Datos para todos
06/02/2012Entre todas las tendencias tecnológicas y sociales que señalan los analistas, y a las que nos hemos referido últimamente (por ejemplo aquí y aquí), sin duda el tópico del año es la presencia masiva y ubicua de los big data, el diluvio de datos que se produce cada nanosegundo, y cuyos usos individuales, empresariales y sociales apenas comenzamos a imaginar: datos de buscadores, clicks en la web, palabras en los correos electrónicos y las redes sociales, llamadas, textos y conversaciones en el móvil, datos de sensores de toda clase en la calle y en la «internet de las cosas», o las aportaciones voluntarias de la gente en eso que se llama ahora crowdsourcing. El volumen de datos se multiplica por tres cada dos años, desafiando cualquier ley anterior: 2,5 quintillones de datos al día, según un informe de IBM.
El Foro Económico Mundial, que se ha celebrado en Davos hace unos días, la reunión de todos los que mandan e influyen en el mundo mundial, y que no suele dedicar mucho rato a las tecnologías de la información, ha tratado este tema en varios coloquios públicos y reuniones privadas, y ha dado a conocer un estudio propio, titulado “Big data, Big Impact: New Possibilities for International Development”. Otra novedad: los “grandes datos” salen del universo más reducido de los matemáticos y tecnólogos, pasan por su adopción no sencilla en el mundo de la empresa, y aparecen ahora como un instrumento de desarrollo económico y social a gran escala.
En teoría, el uso inteligente de este volumen de datos debería permitir identificar más rápido tendencias mundiales, regionales o locales y actuar sobre ellas de forma más inmediata y eficiente, sean fenómenos meteorológicos, desastres naturales o humanos, enfermedades y epidemias, necesidades de nutrición o de educación… O tendencias de consumo o de moda, naturalmente.
En la actualidad, las barreras y desafíos para la adopción de la inteligencia de negocio derivada de los grandes datos no son principalmente tecnológicas, sino empresariales, políticas y sociales. El camino para tener un “Data Commons”, o sea para compartir abiertamente la información procedente de esta multiplicidad de fuentes, presenta riesgos y preocupaciones sobre la privacidad y seguridad de datos y comunicaciones, dificultades para personalizar y localizar la información individual (incluida la voluntad de las personas y empresas para exponerla al dominio público), incentivos económicos o no para compartir los datos y, no en último lugar, la escasez de capacidades y conocimientos que deben aportar “científicos sociales”, un tipo muy raro de gente capaz de hacer o ayudar a hacer las buenas preguntas y saber encontrar las respuestas.
Según el estudio del Foro Económico Mundial, los gobiernos pueden actuar como catalizadores de este movimiento, estableciendo regulaciones sobre privacidad y seguridad que no inhiban la innovación, promocionando el desarrollo de la infraestructura técnica y el capital humano y, en particular ofreciendo libremente la información que poseen para uso público, y aplicaciones para poder utilizarla inteligentemente. Este es el movimiento llamado de “datos abiertos” u open data, que desde hace unos pocos años han promocionado organizaciones internacionales (como la ONU o el Banco Mundial), gobiernos nacionales (como el de Kenia) o ciudades (como Chicago o, entre nosotros, Barcelona).
Sin embargo, en mi opinión, la mayor barrera para la adopción de la inteligencia de datos, tanto a nivel empresarial como social, son los privilegios de la ignorancia o, como dicen los anglosajones, el fenómeno HIPPO (el valor de la opinión del que manda más o está mejor pagado, the highest-paid person opinion): bastantes directivos de la empresa y el gobierno están encantados de opinar y tomar decisiones que no se basan ni en la información ni en la inteligencia, y seguidamente culpar a la falta de información por sus decisiones equivocadas.
Es tanta la información que agobia un poco pensar en ello. Lo que es descorazonador es que casi siempre la información se ha utilizado primero con fines militares y de «seguridad» o mejor dicho con el fin de controlar a las personas y los países. Ahora no va a pasar nada excepcional, las potencias utilizaran esta información con los mismos fines.