Carmen Grau: «La política internacional pone a nuestro alcance herramientas útiles para hacer frente al cambio climático»

21/07/2025

Carmen Grau Vila es valenciana, experta en gestión de desastres en Japón. Doctora en historia contemporánea con una tesis sobre desastres y resiliencia con perspectiva de género, es investigadora adjunta en el Institute for Sustainable Community and Risk Management de la Universidad de Waseda y docente en la Universidad de Senshu, en Tokio. Profesora colaboradora de Asia Pacífico en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), ha trabajado en la UNESCO y en proyectos de cooperación en el Perú y Nicaragua. Colabora con laboratorios de ideas y medios internacionales, y forma parte del comité de expertos del Gobierno español para la reconstrucción tras la DANA.

Una parte importante de su investigación se centra en cómo los desastres amplifican desigualdades sociales preexistentes y, en particular, en cómo afectan a las mujeres. Esta mirada feminista la ha trasladado a varios ámbitos de divulgación, como en los artículos «Una mirada feminista a la prevenció i reconstrucció del desastre» (Vilaweb) y «Los desastres suelen empeorar la violencia de género, y hay que prevenirla» (Pikara Magazine).

Aprovechando su vínculo con el grado de Relaciones Internacionales de la UOC y su visibilidad pública a raíz de los recientes episodios de DANA en València, conversamos con ella sobre qué podemos aprender de otros contextos, como el japonés, y cómo debería abordarse la prevención y gestión de desastres desde una mirada crítica, global y con perspectiva de género.

Has estudiado a fondo el caso de Japón, un país altamente preparado para hacer frente a fenómenos extremos. ¿Qué podemos aprender de ellos, desde aquí?

La experiencia japonesa demuestra que la prevención salva vidas. En Japón lo denominan bosai, que es una cultura preventiva arraigada en todos los ámbitos de la sociedad. Es decir, para hacer que la anticipación sea efectiva, toda la sociedad tiene que estar implicada y coordinada. No siempre ha sido así, a partir de los años sesenta y hasta la actualidad, cada vez que hay un desastre grave, la normativa y las actuaciones se revisan para mejorarlas. La clave de su modelo se basa en una doble estrategia: medidas tecnológicas y de infraestructura para la mitigación, por un lado, y por el otro, educación y formación continua a la ciudadanía. El desastre en Japón es una cuestión de estado, pero está integrado en el ámbito local. Por ejemplo, hacen mucha incidencia en la educación de las nuevas generaciones desde muy pequeños para que sepan responder a los riesgos, pero no solo terremotos, también incendios, fuertes lluvias, inundaciones, tsunamis, vientos huracanados o erupciones volcánicas. España puede aprender mucho de este modelo para reforzar nuestros sistemas de alerta y autoprotección.

¿Qué actores internacionales tienen responsabilidad —o capacidad— para prevenir o gestionar los grandes desastres? ¿Y qué papel desempeña la política internacional?

Desde los años noventa, la cooperación internacional en el campo de los desastres se ha intensificado. La ONU, y más concretamente la Agencia para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), promueve una estrategia internacional para hacer frente a los desastres desde diferentes ámbitos y trabaja constantemente en múltiples regiones del mundo. Hace recomendaciones a los estados, sobre alertas tempranas, la seguridad de las escuelas, invertir en prevención o contar con las mujeres y jóvenes en la reconstrucción, y pone en marcha programas e iniciativas. Esta tarea ha impactado en las políticas preventivas de América Latina y Asia, por ejemplo. Y Japón, desde un enfoque innovador en torno a la seguridad humana, ha sido un actor fundamental en el desarrollo de esta estrategia internacional para la prevención. El actual Marco de Sendai (2015-2030) para la reducción de riesgos se basa en la experiencia japonesa del triple desastre de 2011 (donde, por cierto, las mujeres japonesas impulsaron iniciativas pioneras) y el anterior, el Marco de Hyogo (2005-2015), en el terremoto de Kobe de 1995. Estas políticas internacionales son claves porque cada vez es más necesario aprender de las experiencias de los demás, contar con soluciones y adaptarlas a nuestro contexto regional o local para superar eventos extremos y hacer frente al cambio climático. La política internacional pone a nuestro alcance herramientas y conocimientos útiles. 

