World Wide Blink

14 diciembre, 2018

Cuando el martes de la semana pasada saltaba el rumor de que Microsoft iba a tirar la toalla con EdgeHTML no quería dar crédito a mis ojos. Pero muy a mi pesar, el jueves se confirmaba la noticia:

We will move to a Chromium-compatible web platform for Microsoft Edge on the desktop.

Es decir: «nos pasaremos a una plataforma web compatible con Chromium para Microsoft Edge en el escritorio». EdgeHTML ha muerto.

¿EdgeHTML?

Edge, el navegador de Microsoft, va a seguir existiendo (hoy en día nadie se podría plantear tener un sistema operativo sin un navegador preinstalado, y claramente Microsoft no está dispuesta a montar por defecto un navegador que no lleve la marca Microsoft).

¿Qué es exactamente EdgeHTML? La parte del navegador que se encarga de interpretar el HTML y el CSS de las páginas web y mostrarlos se suele llamar motor de renderizado. Como si se tratara del motor de un monoplaza de competición, con algo de trabajo podemos montar un motor cualquiera en nuestro «vehículo». Hasta ahora Edge montaba un motor propio, llamado EdgeHTML. Cuando Joe Belfiore, uno de los vicepresidentes de Microsoft, dice que «nos pasaremos a una plataforma web compatible con Chromium para Microsoft Edge en el escritorio» quiere decir que van a coger Blink, el motor de renderizado de Chromium (el proyecto de código abierto sobre el que Google monta Chrome, y que también es la base de Samsung Internet, el navegador preinstalado en los móviles de Samsung, Opera y un puñado de otros pequeños navegadores) y lo usarán como motor para Edge. (Además del motor de renderizado, los navegadores usan un motor de JavaScript, y de momento no queda claro si Edge seguirá utilizando el motor desarrollado por Microsoft hasta ahora, Chakra, aunque también podría ser abandonado.)

¿Y por qué?

Fabricar motores (aunque sean de software) es un esfuerzo costoso. La cantidad de estándares que hay que soportar es más que notable. Además, el equipo que desarrolla Chrome/Chromium (liderado desde Google, pero con la participación de profesionales en la nómina de compañías de la talla de Samsung o Adobe, y de múltiples colaboradores al proyecto de código abierto desde todo tipo de ámbitos) corre a una velocidad de vértigo (lógico, si tenemos en cuenta las motivaciones de Google, cuyo negocio depende de manera fundamental de que naveguemos por la web tanto como sea posible, viendo y haciendo clic en la publicidad que representa la mayor parte de sus ingresos. Incluso desde la escala de Microsoft se hace muy complicado seguir el ritmo (que le pregunten a Apple, por ejemplo: Safari tampoco evoluciona ni de lejos a la velocidad de Chrome, y eso que Apple le dedica una buena cantidad de recursos a Safari).

Complica la tarea de Microsoft, además, que los diseñadores y desarrolladores web se están volviendo bastante «comodones» a la hora de verificar que sus webs funcionan correctamente: en un mundo en el que Chrome/Chromium se ha convertido en estándar de facto. Es muy fácil probar las cosas solo en Chrome: ¿para qué probar la versión de escritorio en Firefox o Edge, si su cuota de mercado está en apenas un 10% y un 5%, respectivamente? (La respuesta, en mi opinión, es clara: porque son diseñadores y desarrolladores web, no Blink.)

(Y no olvidemos los daños autoinfligidos: Microsoft decidió en algún momento ligar el ciclo de desarrollo de Edge al de Chrome. El resultado es que mientras Google y Mozilla lanzan una nueva versión de su navegador cada seis semanas, Microsoft lo hace cada vez que saca una nueva versión de Windows: aproximadamente cada seis meses. Y si tu empresa decide no actualizarse a la última versión de Windows, Edge se queda anclado en el tiempo. Ese lastre añadido, naturalmente, complica mucho el poder competir…)

Todo esto ha resultado en que los usuarios de Edge tengan una experiencia web «de segunda categoría». Lo que acaba redundando en que cada vez más usuarios de Edge abandonan el navegador (habitualmente por Chrome). Y eso, a su vez alimenta la rueda y… en algún momento Microsoft se ha cansado de invertir todos esos recursos en perder continuamente usuarios.

¿Y cómo?

Microsoft, con todas las críticas que se le pueden hacer (que son muchas), no es la misma compañía que estuvo a punto de ser troceada por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos por sus prácticas monopolísticas en los años 90 y es, hoy en día, una compañía que contribuye mucho y bien al mundo del software de código abierto. Hace ya tiempo que empleados de Microsoft contribuían a Chromium, ostensiblemente para asegurar que el rendimiento de los navegadores basados en Chrome corrieran bien sobre Windows para arquitecturas ARM. Lo que va a hacer ahora Microsoft es dedicar más recursos al desarrollo de Blink y asegurarse de que el motor de Blink se integra bien en la «carrocería» de Edge.

