La psicopatía: una reflexión sin filtros
18/03/2025El estudio de la psicopatía es fundamental para comprender cómo se manifiesta y cómo puede ser detectada. Este trastorno, a menudo rodeado de estereotipos y concepciones erróneas, requiere un enfoque científico que permita identificar sus características con precisión. Una de las primeras cuestiones a tener en cuenta es que no todos los psicópatas son temibles violadores o asesinos; de hecho, la mayoría son personas funcionales e integradas en la sociedad, siendo una minoría los que cometen delitos graves y acaban en prisión. . En este análisis, abordaremos algunos de los aspectos clave que permiten reconocer la psicopatía y entender mejor su impacto.
¿Qué es la psicopatía y cuántos psicópatas hay entre nosotros?
El Dr. Jesús Sanz Fernández, catedrático de Psicología de la Personalidad de la Universidad Complutense de Madrid, publicó en 2022 en la revista Frontiers in Psychology un estudio que pretende hacer una estimación sobre la prevalencia de la psicopatía en la población española.
Ello nos lleva, ineludiblemente, a intentar definir de manera válida este trastorno.
La psicopatía no es una patología, es decir, no supone que el individuo no sea dueño de sus actos, sino que distingue perfectamente entre el bien y el mal. Simplemente, actúa instrumentalizando a las personas para obtener cualquier cosa que considere un beneficio, ya sea placer, reconocimiento económico, social, laboral, etc., sin importarle la calificación ética, moral o incluso delictiva de sus actos y sin importarle las consecuencias que se puedan derivar de todo ello. Ello se debe a unas características específicas del trastorno que gozan de amplio consenso en la comunidad científica. Las más relevantes son:
- Presentan una clara falta de empatía emocional: a nivel cognitivo son capaces de identificar lo que los demás sienten, pero son incapaces de sentir lo que el otro siente. No conectan emocionalmente, de modo que no pueden sentir las emociones ajenas.
- Muestran frialdad emocional en sus interacciones íntimas, especialmente a la hora de validar o contener emocionalmente a otra persona, llegando a culpabilizar al otro por sentir lo que siente.
- Son narcisistas: necesitan sentirse grandiosos, protagonistas, reconocidos en su entorno. Les preocupa mucho la imagen que ofrecen y buscan la admiración de los demás. Se sienten superiores al resto de personas y por eso denigran, faltan al respeto o maltratan a la gente de su entorno. Como se sienten superiores y minusvaloran a su familia, pareja o amigos, tienen el convencimiento de que no van a ser descubiertos y no cesan en sus conductas.
- Destaca su gran capacidad de manipulación psicológica: tienen habilidad para identificar emociones ajenas y perfilar a sus víctimas, de ahí que inicien el contacto o la conquista desde el encanto y la “almagemelización” (si se trata de una pareja sentimental), haciendo y diciendo lo que la futura víctima desea oír para, una vez que la tiene atrapada en su red, iniciar la fase de denigración. Esa manipulación psicológica suele llevar a la víctima a dudar de sí misma y de su percepción, hasta llevarla a la disonancia cognitiva. Este proceso psicológico afecta profundamente a la estabilidad emocional y la autoestima de la víctima, ya que comienza una relación de dependencia emocional alimentada por un refuerzo intermitente que es desgastador para su salud física y mental.
- En las relaciones de pareja, suelen ser infieles crónicos, con distintas personas y de forma dilatada en el tiempo. Mantienen un “suministro principal”, para dar la sensación de vida honesta y ordenada, pero cultivan su “agenda oculta” de promiscuidad y múltiples contactos sexuales como «suministros secundarios», a los que igualmente utilizan.
- Son especialistas en tergiversar los relatos utilizando técnicas de neutralización que les sirven para autojustificarse una vez son descubiertos y cargar contra la víctima, atacando su vulnerabilidad y jugando con el sentimiento de culpa.
- Junto a la manipulación, son grandes maestros de la mentira compulsiva: son actores, con una dialéctica fluida y no tienen escrúpulos en mentir descaradamente y hacer creer a su entorno lo que ellos quieren que crean. Son “lobos con piel de cordero”, con mucho encanto social, aunque superficial.
- A nivel de rasgos de personalidad, suelen presentar un bajo control de los impulsos, una baja tolerancia a la frustración y una búsqueda constante de sensaciones. Son rasgos infantilizados, que evidencian falta de madurez y que recuerdan a las conductas de los niños pequeños: marcadas por la inmediatez, el egocentrismo y la frustración fácil. Esa búsqueda constante de sensaciones está relacionada con un deficiente funcionamiento del circuito cerebral de recompensa, de ahí que puedan presentar adicción a las drogas, al sexo, a la pornografía o a la tecnología, entre otras.
Como apuntábamos al inicio, existe la creencia extendida de que los psicópatas son criminales peligrosos y sádicos. Aunque por supuesto los hay (y eso explica el exceso de violencia, el sadismo y la frialdad emocional de algunos asesinos y violadores, que han cosificado a sus víctimas hasta la muerte), la realidad es que las características descritas son también comunes a muchos psicópatas que están integrados en la sociedad —podríamos decir que son “funcionales”—, que saben camuflarse y de este modo obtienen lo que necesitan de su entorno. Lo hacen utilizando la manipulación calculada y generando en ocasiones un grave daño emocional, sobre todo —como hemos dicho— cuando actúan en el ámbito de la pareja, a la cual seleccionan y vinculan emocionalmente primero para despersonalizarla y utilizarla después, mientras pueden mantener una agenda oculta y paralela de búsqueda de nuevos objetivos para mantener ese nivel elevado de sensaciones, sin el que no saben vivir. Ello les lleva a la infidelidad crónica. Además, la baja estimulación neuronal de estos sujetos ante situaciones de miedo o aversión hace que no perciban el riesgo ni el sufrimiento ajeno y por eso no cesen en sus conductas nocivas.
