«Después de Matemática Computacional, mi segunda opción en la lista de carreras era Filología Catalana»

25 julio, 2023
Rocío Carratalá, doctora en Informática Rocío Carratalá, doctora en Informática.

Las personas pueden tener gustos variados, más allá de la división entre ciencias y letras. La curiosidad es clave para estudiar con buenos resultados. Y las matrices jerárquicas son algo complejo que puede ser traducido de manera llana utilizando el símil de un perro. Lo explica Rocío Carratalá Sáez, que fue profesora colaboradora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y que, a sus treinta años, es doctora en Informática con mención internacional. Actualmente docente en el departamento de Informática e investigadora del grupo Trasgo de la Universidad de Valladolid, Carratalá acaba de recibir uno de los Premios de Investigación de la Sociedad Científica Informática de España y la Fundación BBVA en la modalidad de ‘Jóvenes investigadores’. 

¿Rocío, qué supone para ti este reconocimiento?

Sobre todo, es un honor. Y también es un reconocimiento a mis directores de tesis, que me acompañaron y guiaron en todo el proceso. La carrera como profesional dentro de la universidad es una carrera de fondo, con muchos obstáculos, y este tipo de premios son una palmadita, un balón de oxígeno, un empuje para salir adelante y para pensar que merece la pena el esfuerzo. Que hay que seguir luchando por la vocación. 

De hecho, el premio dice textualmente que ‘quiere servir de estímulo para que los galardonados continuéis con vuestra labor investigadora’. A tus treinta recién cumplidos, ¿te ves investigando en el futuro?

Me encanta la investigación y también me gusta mucho la docencia. La única vía para mantener las dos como parte de mi profesión es la vía universitaria. Me veo como profesora universitaria en un futuro y estoy luchando por ello. Ahora mismo ya soy profesora ayudante doctor en la Universidad de Valladolid, aunque tengo el objetivo de volver para casa, en Castellón. El Mediterráneo tira. 

¿Cómo surgió esa vocación por investigar y por enseñar?

La investigación siempre me llamó la atención y tuve la oportunidad de conocerla al empezar el grado de Matemática Computacional en la Universidad Jaume I de Castellón. Allí tienen un programa que se llama Estudia e Investiga. Puedes unirte a un grupo de investigación y conocer qué se hace. No puedes contribuir mucho, pero sí que puedes descubrir ese mundo. Formé parte de un grupo, conocí lo que suponía investigar y me gustó. Luego, en cuarto, tuve una beca de colaboración, trabajé con un grupo del departamento de Informática y ahí me di cuenta de que lo que me interesaba no era ni investigar en matemáticas ni en informática, sino algo mixto. Algo aplicado. Entonces, un profesor que acabó siendo mi codirector de tesis, José Aliaga, me dijo que él y Enrique Quintana buscaban un estudiante de doctorado para hacer álgebra computacional, algoritmos de álgebra lineal paralelizados. Era justo lo que yo andaba buscando.

Me encanta la investigación y también me gusta mucho la docencia: la única vía para mantener las dos como parte de mi profesión es la vía universitaria.

Poca gente entiende esto último y poca gente entiende la labor por la que se te reconoce en el premio: tus ‘contribuciones a la computación de altas prestaciones para la paralelización de matrices’. ¿Nos lo puedes traducir?

La computación de altas prestaciones es lograr que los recursos computacionales trabajen en equipo de manera que consigan resolver problemas que de cualquier otra forma sería imposible resolver.

¿Recursos computacionales son ordenadores?

Sí, se suelen utilizar supercomputadores, conjuntos de muchos ordenadores coordinados. Los ponemos a todos a trabajar en equipo de manera que el rendimiento sea lo más cercano posible al rendimiento óptimo. Y eso abarca campos muy distintos. Por ejemplo, tiene aplicación en el mundo de la simulación aeronáutica: se simula lo que va a ocurrir con las naves a partir de diseños hechos antes de construirlas, claro. También tiene aplicación en la Inteligencia Artificial, tan de moda últimamente. O en el procesamiento de grandes cantidades de datos. Humanamente, podríamos hacerlo, pero sería inviable por una cuestión de tiempo. 

