades de este grupo poblacional”.

Otra cuestión no resuelta es la necesidad o no de que el profesorado esté preparado y capacitado de manera específica para formar a personas mayores e impartir educación a lo largo de la vida: “Sin duda, hay que aprender cómo formar a las personas mayores. Todo el mundo tiene claro que un maestro de educación infantil ha de adquirir unas destrezas para desempeñar su trabajo, pero no ocurre lo mismo en el caso de la formación de los adultos sénior: se necesita formación específica y no vale todo, que es  la creencia que se mantenía hasta ahora”. 

Como conclusión, y recopilando las cuestiones planteadas durante la sesión, Eulàlia Hernández hizo un resumen de las coordenadas que debe seguir toda formación dirigida a la población sénior: “Ha de ser competencial (que sirva para algo), alejada de un enfoque meramente hedonista (pásatelo bien, apúntate a más actividades); con unos contenidos dirigidos a potenciar/desarrollar las competencias para la vida y la participación, y, sobre todo, basada en un claro conocimiento de las características de los destinatarios de esta formación: hay que huir de etiquetarlos como “mayores”, ya que actualmente el concepto de sénior está marcado por la diversidad”.

Recupera la sesión ‘Educación continua y personas mayores’ aquí:

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Autor / Autora
Redactora colaboradora experta en temas de Salud
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