Arte digital en la era de la computación ubícua

4 de abril de 2014
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En septiembre de 1991, Mark Weiser, científico jefe en el laboratorio Xerox PARC, publicaba en la revista Scientific American un artículo titulado «The Computer for the 21st Century«. En este texto, Weiser preveía un futuro en el que los ordenadores se han vuelto «invisibles» y se encuentran integrados en todos los objetos que nos rodean a diario: es lo que se denomina computación ubícua (ubicomp). Más allá de la pantalla y el teclado, según Weiser los ordenadores formarían parte del día a día sin que prácticamente nos diésemos cuenta de ello: los objetos cotidianos dispondrían de sensores para localizar nuestra posición y formas avanzadas de interactuar con nosotros, gracias al uso de redes de datos y nuevas interfaces. Weiser describía hace 23 años una serie de dispositivos que hoy en día son de uso común, tales como las tablets o los smartphones, y si bien no acertó en todas sus predicciones (afirmaba, por ejemplo, que «la computación ubícua puede significar el declive del adicto a los ordenadores» o que «los ordenadores ubícuos ayudarán a resolver el problema del exceso de información»), describió con notable acierto tanto nuestra relación actual con los ordenadores como la que estableceremos en el futuro próximo.

El visionario artículo de Mark Weiser es una de las fuentes de inspiración de un proyecto que aspira a facilitar la presencia de pantallas conectadas a Internet en cualquier lugar de nuestros hogares (u oficinas), para convertirlas en los lienzos de la era digital. La empresa Electric Objects presenta su iniciativa con esta enigmática frase:

«Internet está lleno de cosas bellas, y estamos construyendo un dispositivo que está a la altura de ello. Vamos a poner Internet en tu pared»

El dispositivo consiste básicamente en una pantalla plana equipada con conexión a Internet, que puede colgarse en la pared. Según afirma el fundador de Electric Objects Jake Levine en un breve texto de presentación, su motivación principal es que «debería ser más fácil disfrutar de las mejores y más bellas cosas que hay en Internet», sin tener que hacerlo en pantallas de reducidas dimensiones o en navegadores con múltiples pestañas abiertas. La pantalla de Levine y su equipo sería por tanto un espacio de visualización de cualquier tipo de contenido, y a juzgar por las imágenes que se incluyen en el sitio web, se trata de collages decorativos o fotos encontradas. La pantalla se dispone con una orientación vertical (no se especifica si se puede orientar de otro modo), tiene un marco negro no muy ancho y aparentemente sólo requiere un cable. Si bien Electric Objects no ofrece más información al respecto, es posible que la pantalla se controle desde un smartphone o tablet por medio de una app y una conexión wifi.

La idea de Levine no es nueva, pero puede aportar una solución a una cuestión que viene planteándose desde hace más de una década. Ya en 2003, el galerista Steve Sacks, director de bitforms (Nueva York), me comentaba en una entrevista que preveía un futuro en el que los coleccionistas tendrían en su casa una pantalla dedicada a mostrar arte (ver entrevista en este post del blog). En enero de este año, durante su participación en un foro de la feria de arte digital UNPAINTED en Munich, Sacks reiteraba su predicción, si bien todavía no se ha popularizado un dispositivo que permita hacerla efectiva. El propio galerista recomendaba en su momento las pantallas de la empresa ezscreen, que al parecer siguen sin ser una solución idónea. Lo que ofrecía ezscreen hace 10 años lo podríamos obtener de una forma mucho más efectiva hoy en día con un iPad de grandes dimensiones, si se fabricara, o renunciado a la tactilidad un Smart TV podría facilitar las mismas prestaciones. Por este tipo de pantallas opta la plataforma Sedition en la venta de «ediciones digitales» de obras de arte, que el coleccionista puede ver en un televisor, ordenador o dispositivo móvil. Con todo, ninguna de estas opciones es idónea, puesto que se sigue recurriendo a dispositivos pensados para otros usos, o aún no plenamente desarrollados. Tal vez la pantalla sin nombre de Levine resuelva esta situación. Mientras tanto, surgen otras posibilidades a través de una utilización creativa de tecnologías existentes.

 

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A medida que se popularizan los «wearables», dispositivos digitales que «se llevan puestos», tales como relojes inteligentes, pulseras con sensores, o las conocidas gafas Google Glass, también se crean nuevos espacios para el arte que emplea estas nuevas tecnologías. Recientemente terminaba en la parisina XPO Gallery una muestra colectiva titulada FULL SCREEN, que explora las posibilidades de los relojes inteligentes. Comisariada por el artista Aram Bartholl, esta exposición ha reunido durante tres semanas el trabajo de los artistas Vincent Broquaire, Jennifer Chan, Petra Cortright, Constant Dullaart, Oliver Laric, Sara Ludy, Raquel Meyers, Evan Roth, Rafaël Rozendaal, Paul Souviron, Addie Wagenknecht y Ai Weiwei en doce relojes inteligentes cuyas pantallas de alta resolución (320 x 320px, 275ppi) muestran obras adaptadas a este formato.

Según afirma Bartholl, «en un futuro próximo, las pantallas desaparecerán de nuestro campo de visión y serán reemplazadas por un laser proyectado directamente sobre nuestras retinas. Los pixels embutidos en un rectángulo serán pronto considerados algo del pasado, al igual que el medio de la pintura lo es hoy en día.» Esta provocadora afirmación parece hacerse eco, de forma burlona, de las predicciones de Weiser, a la vez que introduce en las promesas utópicas de la tecnología el tono irónico y autocrítico del mundo del arte. Como bien indica el comisario, los relojes inteligentes tienen un aire démodé, como si fuesen parientes directos de aquellos relojes calculadora de los 80, con lo cual el carácter aparentemente innovador de la propuesta se mezcla con un cierto aire retro.

Bartholl ha comisariado anteriormente en esta misma galería otra exposición colectiva cuyo formato resultaba, al menos, inusual: OFFLINE ART:new2, una muestra de obras de net art que sólo podían verse a través del dispositivo de cada espectador, al conectarse a una serie de redes wifi dispuestas para este fin. En aquel caso, no quedaba claro hasta qué punto la muestra constituye un gesto, un experimento o la propuesta de un modelo viable, y lo mismo ocurre en esta última muestra: ¿es viable vender arte en relojes inteligentes? ¿será algo similar a las obras de arte para iPhone i iPad, menos relevantes de lo que era de esperar? En cualquier caso, hasta que los rayos láser nos penetren en las retinas, claramente veremos una multiplicación de pantallas a nuestro alrededor. Y en alguna de ellas, se mostrarán obras de arte.

 

 

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