Prácticas restaurativas para combatir el acoso escolar

23 mayo, 2019

Ecuador ejemplifica como abordar la gestión y resolución de conflictos en el ámbito escolar a través de las prácticas restaurativas contribuyen a combatir el “bullying” o acoso escolar.

Las prácticas restaurativas tienen su origen en la justicia restaurativa, una forma de ver la justicia penal que pone su énfasis en cómo el delito daña las relaciones entre las personas que viven en comunidad, y que busca reparar el daño y restaurar las relaciones humanas (Rul·lan, V. 2011). Estas prácticas constituyen un abanico de herramientas que permiten, ante todo, construir comunidad y cuando es necesario, prevenir, detectar, gestionar y resolver situaciones de conflicto o de violencia.

La aplicación de las prácticas restaurativas puede llevarse a cabo en distintos ámbitos -laboral, social, comunitario, familiar-, pero es en el educativo donde este enfoque adquiere una vital importancia. Diversos estudios muestran que las prácticas restaurativas en las escuelas disminuyen la ratio de expulsiones, crean un clima más calmado y tranquilo, y favorecen la gestión positiva de conflictos cotidianos y de conflictos más graves como el acoso escolar (Barnet, 2008; Buckley y Maxwell, 2007; Lloyd, Mulhern y Gardner, 2008; Sherman y Strang, 2007, entre otros). Además, permiten construir un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia y previenen los conflictos, tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo entre las personas.

Las prácticas restaurativas, aplicadas a contextos educativos, disminuyen la ratio de expulsiones, crean un clima más calmado y tranquilo, y favorecen la gestión positiva de conflictos cotidianos y de conflictos más graves como el acoso escolar

Este enfoque plantea la superación del modelo punitivo y castigador para la gestión del conflicto, y propone una gestión de las relaciones humanas de manera más horizontal, democrática y participativa. Por tanto, un enfoque que nace como reactivo (para reaccionar al conflicto o conducta antisocial) se desarrolla de forma proactiva, en el sentido que busca generar las condiciones adecuadas para crear un clima de aprendizaje positivo y entornos amables, donde todas las personas de la comunidad educativa puedan desarrollar al máximo sus potencialidades y, al mismo tiempo, crecer como personas (Vilar, 2008).

En este sentido, la Asamblea General de Naciones Unidas, en su informe “Protección de los niños, niñas y adolescentes contra el acoso escolar”, señala que las prácticas restaurativas, en el ámbito escolar, abordan los conflictos desde un enfoque social, afectivo, pedagógico y de derechos, orientado por los principios de protección integral e interés superior de niños, niñas y adolescentes (Naciones Unidas 2016).

Las prácticas restaurativas nos ofrecen una concreción teórica y práctica, con la finalidad de facilitar herramientas y metodologías proactivas y reactivas, a las personas que integran la comunidad educativa, principalmente al personal docente. A nivel proactivo, tienen el objetivo de fortalecer o construir comunidad, así como prevenir situaciones de conflictos o evitar su escalada a manifestaciones de violencia. Para ello, se utilizan metodologías y herramientas como la escucha activa, la comunicación no violenta, el diálogo restaurativo y los círculos, bien sean círculos de diálogo, círculos para crear comunidad o círculos restaurativos preventivos. A nivel reactivo, estas prácticas están dirigidas a dar respuesta a situaciones de conflicto o violencia donde están involucrados estudiantes. Entre sus herramientas principales encontramos los círculos restaurativos reactivos, para tratar problemáticas y conflictos que afectan a un grupo amplio de personas, y las reuniones restaurativas.

El Ministerio de Educación del Ecuador impulsó las prácticas restaurativas para reducir el alto nivel de bullying escolar

En 2016 la Asociación flamenca para la Cooperación al Desarrollo y Asistencia Técnica (VVOB por sus siglas en neerlandés), inició conjuntamente con el Ministerio de Educación del Ecuador, el fomento de las prácticas restaurativas en los centros educativos del país. Este trabajo se llevó acabo debido a los altos niveles de acoso escolar que se detectaron a través del estudio “Violencia entre pares en el sistema educativo: Una mirada en profundidad al acoso escolar (Unicef, 2015)”, el cual reveló que, en Ecuador, 1 de cada 5 estudiantes entre 11 y 18 años había sido víctima de acoso escolar.

El trabajo se inició con la formación del personal docente y los equipos de los departamentos de consejería estudiantil. Estos departamentos, conformados por profesionales del área de psicología y trabajo social, tienen la función de dar atención a casos de conflictos y violencia, así como la implementación de estrategias de prevención en los centros educativos.

Es necesario empoderar a la comunidad educativa para conseguir la viabilidad, no sólo de las prácticas restaurativas sino también del proceso de formación y del liderazgo del cambio de una disciplina escolar sancionadora a una disciplina escolar restaurativa

A través de encuestas de percepción de la violencia escolar y grupos focales realizados con el personal docente y de bienestar estudiantil participantes en este proyecto se constató que la formación del personal docente y directivo es un elemento trascendental para el éxito en la implementación del enfoque restaurativo en la escuela. Tal y como señala Hopkins (2004), el empoderamiento está en el corazón de la filosofía restaurativa. En este sentido, es necesario empoderar a la comunidad educativa para conseguir la viabilidad, no sólo de las prácticas restaurativas sino también del proceso de formación y del liderazgo del cambio de una disciplina escolar sancionadora a una disciplina escolar restaurativa. Esta formación debería hacerse a dos niveles: una formación más general, dirigida a todo el personal de la comunidad educativa, y otra más especializada, dirigida a los profesionales que lleven a cabo los procesos restaurativos más especializados, como son las reuniones restaurativas.

Otra conclusión que se ha obtenido ha sido constatar que los círculos, en todas sus modalidades -restaurativos, para crear comunidad y de diálogo- permiten al profesorado tener acceso a información sobre sus estudiantes, la cual probablemente no obtendrían de otra forma. El alumnado, al sentirse en seguridad, en igualdad de condiciones, participando al mismo nivel, se abren y cuentan más detalles sobre sí mismos. Esto ayuda al profesorado a conocer y obtener información sobre sus necesidades, miedos, proyectos de vida… .

Otro aspecto importante visualizado es que la implementación en los centros educativos del enfoque restaurativo, o de cualquier otra metodología de prevención y resolución alternativa de conflictos, se debe realizar desde un enfoque sistémico. Para ello, debemos entender los grupos humanos que conforman la comunidad educativa, no como la simple suma de las personas que la integran, sino como complejos sistemas que funcionan en base a unas dinámicas que siguen ciertos esquemas. La unidad educativa debe promover una cultura de paz y respeto, así como un clima de diálogo y entendimiento desde todos los grupos que la conforman: docentes, personal directivo y administrativo, personal de bienestar estudiantil, estudiantes y familia. Esta perspectiva restaurativa debe estar presente en la aula -en la manera en que se resuelven los pequeños conflictos diarios-, en la actitud y conducta de sus autoridades, etc.

Artículo de Manel Ortega, asesor educativo de la VVOB, experto en prácticas restaurativas y prevención de la violencia escolar, estudiante del grado en criminología de la UOC.


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