Zygmunt Bauman

10 enero, 2017

Ayer, 9 de enero, falleció Zygmunt Bauman, uno de los sociólogos contemporáneos con más fama y reconocimiento a nivel planetario. Nacido en Polonia en 1925, de origen judío, durante las últimas dos décadas de su vida adquirió fama mundial, sobre todo a raíz de su conceptualización de la modernidad líquida, en el marco del estudio de la modernidad, la posmodernidad y la globalización. También es conocido por sus aportaciones sobre el holocausto, el socialismo y el consumismo, entre otros.

Como buen sociólogo, su obra traspasa las estrictas y académicas fronteras de la sociología para mezclarse con la historia, la filosofía o la ciencia política. Bauman es, asimismo, un buen escritor que ha mostrado tener uno de los dones más valiosos de la escritura literaria: la capacidad de generar metáforas que dan forma (imagen) a la abstracción y la gracia de convertir la manera de describir la realidad social en un motivo más de interés. A esta capacidad narrativa hay que sumar un enorme conocimiento de la tradición literaria, filosófica, humanística… de la cultura occidental, en suma. Es un placer intelectual leer sus libros.

Bauman es, como hemos señalado, sociólogo y, por tanto, su centro de interés ha sido la modernidad y sus efectos. La sociología es hija de la modernidad y, como tal, una reflexión constante para comprender las causas de este momento de la historia occidental que llamamos modernidad, así como las consecuencias sociales y personales que esta tiene en las conciencias de los individuos. Así pues, no es de extrañar que el centro de interés de Bauman esté constituido por algunos de los temas que vertebran y que mejor describen ese huracán que ha sacudido formas de vida y conciencias, comunidades humanas y países, estructuras económicas, políticas y sociedades.

Bauman se convirtió en un sociólogo enormemente popular, hasta el punto de que la prensa lo ha tachado de estrella pop de la sociología. La fama le llegó gracias al hecho de haber acuñado el concepto de «modernidad líquida» y de aplicar la liquidez en muchas dimensiones de la vida social contemporánea: tiempos líquidos, vida líquida, miedo líquido, amor líquido, arte líquido, etc.

El éxito de este concepto va ligado a su capacidad para describir algunas de las características y amenazas de la modernidad [añadimos al final un excurso con una caracterización del concepto]. No hay sociólogo que no haya intentado encontrar la clave para entender la modernidad y lo que más la caracteriza: Weber y la racionalización, Durkheim y la anomia, Parsons y la función social, Pareto y la idea de desigualdad-redistribución, Luhmann y la teoría de sistemas, Giddens y la estructuración, Beck y la sociedad del riesgo, Sennett y la caída del hombre público o la corrosión del carácter, Castells y la sociedad de la información, Sassen y la ciudad global… y tantos como queramos añadir. Todas estas teorías y explicaciones apuntan hacia un mundo en que la aceleración de los tiempos, la globalización y la pluralización — ¡dos conceptos sociológicos más!— configuran sociedades cada vez más complejas. Karl Marx, hace ciento cincuenta años, pronosticaba o, mejor dicho, sentenciaba: “Todo lo que es sólido se desvanece en el aire». Ciertamente, también los conceptos y teorías sociológicas tienen, como los tiempos que corren, fecha de caducidad. El de Bauman, sin embargo, han sido de los más exitosos.

El legado del polaco, como pensador y sociólogo, no se agota con este concepto de modernidad líquida. Cabe mencionar de él sus análisis sobre la sociedad globalizada y el consumismo y las consecuencias que de ello se derivan en la vida de las personas (que se ven reducidas a artículos de consumo o individuos sobrantes). [Trabajo, consumismo y nuevos pobres, La postmodernidad y sus descontentos, La globalización: Consecuencias humanas, Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Identidad, Vida de consumo, etc.]

