La respuesta del microtrabajador

24 de marzo de 2013
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Cuando, en 2006, Jeff Howe definió el término crowdsourcing como la externalización masiva de una determinada tarea, contribuyó a dar un nombre a una actividad que se venía desarrollando desde la misma creación de Internet como red de trabajo compartido entre diversos centros académicos y de investigación. La posibilidades de colaboración y creación colectiva que facilita la Red ya contaban entonces con iniciativas que generaban un nuevo modelo de división del trabajo, como Amazon Mechanical Turk (MTurk), una plataforma de microtrabajo iniciada en noviembre de 2005.  Amazon creó MTurk para llevar a cabo tareas propias de una máquina que los ordenadores aún no saben realizar, tales como identificar el contenido de una imagen o redactar la descripción de un producto. Ante el coste que supondría mantener una plantilla dedicada a estas tareas menores, una solución mejor ha sido abrir la ejecución de este trabajo a los usuarios de Internet a cambio de micropagos (habitualmente inferiores a $0,50, aunque algunos rondan los $10). Los trabajadores reciben el pago por cada tarea realizada y aceptada por el solicitante (Requester), que puede ser otro usuario, siempre que sea un ciudadano de EE.UU. o bien disponga de una cuenta bancaria en este país. Amazon obtiene una comisión del 10% sobre el importe de cada tarea realizada.

Criticada por facilitar la explotación de los trabajadores, la plataforma MTurk perdió inicialmente un gran número de usuarios, pero cuenta actualmente con 500.000 trabajadores en 190 países (según una guía de Amazon publicada en 2013). Entre sus principales usos, actualmente, se cuenta la realización de estudios estadísticos, puesto que resulta mucho más rápido y barato llevar a cabo una encuesta entre los trabajadores de MTurk (popularmente llamados Turkers) que emplear los métodos tradicionales o las empresas que se dedican a ello. Por sus características, MTurk es también una herramienta muy interesante para llevar a cabo una reflexión acerca de las condiciones de trabajo actuales, al solicitar de los Turkers una labor que pueda tener, en conjunto, un valor simbólico.

Esto es lo que ha llevado a cabo el artista Guido Segni en su reciente proyecto The Middle Finger Response (2013): creó una tarea en MTurk que consistía en pagar $0,50 a cada trabajador que realizase, con su webcam, una foto de sí mismo/a en la que mostrase su rostro, el entorno en el que se encuentra, y su dedo corazón en un gesto de corte de manga. Un elevado número de Turkers, microtrabajadores acostumbrados a recibir unos céntimos por una tarea mecánica que muchos empleados con sueldo fijo no están dispuestos a hacer, se sumaron a esta iniciativa mostrando su digitus impudicus a la cámara.  El proyecto recoge así una serie de «autorretratos espontáneos», como los define Segni, que por una parte hacen referencia a la extendida costumbre de fotografiarse a uno mismo y crear una imagen del yo en las redes sociales, y por otra se pueden interpretar como la respuesta del trabajador explotado a la multinacional que crea unas precarias condiciones laborales.

Segni también apunta hacia la condición del artista como creador en el contexto de una sociedad en la que prácticamente todo el mundo genera contenidos, y hace un guiño a la relación entre el artista y su público. En este sentido, también se puede interpretar el gesto como una respuesta (irónica) de los trabajadores hacia el propio artista, lo cual recuerda la polémica que generó el proyecto The Sheep Market (2006), de Aaron Koblin. En este caso, el artista ofreció unos honorarios de $0,02 por «dibujar a una oveja mirando hacia la izquierda», y obtuvo 10.000 dibujos en 40 días. Posteriormente, Koblin vendió ediciones limitadas de los dibujos a $20, lo cual generó una reacción negativa en los usuarios. Independientemente de que el artista hubiese obtenido beneficios, la reflexión acerca de la manipulación de los trabajadores es evidente y se desarrolla en obras posteriores como Ten Thousand Cents (2008), que consiste en la imagen de un billete de cien dólares dibujado por 10.000 «artistas anónimos» que han cobrado un céntimo por cada fragmento realizado.

Frente al resultado acumulativo y más bien frío del trabajo de Koblin, la obra de Guido Segni apunta hacia una reflexión a nivel humano, que enfrenta al espectador con un cúmulo de autorretratos de personas anónimas en un gesto desafiante. La galería de imágenes, alojada en el nombre de dominio crowdworkersoftheworldunite.com («microtrabajadores del mundo, uníos», en ácida referencia al Manifiesto del Partido Comunista) es un inspirador retrato de las personas que participan en la abstracta red de datos que usamos a diario. Como espectador, resulta chocante enfrentarse a todas esas imágenes de personas que expresan su rechazo a la cámara, con mayor o menor convicción o entendimiento de lo que su gesto significa, según lo expresan sus rostros. Segni construye así (o facilita que se construya) una potente, a la vez que divertida, crítica a nuestra sociedad hiperconectada y el mito de la aldea global. También plantea, en última instancia, una interesante cuestión: ¿por qué llevan a cabo esta tarea los trabajadores? ¿por cobrar 50 céntimos? En una entrevista con Leah de Vun, el comisario Andrea Glover responde a esta misma cuestión, en relación a la respuesta que obtuvo Koblin: «Por qué las tareas creativas son más exitosas [en MTurk]? En mi opinión, porque no se pide habitualmente a la gente que sea creativa y trabaje para llevar a cabo un mayor fin.» 

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