Dilemas éticos en los usos de la tecnología (I)
15/06/2016El Observatorio Tecnológico de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC reflexiona sobre diferentes temas de actualidad que giran alrededor del mundo de las tecnologías de la información y la comunicación. Los autores (los profesores Irma Vilà, Robert Clarisó, César Córcoles, Josep Jorba, Enric Mor y Antoni Pérez-Navarro) se fijan en esta ocasión en los dilemas éticos en los usos de la tecnología.
Como sabéis, cruzar la calle con el semáforo en rojo es un delito susceptible de multa. Hace poco ha aparecido un servicio web que accede a las múltiples cámaras de tráfico de una ciudad y, aplicando técnicas de visión por ordenador, detecta y graba a personas que cruzan en rojo para presentar después el vídeo resultante al usuario, preguntándole si quiere denunciar al infractor.
De hecho, este servicio del que os hablamos es en realidad una instalación artística de un artista belga, Dries Depoorter, que quiere poner de manifiesto la potencial intrusividad de algunas tecnologías. Un ejemplo similar es un proyecto fotográfico construido sobre imágenes obtenidas de webcams abiertas en el que podemos ver una gran cantidad de fotografías de personas que no saben que han sido fotografiadas…
El siguiente ejemplo es, desgraciadamente, real. Findface es un servicio ruso que permite cruzar cualquier foto contra las fotos públicas etiquetadas en la red social Vkontakte, extremadamente popular en Rusia. Poco tiempo después de hacerse público el servicio, un grupo de personas ha comenzado a aplicarlo a películas pornográficas, para identificar a las mujeres que participan en ellas (no a los hombres, según la información disponible) y enviar esta información a sus contactos en dicha red social. Cabe decir que, a pesar de este uso de la tecnología, las bases de datos de caras y el reconocimiento facial, así como la visión por ordenador en general, tienen utilidades notables.
Los usos «imprevistos» de información que ha sido recopilada por aplicaciones y similares van más allá de los dos ejemplos anteriores. No hace mucho se publicaba en la prensa barcelonesa que Waze, una aplicación de GPS social que adquirió Google hace un tiempo, comparte sus datos con el Servicio Catalán de Tráfico y el ayuntamiento de Barcelona. El principal uso de esa información compartida es obtener información instantánea sobre el estado del tráfico. Hacer lo mismo sin esta infraestructura crowdsourced requeriría una inversión colosal. Pero… ¿puede tener otros usos esta información? Debemos suponer que los datos han sido anonimizadas, pero hay múltiples ejemplos que muestran que «desanonimizar» datos a menudo es extremadamente fácil, al menos para una parte de los datos recogidos en grandes volúmenes.
Hace unas semanas unos investigadores daneses publicaron una colección de 70.000 perfiles del sitio de dating OkCupid en los foros de una revista científica de psicología. Los investigadores afirman que toda la información estaba disponible en los perfiles públicos de las 70.000 personas, a los que se puede acceder sin ser usuario del servicio. La polémica está servida: ¿es ético publicar esta colección, teniendo en cuenta que el objetivo es facilitar la investigación científica? (El dataset fue retirado poco tiempo después.)
También ocurre con cierta frecuencia que en herramientas colaborativas en la web el desconocimiento de los usuarios (o la poca claridad del diseño de experiencia de la aplicación correspondiente, por ejemplo) hace que se acaben publicando datos sensibles de manera involuntaria. Un caso relativamente frecuente es el que se conoce como Google dorking de documentos de aplicaciones «en la nube» como Google Drive o Dropbox. Y no es necesario que se trate de usuarios poco avezados en el uso de la tecnología: de desarrolladores que se dejan información sensible en los proyectos que suben a Github hay un montón. Un caso similar es el de los usuarios que utilizan los servicios de streaming que han popularizado últimamente redes sociales como Twitter (con Periscope) o Facebook para retransmitir momentos privados a audiencias potencialmente enormes. Y, sin embargo, tanto poder editar colaborativamente documentos en la web como la posibilidad de hacer un streaming de forma fácilmente accesible, sin grandes barreras de autenticación son, sin duda, factores que han contribuido notablemente al éxito de todos estos servicios.
No son estos los únicos problemas que vienen de la mano de las ventajas que nos aportan las nuevas tecnologías. Pero hagamos una pequeña pausa para tomar aire y reflexionar. En una próxima entrada recuperamos el tema y seguimos revisando potenciales dilemas éticos en los usos d ela tecnología.
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