Cultura, innovación e industria: una mirada crítica

4 de octubre de 2010

Continuando con la serie de posts sobre el posgrado en Innovación Cultural UOC-LABoral hoy nos centraremos en la asignatura «Cultura, innovación e industria: una mirada crítica». Esta asignatura se enmarca en el primer semestre del posgrado, por lo tanto forma parte del primer curso de especialización. Aprovechamos para recordar que el posgrado (30 créditos) consta de dos mitades, cada una de  las cuales  consta a su vez como un curso de especialización  (15 créditos).  En esta ocasión, Ana Rodríguez,  profesora responsable de la asignatura nos expone su contenido:

Este curso tendrá como colaborador docente a Ruben Martínez, y como docente invitada a Tiziana Terranova,  y en él se pretende comprender las relaciones entre dos áreas tan complejas y amplias como son la cultura y la economía. El objetivo principal, moviéndonos en lo que desde hace ya un siglo se ha venido a llamar crítica cultural, es visibilizar los conflictos que emergen de lo que en la historia cultural europea ha sido una relación un tanto peliaguda. Partiremos del marco crítico propuesto por la Escuela de Frankfurt en los 40s bajo el concepto Industria Cultural, para ver cómo ésta noción se pone en positivo a finales de los 70s con el discurso de ‘las industrias culturales’. Este nuevo paradigma estará afectado por diversas capas, donde diferentes fenómenos sociales, políticos y económicos se ven atravesados entre sí. La cultura pasará a ser un recurso que se situará en el centro de los procesos de cambio de modelo económico y de desarrollo, siendo pieza clave de lo que algunos denominarán “la sociedad del conocimiento”. Por último aparecerán toda una serie de autores y discursos que defenderán la idea de que factores como la innovación y la creatividad serán claves para afrontar los nuevos retos de las metrópolis contemporáneas. Será entonces cuando veremos las ideas que encierran conceptos como ‘las industrias creativas’, ‘las clases creativas’, etc.

De este modo, el curso se iniciará a partir de textos fundacionales como el de Adorno y HorkheimerLa industria cultural como engaño de masas’ que nos aproximarán a los primeros análisis críticos que alertaban sobre los procesos de subsunción que la cultura padecerá en un modelo de producción capitalista. Bajo el concepto de Industria Cultural estos autores analizaron desde una perspectiva marxista la mercantilización de la cultura y los efectos de su producción seriada. Desde esta mirada crítica la cultura era considerada un artefacto político en tanto que reproducía los mecanismos de sujeción social reificando los valores de la clase dominante. ¿Puede esta mirada seguir presente a la hora de analizar contextos actuales? ¿Cómo han afectado los procesos de globalización y las nuevas tecnologías a esa visión tan crítica de la Industria Cultural?

Las movilizaciones sociales de los años sesenta y setenta conllevaron una serie de cambios estructurales y culturales sin duda cruciales para comprender nuestro devenir actual. Las movilizaciones acontecidas durante el mayo del 68, proclamaban la liberación del trabajador de la cadena de montaje, buscando escapar a la alienación que suponía ese modelo de trabajo.  El paso de un modelo de producción fordista al post-fordismo viene protagonizado por un cambio hacia un régimen flexible de trabajo, donde el tiempo de ocio y trabajo se difuminan y cada uno/a puede convertirse en “su propio jefe”. Estas reestructuraciones parecían responder en parte a esa demanda de mayor autonomía y de poder trabajar en ámbitos creativos. El discurso crítico que invocaba nuevas formas de autonomía y libertad se encuentra con la paradoja de ser caldo de cultivo para nuevas formas de (auto)explotación donde la propia esfera de la vida pasa a ser productiva. Estas formas de captura y capitalización del pensamiento crítico las veremos explicadas de forma extensa por autores como Luc Boltanski y Eve Chiapello en El nuevo espíritu del capitalismo o por teóricos como Brian Holmes.

Uno de los fenómenos básicos en esa reorganización en busca de aumentar y abaratar la productividad fueron los procesos de deslocalización, es decir, el éxodo del sector industrial a países con mano de obra barata. En el libro ‘Cultural Industries’ David Hesmodhalg nos explica de manera detallada cómo se sitúan las industrias culturales como sector estratégico en este momento, de cara a renovar el modelo económico de las ciudades. Autores como George Yúdice y Toby Miller (Política cultural), también señalan este momento como punto de inflexión para un cambio de estatuto en el papel que hasta la fecha se la había otorgado a la cultura. Según estos autores, la asunción del modelo económico neoliberal durante los ochenta y noventa, favoreció que planes políticos de desarrollo económico disfrazados de políticas sociales señalasen la cultura como recurso para el desarrollo de unas urbes ahora desindustrializadas.

