Las claves del discurso de Putin para legitimar la guerra en Ucrania
3 marzo, 2022«Su objetivo (de la operación) es el de proteger a la gente que ha sido sometida a la intimidación, al genocidio del régimen de Kiev durante ocho años, y para ello trataremos de desmilitarizar y desnazificar Ucrania y llevar ante la justicia a quienes han cometido numerosos crímenes sangrientos contra la población civil, incluidos contra los ciudadanos rusos», comentó Putin el 24 de febrero en un llamamiento hacia sus ciudadanos. En su discurso prosiguió a aclarar que «la OTAN apoya a los neonazis ucranianos, que nunca perdonarán a los crimeos su elección. Nuestras acciones son de autodefensa contra las amenazas. El plan de Rusia no es ocupar territorios ucranianos, no estamos imponiendo nada a nadie por la fuerza. Nuestra política se basa en la libertad».
El 24 de febrero, el presidente ruso Vladimir Putin lanzó un mensaje a los ciudadanos rusos con el fin de justificar las actuaciones militares en la frontera con Ucrania y en las dos repúblicas: República Popular de Donetsk (DNR) y República Popular de Lugansk (LNR). El reconocimiento de las repúblicas como estados soberanos por parte de Rusia se produjo el 21 de febrero. Es particularmente interesante el uso de la tecnología y su manipulación producida el día de la convocación de la reunión del presidente ruso y del Consejo de Seguridad de Rusia. En primer lugar, el presidente convocó una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia, grabada en vídeo y publicada, algo que no se ve todos los días ni forma parte del espectáculo diario para la propia ciudadanía, en la que sus miembros discutieron el reconocimiento o no de la independencia de las repúblicas DNR (República Popular de Donetsk) o LNR (República Popular de Lugansk). Dado que fue una grabación publicada y al alcance de todos, «Novaya Gazeta» (un periódico ruso independiente, conocido por sus actividades opositoras) realizó una investigación acerca de la grabación de la reunión, destacó que muchos de los fragmentos fueron redactados y sustituidos. Desde Kremlin se pronunciaron: «lo que se ha mostrado es lo que se considera necesario».
En la misma línea, el Servicio Federal de Supervisión de las Telecomunicaciones, Tecnologías de la Información y Medios de Comunicación de Rusia, exigió en su comunicado a los medios de comunicación que escriban sobre la guerra con Ucrania «solo según fuentes oficiales rusas». La agencia puso de manifiesto que los periodistas utilizaran información «derivada únicamente de fuentes oficiales rusas». En caso contrario, la legislación rusa prevé una responsabilidad administrativa en forma de multa de hasta cinco millones de rublos por difundir información falsa, así como el bloqueo inmediato de los materiales falsos.
Volviendo a las declaraciones realizadas por el presidente ruso, las tres claves del discurso son: la expansión de la OTAN hacia el Este acercando su infraestructura militar a las fronteras de Rusia, la salvaguarda de las fronteras y de los territorios DNR y LNR, la desnazificación como un instrumento de limpieza de los ideales nacionalistas extremos y de los neonazis que lideran Ucrania. A efectos inmediatos, se reconoció la independencia de estas repúblicas y también el despliegue de la ayuda militar para que «se mantengan (ambas) dentro de sus fronteras», así como la defensa de la soberanía de los territorios rusos. A este respecto, de conformidad con el artículo 51 de la Parte 7 de la Carta de las Naciones Unidas, con la autorización del Consejo de la Federación de Rusia y de acuerdo con los tratados de amistad y asistencia mutua con las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk ratificados por la Asamblea Federal el 22 de febrero de este año, Putin «ha tomado la decisión de llevar a cabo una operación militar especial». Dicha formulación enmarcada como autodefensa, tergiversa el significado de la intervención y enmascara el propósito de fondo: ocupación de territorios de otro Estado soberano y la proclamación de la guerra de forma unilateral.
En regímenes autoritarios como es Rusia, el denominado «window dressing» representa la aparente manutención democrática de las instituciones del Estado, cuyo ejercicio retórico se basa en recitar ciertos principios y promesas para apaciguar las demandas y satisfacer las expectativas de la comunidad internacional (el discurso del Estado de Derecho y los derechos humanos definidos internacionalmente). En efecto, dicho término puede interpretarse también como una forma de ocultar las prácticas reales que ocurren en regímenes autoritarios del escrutinio externo. De hecho, el objetivo no sea tanto evitar que los de fuera vean el interior, sino evitar que los de dentro vean el exterior.
Todas las fuerzas se concentran en bombardear constantemente un tipo de propaganda especial para el electorado fijo y reproducir discursos que refuercen el status quo del presidente, del parlamento y del uso de la fuerza armada. En este sentido, el análisis del discurso de Vladimir Putin enfocado hacia la desmilitarización, la salvaguarda de los territorios y la desnazificación responde a un «cheap-talk» o una nueva forma de cortina de hierro, que pretende no solamente aislar el espacio post-soviético del Occidente capitalista, sino a los propios ciudadanos del acceso a una información fiable, verídica e independiente. De ahí, en el intento de despotismo ilustrado se forja cualquier esfuerzo institucional de paralizar y sancionar la investigación periodística independiente. De modo contrario, los vínculos con la ciudadanía pueden romperse y crear una crisis de legitimidad política.
Dicha crisis no solamente plantea el punto de inflexión, sino que evidencia la situación monárquica del presidente Putin, que en sus veinte años de reinado ha sido capaz de eliminar la fuerza del balance del poder, convirtiéndose él mismo en una institución en sí. Como ocurre con los monarcas, viven en mundos aislados y en contexto absolutamente lejanos a la realidad vinculante de su sociedad. En efecto, la burbuja de su contexto y la constitución de un círculo oligarca que se basa en la ley de hierro de la oligarquía, favorecen el desentendimiento de las tendencias socioculturales y políticas que el pueblo vive. Por eso, ¿cómo puede un presidente, aislado de la sociedad, gobernar una sociedad vasta y compleja? No puede. Así que la única posibilidad que le queda – es simplificar esa misma sociedad, para que se degrade también. La guerra es el camino seguro: es el colapso de la sociedad en el arcaísmo y la oportunidad de silenciar a cualquiera que levante la voz contra ella. Porque cualquiera que diga algo contra su poder en tiempos de guerra se convierte en un traidor de la nación. Y es cierto, estamos en tiempos de guerra; una guerra que está siendo censurada, malversada y justificada con los mismos argumentos que la Unión Soviética justificaba su intervención en Polonia en 1939.
Pero, ¿hasta qué punto una guerra es justa, legal y éticamente aceptada? Mi respuesta a esta pregunta es inequívoca: la guerra moderna no puede ser justa. La guerra moderna no puede ser una expresión de la justicia general. Es decir, no podemos imaginar un régimen ideológico o religioso que se pueda imponer a través de la guerra. Eso es contrario al espíritu de la libertad y la ley. Esta cuestión fue resuelta sin ambigüedades por Kant, que rechazó este tipo de guerra, porque significaría crear un estado mundial. Incluso antes, tales afirmaciones fueron rechazadas por el mismo espíritu de la paz de Westfalia en Europa (1648).
La guerra tampoco puede llevarse a cabo como un castigo de un estado soberano a otro. Esta posición fue completamente rechazada ya en el siglo XVIII. La guerra moderna no puede vincularse al principio del castigo porque en cualquier guerra la gente inocente sufre inevitablemente y el castigo se lleva a cabo siempre en el lugar equivocado, como es en este caso – en Ucrania.