La lista de autores de una publicación científica

25 enero, 2016

En el ámbito de la investigación, un aspecto muy relevante es la atribución de la autoría: identificar qué persona o personas han sido responsables de llevar a cabo una investigación. Identificar a los autores de forma explícita cumple varias funciones, como por ejemplo:

– Permitir que cada investigador sea evaluado por sus resultados de investigación.

– Facilitar el contacto con los autores de un trabajo, ya sea para solicitar más información, informar de posibles errores en el trabajo, ofrecer una colaboración, etc.

– Establecer quién se hace responsable sobre los métodos utilizados y los resultados obtenidos.

Reconocer el trabajo realizado por cada investigador en forma de prestigio y reputación dentro de la comunidad científica.

 

"Piled Higher and Deeper" by Jorge Cham www.phdcomics.com
Una visión humorística de la lista de autores. Fuente: «Piled Higher and Deeper» by Jorge Cham www.phdcomics.com

La forma de gestionar la autoría es muy simple: cada artículo científico incorpora una lista ordenada con los nombres de los autores. Fácil, limpio, rápido… ¿ya hemos acabado, no? Pues no, los problemas sólo acaban de empezar.

– Primer problema: ¿Qué significa aparecer en la lista de autores? En la mayoría de disciplinas se exige que los autores de una publicación hayan tenido una implicación directa y conocimiento del trabajo. Sin embargo, en algunas instituciones hay normas no escritas que obligan a sus investigadores a incluir como autor al superior jerárquico o a quien ha obtenido los recursos que han hecho posible la investigación. En otras instituciones pueden haber políticas de «intercambio de cromos«: tú me pones en tus artículos y yo en los míos. Estas prácticas son éticamente cuestionables… pero son como las meigas: haberlas haylas.

– Segundo problema: No existe una forma estándard de manifestar el tipo de participación que ha tenido cada uno de los autores. Por ejemplo, una persona puede haber conseguido los datos para el experimento, otro ha implementado el software usado para hacer los cálculos, otro ha diseñado el algoritmo y el último ha supervisado todo el trabajo. ¿Cómo se refleja todo esto en forma de lista ordenada? Pues… no se puede. Ni siquiera hay un criterio universal sobre qué significa el orden de los autores, ya que cada ámbito de conocimiento es un mundo. Hay disciplinas donde los autores se listan de mayor a menor relevancia en el trabajo; otras donde sólo el primer autor tiene un papel preponderante respecto al resto; algunas donde el investigador más senior que supervisa el trabajo aparece como primer autor y otras donde aparece como último; otras donde siempre se usa el orden alfabético según el apellido (el Dr. George Aad lo celebra).

– Tercer problema: ¿Es una buena idea usar el nombre para identificar a los autores? Pongamos por ejemplo el caso de una investigadora ficticia, Carla Antonia Pérez Vázquez. El primer obstáculo de Carla será la cantidad de formas diferentes en las que puede citarse su nombre (Carla, Carla A., C.A) y sus apellidos (Pérez, Pérez-Vázquez). Y esto asume que ningún anglosajón se equivocará y tomará «Pérez» por otro middlename y «Vázquez» como primer apellido. Por otro lado, puede haber muchas otras investigadoras con el nombre «Carla Pérez», por lo que puede ser difícil seguir su rastro y saber quién es quién. Y por último, hay gente que cambia de nombre a lo largo de su vida, por ejemplo a través del matrimonio en algunas culturas. Si Carla pasa a llamarse «Carla Antonia Pérez-Ramos Vázquez»… identificarla por su nombre no sirve.Afortunadamente, este problema (a diferencia del resto) tiene una solución: ORCID (Open Researcher and Contributor ID). ORCID es un identificador alfanumérico único para cada investigador. De esta forma, en lugar de citar el nombre del autor (en sus diversas variantes) podemos usar su ORCID y así no hay dudas sobre quién es.

Para acabar con algo de humor, también hay investigadores que usan la lista de autores para hacer bromas, lanzar pullas o simplemente demostrar al mundo su excentricidad. Por ejemplo, hay quien incluye como coautor a su ordenador (Shalosh B. Ekhad, hasta tiene página web propia) o a su mascota (el gato F.D.C. Willard, el perro Galadriel Mirkwood o el hámster H.A.M.S. ter Tisha). Y no falta quién quiere hacer juegos de palabras: dos físicos, Alpher y Gamow, decidieron incluir a otro colega amigo suyo (Bethe) como co-autor en un artículo sobre el Big Bang. Obviamente, el célebre artículo se conoce como alpha beta gamma (Alpher, Bethe, Gamow).

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Autor / Autora
Robert Clarisó Viladrosa
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