En los últimos años, Europa ha vivido un aumento de fenómenos extremos vinculados al cambio climático: inundaciones, olas de calor, sequías… ¿Crees que estamos suficientemente preparados para hacerles frente? ¿Qué carencias detectas en la respuesta institucional o social? 

Soy muy crítica con la respuesta europea. El informe del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) de la UE de 2025 alerta claramente de la gravedad y afirma que los fenómenos extremos han provocado 335 víctimas en un año, de las cuales un 70 % son españolas (y valencianas). El pasado marzo, la UE anunció el kit de emergencia a la población, pero vinculado especialmente a los planes de rearme y aumento del presupuesto de defensa. Puedes darte cuenta de cuáles son sus prioridades. Esto tendría que hacernos reflexionar sobre hacia dónde va el proyecto europeo. Con respecto a la gestión de emergencias y cambio climático, aparte de que hay una carencia importante en la comunicación a la ciudadanía, observo respuestas institucionales descoordinadas. España es un claro ejemplo de ello en la gestión de la DANA. Existen, por otro lado, recursos y fondos europeos disponibles y las localidades miran de atraer estas ayudas para mejorar sus capacidades locales. Pero si queremos ser más efectivos para hacer frente al cambio climático y mitigar el impacto de los desastres, esto tendría que acompañarse de una dirección y estrategia clara en toda Europa, y especialmente en nuestro país. 

¿Cómo te ha impactado, en el ámbito personal y profesional, el reciente episodio de DANA en València?

¡Me ha impactado mucho! El ámbito personal y profesional están mezclados por el desastre. Soy de uno de los pueblos afectados y ya vivimos una riada en 1996, cuando yo era pequeña. Este hecho pasado es el que me incitó a hacer investigación en desastres. Porque no entendía cómo, de tanto en tanto, pasaba algo tan desastroso en nuestro territorio y después nadie hablaba de ello, ni se preparaba mejor para el siguiente. Los primeros días de la DANA fueron de tristeza, impotencia y frustración por la gestión. También de llamadas a familiares, amigos, rescatistas, voluntarios, medios de comunicación… En el ámbito profesional traté —y sigo tratando— de poner al alcance de la sociedad la utilidad de la ciencia y el conocimiento en gestión de desastres: charlas sobre autoprotección y resiliencia a los vecinos de los pueblos o estrategias para incluir la perspectiva de género, asesoramiento a las autoridades, formaciones, artículos divulgativos en los medios, entre otros. Confío en la capacidad humana de resiliencia, pero debe tenerse en cuenta qué partes de la sociedad son más vulnerables, estar alerta y vigilar que no vuelva a ocurrir. Quiero, desde mi rincón, contribuir a una reconstrucción sostenible de València y a una mejora de nuestra cultura preventiva. 

Eres profesora colaboradora del grado de Relaciones Internacionales de la UOC. ¿Cómo integráis estas problemáticas globales y tan de actualidad en las asignaturas? 

Vivimos en un mundo globalizado e interconectado, con un nivel de alfabetización mundial cada vez más alto, y donde cada decisión que se toma o cada fenómeno que afecta a una región tiene una repercusión directa en nuestras sociedades. Desde las políticas arancelarias de los EE. UU. y China, un tsunami en el Pacífico o la guerra de Israel o de Ucrania a los presupuestos europeos en defensa. El grado de Relaciones Internacionales busca despertar el espíritu crítico del estudiantado, a la vez que los anima a explorar académicamente temáticas y problemáticas globales. Los alumnos de Relaciones Internacionales en el Asia Oriental, a final de curso, han hecho un pódcast analizando como expertos la guerra comercial actual y su impacto en Asia. El resultado ha sido muy positivo. 

¿Qué consejo darías a alguien que esté pensando en estudiar Relaciones Internacionales en un mundo donde las emergencias —climáticas, políticas, humanitarias— son cada vez más habituales?

En general, mi consejo es que abran su mirada todo lo que puedan cuando se adentren en las relaciones internacionales. Descubrirán un mundo lleno de posibilidades y diferentes especialidades. Y aprenderán conocimientos que también son útiles en su entorno local. A la vez, el mundo actual demanda especialistas que sepan trabajar en situaciones complejas y en equipos diversos. En emergencias climáticas o humanitarias se requieren profesionales multidisciplinarios, empáticos, comprometidos, observadores y con un gran conocimiento de la diversidad cultural y poblacional. 

 

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