Si tuviera que destacar un libro de entre el casi centenar que ha publicado Bauman, recomendaría la lectura del libro La sociedad sitiada (2002: Society Under Siege. Cambridge: Polity). En esta obra se recogen buena parte de sus ideas centrales (que desarrollará en otros escritos) sobre lo que caracteriza a nuestras sociedades contemporáneas y se apuntan muchas de las consecuencias individuales de estos mundos de vida. Vivimos personalmente y buscamos soluciones individuales, biográficas, a lo que son en realidad problemas estructurales y sistémicos. Nos falta, en definitiva, lo que Wright Mills había bautizado como imaginación sociológica.

Debemos reconocer a la obra de Bauman su valor para entender las sociedades en que vivimos, pero también su capacidad de espolear nuestro espíritu crítico ante las amenazas y consecuencias de estas sociedades líquidas, y de poner en duda nuestras actitudes a menudo pasivas. Zygmunt Bauman y su colosal obra nos animan a buscar un mundo y una vida mejores.

«Como es sabido, los obstáculos para el compromiso efectivo a largo plazo son muy numerosos, y muchos de ellos son imposibles de sortear. Podría argumentarse, sin embargo, que la barrera más difícil de franquear es la desigualdad del proceso de globalización. El progresivo engranaje de las dependencias globales no encuentra parangón, y menos aún control o equilibrio, en instrumentos de acción política igualmente globales y poderosos. Las protestas “antiglobalización” difusas y esporádicas, por más valientes y decididas que sean, no son rival para el poder concentrado de las multinacionales, cuidado y protegido a sol y a sombra por los gobiernos en busca de un premio a su hospitalidad y por las fuerzas armadas hasta los dientes que comandan. Para remover esta barrera, no bastaría con tener una visión mejor. Pero al menos eso sería (para usar la memorable frase de Churchill) “el final del principio”.» Zigmunt Bauman

¿Qué significa sociedad líquida?

El concepto sociedad líquida y la idea de líquido aplicada al miedo, al amor, a las relaciones personales, etc., ha sido puesto en circulación por el sociólogo Zigmunt Bauman. El éxito de la metáfora vida líquida ha sido tal que casi podríamos decir que ha entrado a formar parte del vocabulario cotidiano para hablar de la sociedad contemporánea. Tratemos de definir qué es exactamente lo que Bauman entiende por sociedad líquida y cuáles son, según este autor, algunas de sus consecuencias. Veamos.

«La Sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinadas» (Bauman, Vida líquida)

Así definida, lo que hace líquida a una sociedad es la imposibilidad de que sus miembros puedan tener rutinas y hábitos de comportamiento. También podríamos interpretar que se está impidiendo la consolidación de las instituciones y, en este mismo proceso, dificultando la producción de sentido, del sentido de la acción social y, en definitiva, de la vida social.

Antes de pasar a las consecuencias de estas fluidas (y no estables) condiciones de la acción social, las que no nos permiten rutinizar y objetivar los comportamientos, resaltaré la importancia de la rutina en la vida de las personas. Y de las instituciones en la vida social.

Toda actividad humana tiende a convertirse en un hábito (Berger y Luckmann, La construcción social de la realidad). Esta afirmación es fundamental para entender nuestra condición humana pues, seguramente, esta necesidad de rutinas tiene que ver con nuestro equipamiento biológico. La repetición (básica en todo proceso de aprendizaje) genera pautas que facilitan la reproducción de los comportamientos. Las acciones que se convierten en hábitos son significativas para los individuos, dado que son la transformación en rutinas de conocimientos y acciones que han sido puestos a prueba en el pasado y nos facilitan las acciones futuras. Son significativas. Además, nos permite reducir la pluralidad de acciones posibles con un claro beneficio en términos de adecuación al medio y de bienestar psicológico. La rutina evita estar constantemente redefiniendo la situación. Los comportamientos exitosos, rutinas y hábitos, son imitados por otros individuos y acaban formando parte del patrimonio social. La mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos (nos recuerda también Berger y Luckmann en Modernidad, pluralismo y crisis de sentido) afloran a la vez en las vidas de otras personas y las soluciones que damos son intersubjetivamente relevantes, esto es, significativas para muchos.