Por su narcisismo y necesidad de control, hay una elevada presencia de personas con rasgos psicopáticos en determinadas profesiones, en general las relacionadas con el poder (que en manos de los sujetos es probable que derive en un abuso de poder, como sucedería con el ámbito político y empresarial) y con las conductas arriesgadas (como el caso de los bomberos, que se enfrentan al fuego, o la policía, que tiene un contacto directo con la delincuencia).
Aunque el instrumento de medición más robusto para la psicopatía es la PCL-R (Psychopathy Checklist-Revised), del Dr. Robert Hare, para realizar una estimación más exacta, la investigación del Dr. Sanz tuvo en cuenta estudios anteriores en los que se habían utilizado también otras herramientas. Es importante destacar que la psicopatía no está contemplada como constructo individual en el manual DSM-V, sino que solamente comparte algunos rasgos de lo que en el DSM se define como “trastorno antisocial de la personalidad”, lo que hace más difícil la caracterización a nivel de diagnóstico y, por tanto, el empleo consensuado del término “psicopatía” en la investigación.
Con la definición planteada, que es amplia y concibe la psicopatía como un trastorno que puede derivar en conductas, pero no necesariamente delictivas, el Dr. Sanz y su equipo estimaron que la prevalencia en la población general en España era del 1% al 4%.
¿Cuáles son los resultados de la intervención con psicópatas?
La psicopatía tiene dos componentes esenciales: el primero es el hereditario, que resulta inamovible e incide en el núcleo básico de la personalidad. El segundo componente es el configurado por el entorno, algo más modulable, que puede contribuir a que se incrementen las conductas antisociales. El funcionamiento de los circuitos cerebrales en los casos de psicopatía es distinto al de la población general, y es una estructura que una vez consolidada no es posible modificar. Es decir, los psicópatas no cambian. Dado que el efecto del entorno social se fija en una etapa muy temprana, cualquier intervención con aspiraciones de éxito debe circunscribirse, en la medida de lo posible, a la franja de edad entre 3 y 7 años.
La Dra. Eva Kimonis, de la Parent-Child Research Clinic, vinculada a la universidad de New South Wales, en Sydney (Australia) explica que los niños de entre 3 y 7 años que acuden a su centro con problemas de conducta suelen experimentar una mejora con las intervenciones habituales (generalmente, la Parent-Child Intervention Therapy -PCIT-), a no ser que esos niños presenten características específicas de dureza emocional. En estos casos, los niños no parecen mejorar a medio y largo plazo, y probablemente presentarán un diagnóstico de psicopatía en la edad adulta. La única intervención con estos niños que parece mantener la mejoría a largo plazo es una adaptación de la PCIT realizada por la Dra. Kimonis. Este tipo de intervención adaptada requiere ineludiblemente de la colaboración de los padres, ya que se basa de manera nuclear en el estilo de crianza, e incide en el afecto y la calidez parentales, la insensibilidad del niño al castigo y los déficits emocionales que presenta.
Es importante destacar que no estamos hablando de un tratamiento curativo, puesto que no se trata de enfermos, sino de un intento de intervención a nivel conductual para conseguir que los niños aprendan a inhibir ciertas conductas y convivir en sociedad sin traspasar la línea del hecho delictivo y resultando lo menos nocivos posible para su entorno.
La efectividad de las intervenciones en psicópatas adultos es más que cuestionable, ya que como hemos indicado, las conexiones cerebrales están consolidadas y es difícil que los sujetos desarrollen una motivación genuina para el cambio en terapia.
La importancia de no subestimar la psicopatía
El estudio de casos reales permite comprender las implicaciones de la psicopatía y su impacto en la sociedad. Un caso estremecedor es el asesinato y violación de dos mujeres policía por parte de Pedro Jiménez en L’Hospitalet en 2004. Jiménez, diagnosticado como psicópata sexual, que ya estaba cumpliendo condena por violación, abusos deshonestos y robo, gracias a su “conducta ejemplar” en prisión obtuvo un permiso de 3 días durante el cual cometió el mencionado doble asesinato con violación. Actualmente, y tras ser de nuevo detenido, está cumpliendo una condena de 35 años. Si no obtiene nuevos permisos, saldrá cuando tenga cerca de 70 años. Aunque en ese momento sus capacidades físicas podrán haber disminuido por la edad y la estancia en prisión, los expertos advierten que su personalidad y su compulsión continuarán intactas, y que, por tanto, es casi indudable que Jiménez volverá a actuar.
Este tipo de casos nos obliga a reflexionar no solamente sobre la gran complejidad de la psicopatía, sino también sobre el efecto negativo que proyecta en la sociedad, y la gran importancia de reconocer y conocer sus características para establecer las medidas necesarias de prevención o, si ya no es posible, de actuación en los casos diagnosticados. A nivel individual y en caso de detectar a una persona con rasgos psicopáticos, la única acción útil es alejarse para protegerse.
Desde un punto de vista jurídico, la psicopatía plantea un dilema en relación con el artículo 25 de la Constitución, el cual establece que la finalidad exclusiva de las penas es la orientación social y la reinserción. ¿Con qué nivel de fidelidad debe interpretarse dicho precepto cuando la realidad empírica cuestiona sus cimientos?
Este artículo se basa en los contenidos abordados en la VII Jornada de Psicopatía en Lleida, organizada por el Hospital Universitario de Santa Maria de Lleida y el Hospital Sant Joan de Déu Terres de Lleida, un encuentro bianual que reúne a profesionales e investigadores para profundizar en el estudio de la psicopatía desde una perspectiva científica.