Bletchley Park (II): las máquinas de Lorenz y Colossus

25 septiembre, 2013

Enigma no era la única máquina utilizada por parte de Alemania para cifrar comunicaciones: a partir de 1941 se comenzaron a usar las llamadas máquinas de Lorenz, complicando aún más el trabajo de los criptógrafos británicos.

Cabe decir que, como suele ser el caso en criptografía, aunque el desarrollo de algoritmos y los avances en las matemáticas fueron vitales para romper el código, el descuido de los operadores de las máquina de Lorenz también resultó esencial: el 30 de agosto de 1941 un error de comunicación con un mensaje especialmente largo hizo que el operador (bastante descuidado) de una de las máquinas de Lorenz volviese a enviar el mensaje usando exactamente la misma configuración (algo que estaba terminantemente prohibido). Además, no envió exactamente el mismo mensaje: probablemente llevado por las prisas, utilizó algunas abreviaturas. Finalmente, los criptógrafos habían sido alertados de que un mensaje muy largo iba a ser reenviado, por lo que estaban prestando especial atención. Sólo podemos imaginar su alegría cuando vieron que los caracteres iniciales eran exactamente los mismos que en la anterior comunicación (lo que sugería que la máquina estaba en la misma configuración) y, a continuación, había algunas variaciones que sugerían el uso de abreviaturas, lo que proporcionaba un desplazamiento de partes de un mensaje (muy largo): el terreno de trabajo ideal para los criptógrafos. Inmediatamente comenzaron a estudiarse los dos mensajes codificados, pero, aún con todas las facilidades que hemos comentado, el cifrado de las máquinas de Lorenz se demostró extremadamente robusto: tres meses más tarde el código seguía intacto.

Fue entonces cuando se le dio al matemático y criptoanalista Bill Tutte, que con esmero y de manera brillante aplicó una serie de técnicas de criptoanálisis hasta deducir por completo el funcionamiento de las máquinas Lorenz (que ningún codebreaker británico había visto nunca), en uno de los mayores logros del esfuerzo bélico aliado. Pero conocer exactamente los mecanismos internos de la máquina era tan solo el primer paso para romper el código. (Podéis leer los recuerdos de Tutte de la historia en el PDF que enlazamos.)

Se construyó una serie de dispositivos electromecánicos para desempeñar el papel de la bombe en el análisis y descifrado de las comunicaciones codificadas con máquinas de Lorenz (en particular, las llamadas «Robinsons») aplicando los métodos desarrollados por Bill Tutte. Pero la complejidad del código hacía esta tarea muy lenta en esa clase de dispositivos, cosa que llevó a algunos de los analistas de Bletchley Park a considerar la incipiente tecnología de los tubos de vacío para mejorar el rendimiento de las máquinas. Esto llevó a la creación de Colossus, la primera computadora digital electrónica del mundo, diseñada por el ingeniero Tommy Flowers. La tecnología de los tubos de vacío en que se basaba Colossus era extremadamente frágil, y Colossus contenía muchísimos: 1500 en su primera encarnación, Mk I, y 2400 en el caso de la segunda, Mk II. Los tubos resultaban especialmente vulnerables cuando la máquina se ponía en marcha, por lo que las Colossus se ponían en marcha muy lentamente y luego seguían encendidas continuamente durante toda su vida útil. Aunque pasará a la historia, con toda justicia, como la primera computadora digital electrónica, Colossus no carecía de limitaciones: no tenía capacidad para almacenar programas internamente (sus operadores tenían que modificar el cableado físicamente con enchufes e interruptores) y no era una máquina de propósito general: «sólo» era capaz de un conjunto limitado de tareas. Esta limitación, sin embargo, también hacía que Colossus fuese extremadamente rápido desempeñando su cometido: se necesitaría un ordenador personal de los años 80 (40 años después del nacimiento de Colossus) para descifrar códigos ‘a velocidad Colossus’.

Los trabajadores de Bletchley Park

Con todo su poder y relevancia histórica, Colossus siguió siendo básicamente un desconocido para el mundo hasta el final del siglo XX: todo lo que sucedió en Bletchley Park era alto secreto, y aunque miles de personas trabajaron allí, siguió siéndolo durante décadas. Alan Turing, y en un grado mucho menor los ya mencionados Gordon Welchman, Bill Tutte, Tommy Flowers, y varios otros, como «Dilly» Knox, Alastair Denniston, John Tiltman o Max Newman, son los protagonistas de la historia de Bletchley Park, pero hasta doce mil personas trabajaron allí en algún momento, muchos de ellos matemáticos, científicos e ingenieros reclutados en universidades británicas, y mujeres jóvenes que trabajaban en tareas administrativas, además de un importante contingente del Women’s Royal Naval Service (más del 80% de las personas que trabajaron en Bletchley Park eran mujeres). Es un homenaje al carácter británico que más de doce mil personas fuesen capaces de mantener secreto absoluto durante un tiempo tan prolongado.

Visitar Bletchley Park

Una de las características que hacían de Bletchley Park un sitio atractivo para la CG&CS era su proximidad a una estación de tren que conectaba con Londres, Oxford y Cambridge. La línea de Oxford y Cambridge se cerró hace décadas, pero la de Londres sigue abierta y conecta Bletchley Park con la estación de Euston, en Londres, en 45 minutos. Bletchley Park alberga en la actualidad el Museo de Bletchley Park y el Museo Nacional de Informática. La entrada a Bletchley Park cuesta quince libras. El precio incluye una guía multimedia, pero la mejor opción para todo aquel que se quiera acercar hasta allí es aprovechar las fantásticas visitas guiadas de una hora conducidas por guías voluntarios . Y mientras se está en Bletchley Park no visitar la exposición del Colossus reconstruido en el Museo Nacional de Informática (2 libras) sería un error imperdonable. Esta entrada se publicó originalmente en inglés en el blog de los 15 años de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. máquinas de Lorenz /p

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Autor / Autora
Cesar Pablo Corcoles Briongos
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