Ocho años de Vox: Feminismos, valentías y redes antifeministas en la consolidación de la ultraderecha española

9 diciembre, 2021
Vox en Vistalegre

Ocho años atrás, por estas fechas prenavideñas, un pequeño grupo de neocons escindidos del Partido Popular (PP) registraba a Vox como nuevo partido político. A pesar de que éste no se acabará presentando al público general hasta un mes después —en enero de 2014—, los rumores sobre la formación de una nueva opción política en la derecha española eran más que evidentes. 

Aunque con un breve e irrisorio inicio conservador, podemos ver la aparición de Vox como el reflejo en España de la emergencia de la ultraderecha a nivel internacional. Basados en un ferviente amor a España y a la familia “natural”, el nacionalismo y el antifeminismo de Vox han sido piezas fundamentales de su reciente consolidación política. Junto con esta apuesta ideológica basada en el liberalismo económico, la familia tradicional y la nación española, también se ha tendido a interpretar, o al menos a reflexionar, sobre la naturaleza populista de su estrategia política. Así, y sin obviar la importancia del procés —o, más bien, el adormilado pero enraizado nacionalismo español— en el crecimiento electoral de Vox, los discursos de género han tenido una gran relevancia en su proceso de consolidación.

Basados en un ferviente amor a España y a la familia “natural”, el nacionalismo y el antifeminismo de Vox han sido piezas fundamentales de su reciente consolidación política

Las políticas sexuales y de género siempre ocupan un espacio fundamental en la construcción ideológica, política y discursiva de los partidos; sin embargo, durante sus ocho años de existencia, la relación de Vox con el género, o los discursos de género, ha sido especialmente central: No podemos comprender su existencia, crecimiento y consolidación sin tener en cuenta las redes políticas que ha ido forjando a través de sus posicionamientos y cercanías político-sexuales. En este sentido, es necesario retroceder a los inicios de Vox y observar las relaciones y el contexto político en el que se forma.

El líder de Vox, Santiago Abascal, en un acto del partido (EFE)

Entre diciembre de 2013 y enero de 2014, ciertos dirigentes del Partido Popular (PP), entre los que se encontraban Santiago Abascal —actual presidente de Vox— o Alejo Vidal-Quadras —cabeza de lista de Vox en el fracaso electoral de las elecciones europeas de 2014—, producen una importante escisión y la creación de un nuevo partido conservador, Vox. Aunque durante el primer proceso electoral liderado por Vidal-Quadras, Vox y PP compartían una agenda política muy similar; en la carta de despedida del PP de Santiago Abascal ya se mencionaban ciertos resquemores nacionalistas, neoliberales y, también, de género: Abascal recriminaba a Mariano Rajoy “la consolidación por inacción de toda la legislación ideológica de Zapatero”, así como “la pasividad ante la legislación que ataca la vida del no nacido”. No obstante, será a partir de 2015 cuando Vox reconstruya ideológicamente su espacio y se apoye en postulados sexuales y de género aún más tradicionalistas. 

Génesis y contexto

Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuáles han sido los valores que la cúpula del PP de Rajoy traicionó? En 2011, después de dos ciclos políticos padeciendo derrotas, Mariano Rajoy (PP) alcanzaba el poder gracias al descontento y la frustración social promovida por la crisis económica de 2007 y el apoyo del sector más conservador de la derecha española. Para estos últimos, la medida estrella del programa político del PP era la derogación o substancial modificación de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, aprobada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y que descriminalizaba el aborto durante las primeras 14 semanas de gestación, así como permitía que las mujeres de 16 y 17 años no necesitaran el permiso ni el consentimiento parental para realizarlo.

Será a partir de 2015 cuando Vox reconstruya ideológicamente su espacio y se apoye en postulados sexuales y de género aún más tradicionalistas

Mariano Rajoy, ya en el gobierno, encargó a su ministro de Justicia Alberto Ruíz-Gallardón, que desarrollara una nueva ley del aborto incluso más restrictiva que la aprobada en 1985. Sin embargo, las constantes movilizaciones feministas, la abierta oposición del sector más moderado del partido y la pérdida de apoyo electoral hizo que Rajoy desautorizase a Ruíz-Gallardón, convirtiendo la reforma de la ley del aborto en “el mayor fiasco de la legislatura”. Así, la única modificación substancial de la ley fue la necesidad del consentimiento parental de las mujeres de 16 y 17 años para realizar el aborto.

Manifestación a favor del aborto en 2013 (ElDiario.es)

El rechazo del ejecutivo de Rajoy a llevar a cabo la reforma legislativa en contra de los derechos reproductivos de las mujeres produjo que los movimientos y lobbies antifeministas y antiabortivos de España rompieran sus alianzas políticas con el partido conservador. Este proceso político se junta con una creciente fragmentación electoral y política en el espacio ideológico de la derecha española. Atendiendo a tal fragmentación en la derecha, grupos antifeministas y antiabortivos, especialmente HazteOír, aprovecharon esta ventana de oportunidad para incrementar su influencia política a través del apoyo a un nuevo y regenerado partido de derechas, Vox