De hecho, estamos hablando de las instituciones sociales, entendidas como reservas de sentido socialmente objetivado y procesado. Las instituciones, que son hábitos objetivados, nos liberan de estar constantemente buscando soluciones a los problemas que nos plantea el mundo.

La sociedad líquida hace difícil, por no decir imposible, esta rutina y consolidación de la experiencia. Justo cuando empezamos a acostumbrarnos a un nuevo contexto social, a aprender cómo relacionarnos con las nuevas realidades… ¡ya han comenzado a cambiar! La tecnología digital sería una especie de sumun de esta situación. Veamos algunas de las consecuencias de la sociedad líquida.

1. La disolución rápida del patrimonio o patrimonio cultural nos impide predecir tendencias futuras y adaptar o ajustar nuestro comportamiento al devenir. Así, tiene sentido hablar también, con otra metáfora de éxito (esta de Ulrich Beck), de sociedad del riesgo. Nuestras rutinas, si llegamos a producir alguna, quedan muy pronto obsoletas y no cumplen con su función de ayudar a reducir la complejidad y tomar decisiones acertadas (en el sentido de actuar en una u otra dirección). Cada vez hay más opciones (de vida) ante nosotros, más posibilidades de elección. La probabilidad de equivocarse se incrementa por la falta de hábitos en los que afianzar nuestra acción.

2. Precariedad de la vida líquida. La vida líquida se vive en unas condiciones de incertidumbre constante pues, como hemos señalado, se han vaciado los depósitos de sentido de nuestra acción social (instituciones) y debemos estar adoptando constantemente soluciones biográficas (personales, individuales) ante lo que se nos viene encima, que, por lo general, no son problemas personales sino sociales y sistémicos, como a Bauman le gusta subrayar.

3. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos. Esta es también una característica, según el sociólogo, filósofo y ensayista polaco, de la sociedad de consumo: una vida marcada por la posibilidad de nuevos comienzos. Y como consecuencia de ello, una vida marcada por numerosos, breves e indoloros finales. Por ejemplo, poner fin a las múltiples relaciones (afectivas, eróticas, profesionales, lúdicas, etc.) que tienen lugar a lo largo de la vida es uno de los desafíos más grandes a los que tenemos que enfrentarnos y, a su juicio, una de nuestras mayores preocupaciones. Nos resulta más difícil deshacernos de las cosas que adquirir nuevas; de ahí, afirma nuestro autor, que haya tantos expertos en relaciones de pareja.

4. Una consecuencia de lo que acabamos de señalar es la producción de residuos. La vida líquida produce muchos residuos y es clave para nuestra supervivencia (como individuos y como sociedad) saberlos eliminar. Es muy importante no formar parte de estos desechos o productos sobrantes (en el lugar de trabajo, en las relaciones personales…; en definitiva, a la sociedad de consumo). Se habla en términos de eliminación creativa, pero el resultado —declara Bauman— es que estamos cargándonos formas de vidas y, al fin y al cabo, a los seres que las practican. En relación con este tema, me remito a la idea-metáfora de vidas sobrantes o desechos humanos (como crítica, por supuesto, al consumismo). Otra consecuencia de ello es que debemos reinventarnos constantemente como objetos de consumo (y, por consiguiente, de deseo).

5. La vida líquida no tiene momentos de reposo. La vida no puede detenerse, ralentizarse. Hay quien se refiere a ello como modernización, crecimiento, innovación.

[Cada vez son más las reflexiones que nos advierten de los peligros de esta aceleración. Haré mención solo de dos:

– Byung-Chul Han (2015). El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.

– Hartmut Rosa. Acceleració. El canvi de les estructures temporals en la Modernitat.]

6. Y, para terminar: identidades collage (o pastiche). La identidad también se ve afectada en la vida líquida. De hecho, la columna vertebral de lo que somos (y que llamamos identidad individual) está hecha de los habitus que nos configuran y los roles que adoptamos (como incorporación de lo social-institucional dentro de nosotros). No es fácil hacer encajar constantemente todos los kits de identidad que nos ofrece la sociedad consumista, ni resistirse a la tentación de los nuevos principios.

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