Destinos enogastronómicos como opción de turismo de proximidad

27/07/2022
Foto: Maksym Kaharlytskyi en Unsplash.

Ha llegado de nuevo el verano y las vacaciones están ya a la vuelta de la esquina en el hemisferio norte. Tenemos ganas de viajar. Los aeropuertos han recuperado su actividad anterior a la pandemia, casi con total “normalidad”. El turismo de cruceros se reactiva. Los viajes internacionales (incluso transcontinentales) vuelven a estar a la orden del día. Sin embargo, una vez más, el turismo de proximidad parece estar ganándole todavía la partida a los grandes viajes, aunque en esta ocasión, la pandemia (en pleno repunte a la hora de escribir estas líneas) no es ya la única causa, y ha cedido protagonismo a otros condicionantes tales como la inseguridad bélica internacional, el aumento de los precios de los combustibles, las huelgas de personal en determinadas compañías aéreas o las de los controladores aéreos en algún que otro país.

Nuevamente, y al igual que el año pasado por estas fechas, en este breve artículo señalaremos algunas ideas sobre posibles destinos turísticos que son, más allá del resto de sus atractivos, destacables por su gastronomía. Y es que, hagamos lo que hagamos durante las vacaciones, es seguro que, como mínimo, comeremos y beberemos varias veces al día. De modo que, ¿por qué no disfrutarlo y, de paso, aprender con ello?

Paisajes vitivinícolas patrimonio de UNESCO

A pesar de que únicamente en los últimos años (las últimas dos décadas, especialmente) la gastronomía, el vino y (mucho más recientemente) otras bebidas se han convertido en un componente importante del desarrollo rural y de la promoción regional. De esta manera, el turismo asociado a lo alimentario se consolida hoy con un mercado propio cada vez más importante que se extiende en los principales países productores de Europa, pero también de forma cada vez más significativa en otros destinos como California, Sudáfrica, Australia, Canadá, Argentina o Chile. Incluso se ha extendido a áreas como el Mediterráneo sur y este, donde países como el Líbano o Israel desarrollan interesantes rutas culturales alrededor de su gastronomía y, especialmente, de sus vinos.

Hablando de vino y de paisajes vitivinícolas, hay que destacar que las inscripciones en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO de determinados paisajes culturales ligados a la vid y el vino, como son los paisajes vitivinícolas de Saint-Émilion (Burdeos), las terrazas del Duero en Portugal, asociadas con la elaboración y las rutas del vino de Oporto, los paisajes de la isla de Pico (Islas Azores) o los de Tokaj, en Hungría, son un buen ejemplo de promoción turística y cultural del vino ligada con la gastronomía. Dichos “bienes” protegidos han abundado muy especialmente en el aspecto paisajístico, observado desde el punto de vista de su cultura productiva. Su promoción, consecuentemente, se ha enfocado de manera considerable en función de la demanda de turismo cultural. A este proceso hay que sumar también el papel de las bodegas –algunas de ellas más que centenarias–, obradores, museos y centros de interpretación, o también, y más recientemente, el recurso a una arquitectura de autor vinculada a hoteles y bodegas, con complejos que superan los conceptos más tradicionales y se convierten en productos claramente turísticos y de ocio (tal como se evidencia en ejemplos como el del Hotel Marqués de Riscal, obra del arquitecto Frank Gehry, en la D.O.C. Rioja), así como la más reciente estructuración de redes, rutas e itinerarios alrededor del mundo del vino que nos lleva desde Europa hasta América (México, Argentina, Chile, California…), Sudáfrica, Australia o incluso Nueva Zelanda.

Turismo enogastronómico como alternativa de ocio de proximidad y como instrumento de desarrollo socioeconómico

Sin embargo, el turismo enogastronómico acostumbra a ser un turismo interesante para los visitantes de proximidad. Tenemos, por un lado, que un porcentaje importante del turismo enogastronómico se da en el marco de denominaciones de origen establecidas y más o menos conocidas. De esta manera, se trata de un acercamiento a las culturas enogastronómicas locales a través de los productos y de sus transformaciones (platos y bebidas del territorio, artesanías alimentarias…) que busca el aprendizaje, además del ocio y del disfrute.

Por otro lado, tenemos que el negocio que impulsa este tipo de turismo supone también una importante activación del comercio local y, en consecuencia, un acortamiento de las cadenas de compra y un reforzamiento de las de proximidad. Igualmente, se refuerzan otros aspectos tales como la formación de redes desde el territorio, la baja intermediación y el objetivo de la venta directa (puntos de venta de las granjas o de las cooperativas, tiendas de las bodegas o cervecerías artesanales, jornadas, ferias…) que implican que, en muchos casos, el contacto sea directo entre el productor y el consumidor, favoreciendo el contacto personal, la confianza y la información de calidad.

En relación con todo lo expuesto, tenemos también, de manera destacada, el papel que está desarrollando el souvenir gastronómico como “recuerdo” y/o regalo de viaje. Y es que la compra directa de productos de proximidad que el turismo gastronómico promueve constituye una importante ventaja de este tipo de turismo que contribuye a crear o a mantener el valor añadido en áreas con menores posibilidades de atracción turística. De este modo, el turismo gastronómico contribuye al desarrollo territorial de zonas, frecuentemente de interior, que encuentran en este tipo de turismo un atractivo interesante y un factor de desarrollo socioeconómico nada desdeñable.

Finalmente, tenemos el factor “fidelidad” que el conocimiento sobre el terreno aporta en relación con determinados productos, denominaciones de origen o incluso en relación con determinadas marcas. No ha sido extraño que, durante el tiempo que ha durado la pandemia, algunas empresas locales hayan continuado vendiendo por Internet a personas que, aunque durante ese período no podían viajar, habían conocido dicho producto (verduras, embutidos, conservas, vinos, cervezas…) durante algún viaje enogastronómico anterior y, al no poder viajar durante la época Covid, han seguido comprando online aquellos productos que habían conocido y que les habían gustado especialmente. Dicho comercio, relacionado con el turismo que nos ocupa, ha sido un balón de oxígeno para muchas empresas que, sin restaurantes abiertos, sin los clientes habituales y sin visitantes, estaban viendo peligrar su supervivencia.

Y es que el turismo enogastronómico (entendido en un sentido amplio) nos acerca a nuestras culturas productivas locales, convirtiéndose, así, en una fuente de aprendizaje sobre aquello que consumimos, además de ser una importante opción de ocio y de disfrute.   

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Autor / Autora
F. Xavier Medina
Catedrático e investigador del grupo FoodLab de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. Director de la Cátedra UNESCO de Alimentación, Cultura y Desarrollo.
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