Arte digital y el mercado del arte: ¿una presencia ignorada?

13 de octubre de 2010
woodenmirrormuseum

Daniel Rozin, Wooden Mirror (1999)
La semana pasada, durante una visita a las ferias de arte contemporáneo Art Forum Berlin, Art Berlin Contemporary y Preview Berlin, pude comprobar la ausencia prácticamente total de obras de arte digital en los principales foros del mercado de arte en la capital alemana. Teniendo en cuenta que las tres ferias suman un total de 230 galerías de arte de diferentes países, el hecho de que ninguna de ellas presente obras de arte digital indica la falta de interés que existe en el sector hacia el arte vinculado a las nuevas tecnologías. Pero no sólo las ferias berlinesas parecen ser ajenas a este tipo de arte, pese a proclamar repetidamente su apuesta por los aspectos más innovadores de la creación contemporánea. Para su próxima edición (febrero 2011) la feria ARCO de Madrid no cuenta ya con la Expanded Box, el espacio que se creó para el videoarte y fue incorporando progresivamente obras de arte digital hasta convertirse en espacio de referencia para el media art. Ello no impide que sea posible ver arte digital en la feria madrileña, ya sea en el stand que habitualmente presenta a los ganadores del premio VIDA o en los espacios de las galerías Max Estrella, Haunch of Venison, Bitforms o [DAM], entre otras, pero ejemplifica el escaso peso que actualmente tiene este tipo de creación en el mercado del arte contemporáneo.

¿Una presencia ignorada?

Pese a contar con una larga historia, el media art no parece haber conseguido su reconocimiento entre las principales corrientes del arte contemporáneo, algo que otras disciplinas relativamente recientes como la performance o el vídeo arte sí han logrado. Tal vez su carácter experimental, su rápida evolución y las complicaciones técnicas que plantean tanto su exhibición como su conservación sean factores que compliquen su aceptación por parte de galeristas y coleccionistas. En cualquier caso, a medida que los soportes tecnológicos resultan más asequibles y fáciles de mantener, las obras digitales van encontrando un lugar en las galerías: artistas y galeristas trabajan en adaptar los formatos de las obras para que éstas puedan ser comercializadas, ya sea en forma de software que el comprador puede instalar en un ordenador, en pantallas táctiles, impresiones digitales, u objetos interactivos. Entre estos últimos, cabe destacar la obra de Daniel Rozin, cuyos «espejos» han sido notablemente populares, o las obras de la serie Shadow Box, del artista Rafael Lozano-Hemmer, conocido por sus instalaciones e intervenciones urbanas. En ambos casos, se trata de obras compuestas por un único objeto que reacciona a la presencia del espectador.

Este tipo de obras cuenta con una particular aceptación, pero el arte digital puede adoptar muchos otros formatos. El problema está, desde el punto del vista del mercado, en conseguir que la obra sea comercializable y se pueda garantizar su exclusividad al comprador. La propia naturaleza del arte digital dificulta su comercialización de varias maneras: los archivos digitales pueden copiarse y distribuirse fácilmente, son inestables, dependen de formatos y sistemas operativos que pueden quedarse obsoletos, son el resultado de un proceso que no siempre puede verse o comprenderse fácilmente, y un largo etcétera. Por ello, el trabajo de los galeristas que promueven el arte digital se centra tanto en mostrar el valor de la obra como en procurar que ésta adopte un formato que permita su adquisición por parte de un coleccionista.

Galeristas y productores

Los galeristas trabajan por tanto en estrecha colaboración con los artistas, contribuyendo a definir la forma que adoptan las obras a la vez que establecen un modelo de comercialización y distribución. Como ejemplo de esta labor, reproduzco a continuación fragmentos de las entrevistas que he mantenido con los galeristas Steve Sacks (bitforms, Nueva York) y Wolf Lieser (DAM, Berlin), recientemente publicadas en la revista art.es.

Steven Sacks. Foto: WIRED Magazine

Steven Sacks es el director de la galería bitforms de Nueva York, fundada en 2001. Inspirado por las exposiciones que tuvieron lugar ese año en grandes museos americanos, Sacks es uno de los primeros galeristas que dedica su programa por entero a las obras de arte y nuevos medios. En casi una década de existencia, ha sido coronado “rey del arte digital”, ha explorado el mercado asiático con una sucursal en Seúl y participado en diversas ferias internacionales de arte contemporáneo.


El arte de nuevos medios es conocido en todo el mundo gracias a una multitud de festivales especializados, como Ars Electronica. Pero, ¿es aceptado en el mundo del arte?

El arte de nuevos medios, que suele ser más experimental y puede ser más difícil de coleccionar, ha visto un aumento de su aceptación y presencia en el mundo del arte. Muchos artistas de new media participan en festivales, que pueden juntar demasiadas obras similares en un mismo lugar. Algunos artistas han hecho el salto de los festivales a los centros de arte, pero han escogido hacer esa transición y han realizado ciertos ajustes a su obra para tener éxito. Rafael Lozano-Hemmer es un magnífico ejemplo de un artista que ha dado ese paso con un éxito increíble. Si bien se le conoce por sus grandes instalaciones en festivales y espacios públicos, ahora crea obras más pequeñas e íntimas que han sido bien recibidas en el mundo del arte.
Al dirigir la primera galería dedicada al new media art he podido conectar mejor con los procesos y la visión del artista y ayudar de manera productiva en la transición y producción de obras para un público con la mentalidad propia del mundo del arte.