HazteOír, famoso por sus “autobuses tránsfobos y antifeministas”, está presidido por Ignacio Arsuaga y pertenece al grupo internacional antigénero CitizenGO (donde Arsuaga también pertenece al comité directivo). El lobby, a través de recogida de firmas, galas políticas o manifestaciones, tiene como fin “la defensa y la promoción de la dignidad de la persona y de la familia y el valor de la vida humana”. Desde el 2015, HazteOír, siendo el lobby conservador antigénero más grande y fuerte de España, consolida sus relaciones de cooperación con Vox ayudándolo, según openDemocracy, económicamente. No obstante, para el crecimiento y asentamiento político de Vox, han sido mucho más importantes las conexiones proporcionadas por HazteOír a la red internacional radical y de ultraderecha, así como los acercamientos con actores políticos de la alt-right estadounidense como Steve Bannon, exasesor de Donald Trump

Madrid, 2019 (TeleMadrid)

Como muestran los más de 17.000 documentos de HazteOir y CitizenGO filtrados por WikiLeaks, ambas organizaciones ultraconservadoras han creado y consolidado una gran red política e ideológica internacional que ha permitido y permite el traspaso de información y el aprendizaje político y discursivo entre diferentes actores del mundo. Si Eszter Kováts y Maari Põim en el informe Gender as symbolic glue ya señalaban la igualdad de género y sexual como un “pegamento simbólico” que unía a diferentes tendencias del espectro de la derecha frente a un mismo enemigo, las actividades y relaciones entre Vox y el grupo HazteOír/CitizenGO revelan la práctica material de este pegamento y su necesidad para el crecimiento y estabilización del partido ultra. 

Respuesta feminista vs reactivación del machismo

Mientras todos estos procesos políticos acontecían, el movimiento feminista en el Estado español se consolidaba “hegemónicamente” dentro del debate público. Desde la expansión internacional del #NiUnaMenos argentino en 2015 hasta las dos huelgas generales feministas en los 8 de marzo de 2018 y 2019, el movimiento feminista ha sido capaz de convertirse en uno de los máximos agentes movilizadores del Estado. Dentro de este contexto de “explosión feminista”, Vox captó un sentimiento masculinista reactivado —pero no reactivo. 

Manifestación feminista en Madrid, 2018 (EFE)

Este sentimientalismo masculinista ha sido reactivado gracias a una apuesta afectiva decidida por Vox basada en la valentía de defender un amor nacionalista y antifeminista. Una valentía que es capaz de recoger los sedimentos históricos del pasado, las experiencias del presente y las expectativas del futuro para configurar un sujeto político activo. Este sujeto activo y valiente es capaz de identificar qué es aquello que ama —ya sea la libertad económica, la nación o los valores sexuales y de género tradicionales—, cuál es la pérdida potencial de su amor y quiénes son esos potenciales enemigos que debe odiar para evitar tal desolación. De esta forma, cómo hacían evidente Begonya Enguix, Gemma Torres y Stefanie Mayer en la charla sobre “Masculinidad, género y nación” (desde el min. 32:45) del Men in Movement, V, coorganizado por la UOC, los sentimentalismos masculinistas actuales no son reacciones espontáneas de un auge feminista, sino que están perfectamente anclados en una configuración material e histórica del Estado y de la nación. 

Vista aérea de la manifestación feminista del 8 de marzo de 2018 en Barcelona (El Periódico de Catalunya)

En consecuencia, amenazados por la desintegración nacional a causa del soberanismo catalán, las grandes multinacionales y el “globalismo”, así como por la deslegitimación social y política de la masculinidad y la heterosexualidad gracias al movimiento feminista y LGTB, el hombre español heterosexual se cree desprovisto de puntos de anclaje. Vox, recogiendo todo un legado político y afectivo, conforma un discurso político enmarcado dentro de la sensación de valentía, dándole un sentido a tal frustración. De esta manera, la valentía, clásica emoción en la narración de la figura viril del héroe, es el marco desde donde el masculinista frustrado es reactivado. Esta construcción política valerosa hace que la defensa de España, de la familia y de la propiedad privada tengan carácter imperativo y se estén constantemente performando: Ortega-Smith nadando hasta Gibraltar para extender una bandera española, Abascal encarándose con independentistas en Tarragona, un pasillo de aplausos para recibir en Vistalegre (Madrid) a afiliados de Vox Barcelona tras ser atacados por un escrache feminista o, junto con la empresa ultra Desokupa, la creación y difusión de bulos sobre ‘okupas’ inmigrantes

Los sentimentalismos masculinistas actuales no son reacciones espontáneas de un auge feminista, sino que están perfectamente anclados en una configuración material e histórica del Estado y de la nación

Como hemos visto, en estos últimos ocho años, Vox ha utilizado y se ha apoyado para su crecimiento y consolidación política tanto en el músculo organizativo antifeminista español como en la frustración masculinista por el auge del feminismo. El género, o los discursos de género, son y han sido fundamentales para la construcción y consolidación de la ultraderecha española. Éstos han funcionado, en el proyecto de Vox, como hoja de ruta política, pegamento ideológico y activador emocional. Manejándose entra la valentía y la rebeldía, llevamos ya ocho años en los que el partido ultraderechista español usa el capital político del feminismo y el capital afectivo, económico y de conocimiento del antifeminismo para su construcción política, ideológica y afectiva. La pregunta es, por tanto, cómo y hasta cuándo serán capaces de seguir envalentonando este terrible sentimentalismo masculino

Alexandre Pichel-Vázquez
Grup de Recerca Consolidat MEDUSA (UOC)

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