La economía recibe un “Nobel” más humano

21 octubre, 2019

El pasado 14 de octubre se concedió el premio del Banco de Suecia en ciencias económicas en memoria de Alfred Nobel -coloquialmente llamado Premio Nobel de Economía– a Abhijit Banerjee (1961, Bombay), Esther Duflo (1972, París) y Michael Kremer (1964, EE.UU.) por su “visión experimental para aliviar la pobreza global”. La Academia considera que determinar cómo reducir la pobreza sigue siendo uno de los mayores retos para la sociedad; y estos académicos han hecho contribuciones decisivas a las políticas y los incentivos que hay que aplicar. Duflo señalaba en rueda de prensa que “nuestro objetivo es asegurar que la lucha contra la pobreza se hace basándose en la evidencia científica”.

Los tres premiados trabajan en Boston (EE.UU.). Los dos primeros son profesores en el MIT y Michael Kremer es profesor en la Universidad de Harvard. Esther Duflo es la segunda mujer en recibir el “Nobel de Economía”, la primera fue la politóloga Elinor Ostrom, que lo obtuvo en 2009 por sus trabajos sobre los recursos comunes y, con 46 años, es la persona más joven en ser galardonada. En 2015, Duflo ya obtuvo el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

Banerjee y Duflo crearon en 2003 el J-PAL del MIT (Laboratorio de Acción contra la Pobreza), un centro especializado en el desarrollo de ensayos para medir la eficiencia de políticas concretas de cooperación, que investiga el uso de los fondos que se envían como ayuda al desarrollo.

Banerjee y Duflo son autores, entre otros, del libro Repensar la pobreza.  Para ellos, la teoría macroeconómica no se debe quedar en los textos, sino que está pensada para salir a la realidad y confrontarse a los desafíos del mundo que pretende transformar. Por ello, defienden que “la clave está en saber cómo hay que gastar el dinero, no cuánto”.

Métodos más eficaces para luchar contra la pobreza

En sus estudios han demostrado que no basta sólo con inyectar dinero a los países más pobres, sino que hay que hacerlo de forma eficiente, a partir de comprender cómo toman decisiones los colectivos que reciben las aportaciones. Así, los premiados identifican comportamientos que no se explican de forma racional y que hacen que una política de desarrollo fracase.

Como ejemplo, han descubierto que los agricultores en países pobres son reacios a modernizarse y tienden a retrasar la inversión en fertilizantes, por esta razón, las ayudas que puedan recibir son más eficientes cuando tienen una fecha límite. En caso contrario, si son permanentes, muchos agricultores optan por retrasar las mejoras en sus terrenos. Sin embargo, si estas ayudas caducan en un plazo, la mayor parte se ciñe a esos plazos de modo que se consigue el objetivo de fertilizar los campos.

Otra de sus aportaciones hace referencia a las políticas óptimas de vacunación, llegando a la conclusión que las unidades móviles de vacunación, combinadas con el regalo de comida son mucho más eficientes. Duflo y Banerjee lideraron una investigación en la que analizaron los incentivos a la vacunación en regiones rurales pobres en las que la tasa de aplicación era inferior al 10%. Descubrieron que si se habilitaban equipos móviles para ir a los pueblos, la tasa de vacunación se triplicaba al 18%, pero si además se regalaba un paquete de lentejaspor cada niño vacunado, entonces la tasa se disparaba hasta el 39%; y eso sin encarecer el coste del servicio.  Al contrario, el coste por vacuna se reducía ya que se optimizaba el uso de la unidad móvil (más niños vacunados). En conclusión, regalar comida mejoraba la penetración de la política y reducía su coste.

Un tercer ejemplo pone de manifiesto que, para mejorar la escolarización en las aldeas víctimas de la pobreza es más efectivo destinar dinero a medicinas contra los parásitos que en material escolar, así los pequeños, al no enfermar, no pierden días de clase y mejoran su rendimiento.

Un enfoque humanista para el estudio de las desigualdades económicas

En línea con los estudios premiados, un eterno aspirante al “Nobel de Economía” como es el profesor Jeffrey Sachs, ya publicó en 2013 el libro “El fin de la pobreza”, en el que explicaba por qué la distancia entre los países ricos y los países pobres se había ido agrandando con el tiempo, y por qué los países más pobres permanecían en unos niveles ínfimos de desarrollo. A partir de estas explicaciones, presentaba un sistema integrado de soluciones económicas que combinaban aspectos políticos, medioambientales, sociales y éticos con fórmulas realistas que debían permitir a los países más pobres salir del ciclo de la pobreza antes del año 2025. El libro también servía para acuñar el concepto de “economía clínica”, que utilizaba como crítica a las actuaciones del Banco Mundial y el FMI que exigen medidas “estándar” a los países que solicitan ayudas económicas, en lugar de proponer medidas ajustadas a las características concretas de cada país. Su analogía con la medicina se centraba en insistir que igual que no hay enfermedades, sino pacientes; no hay dos países iguales y es necesario respetar y atender a sus particularidades. 

Los economistas premiados emplean los métodos tradicionales de los ensayos clínicos, pero lo hacen analizando las decisiones que toman las personas en su día a día. Estudian los incentivos, las restricciones y la información que les motivó a decidir, construyendo patrones de comportamiento que pueden generalizarse. Parte de su trabajo se basa en la economía del comportamiento, que ya fue premiada con un Nobel en 2017, gracias a los trabajos del profesor Richard Thaler, autor entre otros del libro “Un pequeño empujón”. Sin duda, Thaler estaba muy influido por los estudios del profesor Daniel Kahneman, autor del libro “Pensar rápido, pensar despacio”. Thaler ya indicaba que detalles pequeños, en apariencia insignificantes, pueden tener un importante efecto en la conducta de las personas.

Como vemos, parece que la Academia ha decidido premiar en los últimos años los estudios económicos que se apartan del habitual homo economicus de los libros de texto de economía, aquel individuo racional y que toma decisiones informadas, centrando ahora su atención en el homo sapiens, más humano, que se equivoca en su toma de decisiones de forma bastante predecible (de forma sesgada) y que otorga un papel importante a las emociones.

Quizás, como demuestran los economistas premiados, apostar por la economía humana puede ser más eficiente, práctico y necesario.

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Autor / Autora
Profesor de Economía pública y director del Máster en Dirección de Organizaciones en la Economía del Conocimiento (DOEC) de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya.
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