Durante los 80s, es en Reino Unido donde se implementan de manera más clara políticas de fomento de ‘las industria creativas’ bajo el plan ‘Cool Britania’, un modelo que se exportará a otros países y que a partir de los noventa y sobretodo principios de siglo, apuntala la tendencia general de terciarización de las ciudades y de puesta en valor de la creatividad como elemento de cambio e innovación. Las industrias creativas actúan como un gran paraguas, abarcando otros sectores más allá de los clásicos de la industria cultural (producción audiovisual, discográficas, editoriales, etc.), con la inclusión de todo tipo de trabajadores y trabajos “creativos” tales como diseñadores, artistas, publicistas que han de  extraer renta de su trabajo a través de protocolos como la propiedad intelectual. Estos ‘sectores creativos’ se convierten en estratégicos ya que  generan grandes externalidades positivas en otros sectores (turismo, sector inmobiliario, etc.) y su capital simbólico ayuda a la producción de una identidad local singular actuando como regenerador de la imagen de contextos degradados. Autores como Charles Leadbeater han sido grandes propulsores de ‘las industrias creativas’, produciendo libros e informes donde se detallan los grandes beneficios que este modelo podía otorgar a la economía británica. Más adelante, el geógrafo y analista Richard Florida elaborará un nuevo imaginario bajo el lema de ‘las clases creativas’ con el que defenderá que cuanto más creativo sea un entorno metropolitano, mayores serán sus tasas de desarrollo social y económico. Florida propondrá fórmulas para medir la creatividad de diferentes ciudades, haciendo famosa su teoría de las tres Ts (tecnología, talento, tolerancia) que será una de las claves de su discurso.

Pero el modelo de las industrias culturales, las industrias creativas y las clases creativas tendrán un efecto ambivalente y en ocasiones se verán empujados a asumir innumerables paradojas. Bajo los planes de incentivación de la cultura y la creatividad como sectores productivos, se impulsarán procesos de gentrificación o substitución social que desplazarán a minorías sociales a la periferia. Tal y como señala Mari Paz Balibrea en su texto “Barcelona: del modelo a la marca”, la producción de ciudades-marca para fortalecer su competencia en el mercado global de capitales culturales, homogeinizará la imagen y los relatos de ciudad, desplazando las diferentes memorias que significan los entornos urbanos. Por otro lado, tal y como nos señalan autores como Gerald Raunig o Kate Oakley, estos marcos de trabajo desplazan antiguas conquistas sociales, apostando por un modelo de trabajo elitista que aumenta las tasas de exclusión laboral. Vemos también cómo la cultura pasa a ser ‘validada’ por el mercado, introduciéndola en la lógica neoliberal donde el papel de los Estados en materia cultural ha de pasar a un segundo plano. Tal y como señalan investigaciones como las de YProductions, nos encontramos pues en un momento donde un doble proceso que se inició en los 70s encuentra su punto álgido; la economización de la cultura y la culturización de la economía se funden en un panorama lleno de diferentes visiones, algunas laudatorias, otras muy críticas y otras en continua conversación con un proceso sin duda muy difícil de analizar con antiguas recetas.  El estudio de las políticas públicas llevadas a cabo para optimizar estas reformas (como el NESTA en Reino Unido) nos mostrarán cómo se ponen en primer plano agentes económicos como el emprendedor o el prosumidor, que suponen la puesta en marcha de formas de trabajo que pivotan entre la autogestión, el autogobierno y la autoexplotación.

Bajo este complejo panorama, este curso brinda la oportunidad de observar toda una serie de fenómenos y discursos que protagonizan el asentamiento de una economía basada en el conocimiento, la creatividad y la cultura, poniendo énfasis en el papel del trabajo inmaterial. Este necesario e interesante recorrido nos ayudará a contextualizar, comprender y analizar mejor fenómenos que actualmente todavía se están fraguando en el siempre difícil equilibrio entre lo cultural y lo económico.

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