(…)

Y las matrices son una forma de representar los datos en dos dimensiones. Por filas y por columnas. Esto, por muchos motivos, es muy conveniente para el trabajo computacional. Yo trabajé con las llamadas matrices jerárquicas y me gusta explicarlo así: yo tenía una perrita, Pelusa, que estuvo muchos años conmigo. Puedo hablar de ella, de su identidad. Pero puedo abstraer un poco, quito parte de la información y hablo de un bichón maltés, que podría ser Pelusa o cualquier otro. El siguiente paso sería hablar de un perro, sin especificar ni identidad ni raza. Y el otro paso ya sería hablar de una mascota. Las matrices jerárquicas recorren estos pasos y van quitando la información menos relevante para la aplicación con la que vayamos a analizar los datos. ¿Para qué se hace? Para ser más rápidos al computar y para almacenar menos datos.

¿Algún ejemplo?

Airbus. Tiene un software muy potente que se utiliza en las simulaciones que se hacen para evaluar la temperatura o la presión sobre un avión que va a estar muchas horas en funcionamiento. Y no le interesa cada punto del avión, sino, por ejemplo, puntos clave. Las alas, la punta, la cola, o puntos concretos de la panza del avión. El resto de datos se pueden eliminar para que haya menos operaciones alrededor.

Investigas también en bibliotecas de álgebra lineal… Otro concepto que no estamos acostumbrados a escuchar.

La biblioteca es el conjunto de programas que resuelven las operaciones sobre las matrices. En una biblioteca humana hay un conjunto de libros; pues los libros, en este caso, serían algoritmos que resuelven operaciones. Una suma de matrices podría ser un libro. Un producto de matrices, otro libro. 

¿Cada libro sería una manera de calcular?

Cada libro representa un cálculo concreto, una operación determinada. Sus páginas son el conjunto de instrucciones que entregas al ordenador para que te haga ese cálculo. Esto está en constante desarrollo, porque surgen nuevos dispositivos, se diseñan nuevas herramientas para repartir el trabajo entre los recursos computacionales… E investigamos para repensar los algoritmos. 

Fuiste la estudiante con la nota media más alta de tu promoción. ¿Cómo se consigue esto?

Con mucho esfuerzo. Ha habido muchos fines de semana de trabajo. Pero mis compañeros también hicieron esfuerzo, no quiero desmerecer el suyo. Quizás, se consigue también con pasión por lo que estudias. Yo soy muy curiosa y tuve la suerte de que la mayoría de asignaturas del grado me gustaban mucho. En general, pudo más la curiosidad que el sentirlo como un sacrificio. Y, por supuesto, tuve un apoyo muy grande desde casa. 

¿Desde pequeña te gustaban las matemáticas?

Sí, pero también un montón de cosas más. ¡La segunda opción en la lista de carreras que quería estudiar era Filología Catalana!

A veces separamos mucho las ciencias de las letras…

No están tan lejos. Hay muchísima intersección, pero quizás la forma en que las descubrimos en la escuela o en el instituto las desliga. Te pueden gustar cosas muy variadas…

Hablabas de la curiosidad. ¿Es importante fomentarla en la docencia?

Es clave fomentarla y mantenerla. A veces caemos en la rueda de dar todos esos temas, o cubrir todos esos objetivos… Y ahí, la prisa, que invade todo en nuestra sociedad, deja poco margen a la curiosidad, al descubrimiento, al resolver dudas. En mis clases aquí, en la Universidad de Valladolid, siempre intento fomentar el debate. Aunque se digan barbaridades. Al final, lo que importa no es que se digan cosas correctas, sino que alguien se plantee cosas, que piense en lo que está estudiando, vaya más allá y se atreva. Eso implica generar un ambiente de calma, que no haya burla ni vergüenza. Claro, en grupos muy grandes es difícil. Pero, si logras que el alumnado se sienta cómodo, surgen debates muy interesantes. Y eso es clave.