¿Y eso es malo?

A corto plazo, no: el día en el que se lance la siguiente versión de Edge, con Blink como motor de renderizado (a falta de anuncio definitivo podemos suponer que pasará en primavera) los usuarios de Edge pasarán a tener una mejor experiencia web. Y diseñadores y desarrolladores pasarán a tener un motor de renderizado al que dar soporte, con lo que su trabajo se volverá más sencillo y eficiente…

Win-win, ¿no?

No. El primer problema es que hemos reducido notablemente la diversidad del ecosistema. Un sistema diverso es un ecosistema más resistente. Es por ello que intentamos mantener esa diversidad aunque sea caro. Y con el abandono de EdgeHTML tan solo nos quedan tres «especies» en el ecosistema: el todopoderoso binomio Chromium/Blink y los dos «pequeños» Firefox/Gecko y Safari/WebKit (que no lo había comentado hasta ahora, pero así se llaman los motores de renderizado de Firefox y Safari). Es la última de las extinciones de este ecosistema: hasta 2013 los navegadores Opera (muy implantados en algunos países de Asia y África) usaban su propio motor, Presto… hasta que los responsables de Opera tomaron básicamente la misma decisión, y por los mismos motivos, que toman ahora en Redmond. En apenas seis años habremos perdido a dos grandes jugadores y nos habremos quedado con apenas tres motores.

¿Y es eso tan malo?

Nuestro referente histórico más claro es el final de lo que se ha acabado llamado primera guerra de los navegadores. En 1996 el navegador imperante era Netscape Navigator, en parte por la desidia de Microsoft en crear un buen navegador web. Desde ese momento la compañía de Redmond puso toda la carne en el asador para ganar la «guerra», tanto poniendo todos los recursos necesarios para crear un navegador que pudiese competir con Navigator como usando tácticas más que discutibles legalmente para explotar su entonces posición dominante en el mercado de sistemas operativos para acabar con el dominio de Netscape, algo que consiguieron en 2003. Conseguirlo, aunque cueste recordarlo ahora, supuso grandes avaces para la web: Explorer 6.0 era un navegador mucho más respetuoso con los estándares que Netscape Navigator y, por el camino, Microsoft presentó innovaciones revolucionarias que acabaron dando lugar, por ejemplo, a AJAX y las actuales aplicaciones web. Pero (siempre tiene que haber un pero) una vez ganada la «guerra», los incentivos para seguir mejorando Internet Explorer se esfumaron y Microsoft abandonó casi por completo su desarrollo, lo que dio pie a un «invierno nuclear» sin apenas innovación en el campo hasta que Firefox se convirtió en una alternativa viable a Internet Explorer 6.

¿Significa esto que Google también va a parar el desarrollo de Chrome/Chromium? No. Como decíamos antes, el progreso de los navegadores web es un interés primordial para Google, y nada hace anticipar un invierno como el que vivimos en 2003.

¿Y entonces?

Ahora mismo Google controla, a través de Chrome/Chromium los navegadores usados por dos tercios de los usuarios de internet, y todo hace suponer que en un año ese dominio será aun mayor. Aproximadamente un 15% más del mercado está en manos de Apple. El 80% de nuestra manera de navegar por la web está en manos de tan solo dos empresas que se deben a sus clientes… y a sus accionistas. Con la situación actual, son esas dos empresas las que van a decidir durante los próximos años cuál es la evolución de la web. El nivel de confianza que tenga cada uno en esas dos organizaciones dependerá de la opinión personal de cada uno (de la misma forma que lo que uno pueda pensar de Microsoft, naturalmente), pero tal concentración de poder, en el mejor de los casos, debería provocar una cierta inquietud. Esperemos que la gobernanza de ambos proyectos sepa anteponer los intereses de todos a los de unos pocos. Pero, en cualquier caso, mantengámonos vigilantes.

Lecturas extra

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Autor / Autora
Cesar Pablo Corcoles Briongos
Comentarios
Anuncios28 diciembre, 2018 a las 10:48 pm

Es mas sorprendente en plan ¿por que Google y no Mozilla? Seguro que hay algo mas debajo de toso esto. O sea, como ha preguntado un conocido ¿No es Google de por si, suficiente como razón para apostar por Mozilla?

Responder
Rafa28 enero, 2019 a las 1:10 pm

Buen artículo sobre el tema de los navegadores. Mi experiencia con Microsoft me llevo a probar GNU/Linux y tras probar esta maravilla ya nunca he vuelto a Microsoft. He probado varios navegadores pero actualmente solo uso Mozilla por su sencillez y eficacia.

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