Las obras de arte basadas en software presentan diversas dificultades en el momento de su comercialización en el mercado del arte. ¿Cómo han afrontado, usted y los artistas, estas dificultades?
En cuanto a su distribución, consideramos el arte basado en software y el arte de vídeo generativo en los mismos términos en que las galerías deberían considerar el vídeo arte. Hay una copia de visionado y otra de archivo, y adjuntamos a cada obra un certificado y toda la información necesaria para instalarla y verla. Las instalaciones más complejas cuentan con una serie de recomendaciones para su presentación y conservación en el futuro. El principal problema a tener en cuenta en el futuro, para las obras de arte basado en software, es la migración a nuevos sistemas operativos. Si el coleccionista se mantiene activo en lo que respecta a la conservación de sus obras, estas pueden ser actualizadas y mantenidas fácilmente a través de mi galería o de los estudios de los artistas.

¿Puede la pantalla plana convertirse en el nuevo lienzo?
Las obras presentadas en pantallas planas tienen mucho éxito e incluso se han hecho más populares en los últimos años, a medida que más artistas exploran este medio. Preveo un mundo del arte en el mucho coleccionistas tendrán pantallas en sus casas dedicadas exclusivamente a mostrar obras de arte de forma rotatoria.

Wolf Lieser. Foto: Artfacts

Wolf Lieser funda el Digital Art Museum en 1998 y en 2000 lo convierte en un museo virtual en la Red. Desde este museo, impulsa la obra de artistas pioneros como Manfred Mohr o Roman Verotsko e incluso crea un premio como reconocimiento a la carrera de un artista, algo inusual en un ámbito centrado en lo nuevo y poco acostumbrado a explorar su propia historia. En 2003, abre una galería de arte digital en Berlín, con la que ha participado en diversas ferias internacionales, y en 2010 inaugura una galería gemela en Colonia. Recientemente ha escrito el libro Arte digital. Nuevos caminos en el arte (Ullmann, 2010).

Usted fundó el Digital Art Museum [DAM] en un momento en que Internet parecía ofrecer una vía de escape al mundo del arte tradicional. Más tarde, abrió una galería en Berlín. ¿Cómo fue la transición entre el museo online y la galería?
En los 90 hice una serie de reflexiones acerca del arte de nuevos medios: no había mucho interés en este tipo de obras en las instituciones del mundo del arte, y por tanto el arte digital existía en un ghetto de festivales como Ars Electronica o SIGGRAPH, sin que hubiera mucha relación con el mundo del arte. No había un mercado para este tipo de obras o bien se vendía disfrazado como arte constructivista o como dibujos en plotter transferidos a lienzo. Por último, los comisarios, responsables de museos, galeristas y periodistas en muchos casos no conocían este campo ni sus antecendentes históricos, que se remontan a los años 60.
Ya había intentado mantener una galería dedicada al arte digital en Londres con un socio (Colville Place Gallery, 1999-2002). Pero era demasiado pronto para el mercado. Buscaba una solución para promover este tipo de arte con el presupuesto de una galería joven. Por una parte, quería que más gente conociera su historia, y por otra, quería ayudar a los artistas y desarrollar un mercado. El proyecto [DAM] fue el resultado de mi investigación. Un museo en la Red que muestre la historia del arte digital y a las principales figuras de la escena contemporánea, empleando las ventajas que empezaba a ofrecer Internet en aquella época. El plan también contaba con una parte comercial, una galería con la que construir un mercado para los artistas. Posteriormente, el premio a toda una carrera añadió un mayor reconocimiento al trabajo pionero de algunos artistas.

Los artistas a los que representa trabajan en una gran variedad de formatos, desde dibujos de plotter a instalaciones interactivas. Según su experiencia, ¿qué formatos son más atractivos para los coleccionistas y/o el público en general?

Al principio la mayoría de los clientes buscaban obras en 2D, un dibujo en plotter o una impresión parecían ser los formatos más comunmente vendibles.  Pero desde entonces los tiempos han cambiado, y no sólo para el arte digital. Por ejemplo, la obra del artista Tino Seghal que se vende es simplement un concepto expresado verbalmente. El mercado es muy diverso, todo parece posible. Me gusta esta idea y es lo que sigo explicando a mis clientes, que con su dinero ante todo ayudan al artista a seguir trabajando y muestran su aprecio por lo que crea. Aún así, el mercado es un mercado dominado por la leyes de la economía y que atrae a un gran número de personas. Me interesan las obras inteligentes, convincentes a nivel estético y conceptual, y esto no es necesariamente lo que agrada a la mayoría.

Escribir un libro de arte digital, gestionar dos galerías, un museo online y un premio digital desde una misma empresa es un esfuerzo sin igual. ¿Cómo consigue mantener la integridad de todos estos proyectos?

El libro “Arte digital. Nuevos caminos en el arte” procura establecer una mirada amplia, de alcance internacional, a la escena del arte digital. Se mencionan muchas otras galerías. El museo online cuenta con un panel de asesores compuesto por siete expertos que deciden qué artistas incluir en la web del museo, de manera que no es una selección personal mía. Para el premio, por otra parte, invito a expertos que nominan a los artistas. Me aseguro de que pertenezcan a diferentes áreas, y me veo a mi mismo como un simple moderador dentro del jurado. ¡Tan sólo el programa de la galeria es estrictamente personal! Al gestionar todo esto contamos con una mejor competencia para tratar con el arte digital que no se limita a qué vender por cuánto dinero. Asesorar en nuestro objetivo principal.

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