Es clave fomentar y mantener la curiosidad en la docencia.

Has sido profesora colaboradora de la asignatura Fundamentos de programación de la UOC.

Mi intención es volver, ahora no puedo porque es incompatible con mi contrato actual. Me gustó mucho la experiencia, es una docencia muy diferente porque no tienes sesiones síncronas, sino que los alumnos te contactan o preguntan a través del foro. Ocurre que mucha gente se siente más tranquila preguntando por escrito que alzando la voz en clase.

Esta pregunta ya empieza a ser un poco tópica, pero ¿qué particularidades tiene ser mujer en tu ámbito?

Sí que es un tema clásico. Comentaba hace unos días con compañeros de la Universidad de Valladolid que parece que, cuando los grados de ingeniería tienen el componente de ciencias puras que tenía, en mi caso, Matemática computacional, atraen a más mujeres. En mi clase, éramos prácticamente mitad y mitad. Y, de hecho, a curso por año terminamos la carrera cinco chicas y un chico. También es una carrera que tiene mucho abandono, y después del abandono se mantuvo más o menos mitad y mitad. Pero, cuando estudiaba Matemática computacional, compartíamos algunas asignaturas con Informática, y allí sí que había muy pocas chicas. Y en la Universidad de Valladolid pasa lo mismo. No sé por qué. Por otro lado, a nivel personal, ser mujer nunca me ha afectado, ni en clase ni en los congresos. En el grupo de investigación soy la única chica y no tengo ningún problema. Aunque es cierto que hay otras mujeres que sí dicen haber vivido situaciones incómodas.

También has participado en un libro que anima a construir tu propio Supercomputador. ¿Nos lo explicas?

¡Es un efecto secundario de la pandemia! Con dos compañeros de doctorado organizábamos un curso para estudiantes de Ingeniería informática, Matemática computacional y, si sobraban plazas, abierto a cualquier otro estudiante de la universidad que tuviera interés. En ese curso contábamos lo que es la computación de altas prestaciones, un campo muy interesante pero muy desconocido. No se puede llegar a trabajar mucho en esto durante el grado. A raíz del curso, se nos ocurrió hacer otro con dispositivos Raspberry Pi, que son como unos pequeños ordenadores. Les dábamos a los alumnos cuatro Raspberries y les invitábamos a simular que eran un supercomputador. Lo hacían todo desde el principio, ellos montaban todo, cacharreaban, que decimos nosotros, y les hacía mucha gracia. Dimos dos ediciones de ese curso y la tercera se paralizó con la pandemia. Un día, en una videollamada, a uno de los compañeros se le ocurrió hacer un libro con todo ese material que teníamos, para que cualquiera que quiera jugar a tener su propio computador pueda hacerlo. 

¿Hacia dónde va este mundo en el que tú investigas? ¿Qué cosas buenas nos puede traer?

El deseo es que sean buenas, lo que pasa es que los humanos tenemos una facilidad para montar líos… [se ríe]. ¿Qué se hará con las bibliotecas de álgebra lineal? Queda fuera de nuestro alcance. Pero, siempre, el objetivo es que los problemas se resuelvan de la forma más rápida posible y que se haga un uso responsable de los recursos.

¿Algo que te haría especial ilusión que pasara?

Participar en el desarrollo de alguna de las bibliotecas que se acabarán convirtiendo en estándares por su alta fiabilidad. 

¿Quieres añadir algo más?

Agradeceros que nos deis visibilidad porque formáis parte, como el premio, de ese ánimo que nos llega para seguir con nuestro trabajo. 

(Visited 183 times, 1 visits today)
Autor / Autora
Periodista col·laboradora
Comentarios
Deja un comentario