Los ganadores de la globalización del fútbol

21 abril, 2021
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A mediados de los años 80, los equipos potentes del fútbol europeo estaban repartidos territorialmente por todo el continente. Ajax, Benfica, Steaua de Bucarest, Anderlecht, Göteborg, Celtic de Glasgow o Brondby, por mencionar algunos, podían poner en un apuro a cualquier conjunto de ligas como la española, la inglesa o la italiana. Treinta años después, las competiciones europeas son cosa de unos pocos equipos, de unas pocas ciudades, de unos pocos países. Año tras año, se repiten los mismos clubes que llegan a cuartos de final de la Liga de Campeones. Y ahora, estos clubes han decidido escindirse. ¿Qué se ha hecho mal, para que el fútbol haya llegado a ser tan desigual?

A la situación actual se ha llegado por un mal diseño del sistema de competición del fútbol europeo. Y esto viene explicado por las reglas surgidas de la adaptación del fútbol a la globalización que tuvo lugar a mediados de los años 90. Dichas adaptaciones crearon ganadores y perdedores. Perdieron los clubes de la Europa del Este, cuyas economías se encontraban en su momento más débil durante las reformas que afectaron al fútbol. El mercado único y la Ley Bosman drenaron de jugadores las competiciones del este, de modo que clubes como Estrella Roja o Ferencvaros, por mencionar algunos, perdieron atracción. Nunca más volvieron a pisar una fase final de la Liga de Campeones.

Perdieron también los clubes de ligas pequeñas, cuyo tamaño de mercado les impidió vender sus derechos de televisión a unos suculentos precios. La televisión digital estaba en alza, y pertenecer a una liga de poco mercado, como la holandesa, la danesa o la belga, te condenaba a perder competitividad en Europa. Poco a poco, clubes como Glasgow Rangers o PSV Eindhoven, por mencionar algunos, fueron desapareciendo del mapa europeo. De ligas relativamente pequeñas, solo los portugueses Porto y Benfica han llegado a cuartos de final con cierta regularidad.

Y los que ganaron los conocemos sobradamente. Los grandes clubes de las grandes ligas pudieron repartirse pasteles mayores en los derechos del fútbol, aupados por el tamaño de mercado de sus ligas domésticas. El reparto de los derechos de televisión se realizó de forma distinta en cada liga, produciendo resultados dispares. En España, la distribución fue de las más desiguales del continente y, junto con las desgravaciones fiscales proporcionadas por la Ley Beckham de 2005, generó ventajas para Barcelona y Madrid, que dominaron el fútbol doméstico y continental durante años. En Inglaterra se optó por un reparto de los derechos del fútbol más igualitario, que a largo plazo acabó generando varios equipos competitivos, como vemos actualmente.

Los resultados los observamos año a año. Los mismos clubes llegan a los cuartos de final de la Liga de Campeones, sea cual sea su buena o mala gestión. Esto es debido a un particular diseño del sistema de competición, originado en la globalización del fútbol, que favorece a unos pocos equipos, de unas pocas ciudades, de unas pocas ligas europeas. La creación de una Superliga sólo consolidaría las desigualdades causadas por el propio sistema anterior. Lo que señala el alboroto de los últimos días es que quizás sí que haya que reformar el sistema. Un sistema en que la suerte de los clubes europeos no venga tan fuertemente determinada por la liga a la que pertenecen y por la distribución de derechos dentro de las mismas, sino que vuelva a distribuir territorialmente la suerte del fútbol por todo el continente europeo.

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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. Actualmente, su docencia e investigación se centran en la economía política internacional y la metodología y análisis de datos. Otros temas de interés son la Unión Europea y el regionalismo.
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