Barcelona Litoral. Geo-infraestructura de un territorio virtual.

7 de mayo de 2025
Barcelona Litoral, entendido como una subregión catalana portadora de una cierta coherencia territorial, aparece a partir de un imaginario que gira en torno a la identidad de la “buena vida bajo el sol». El presente texto busca dar cuenta de la existencia “virtual” de este territorio, haciendo aparecer una unidad geográfica en potencia, un posible punto de vista.

Barcelona, territorio mediterráneo

Barcelona es, sin duda, una ciudad profundamente marcada por su condición mediterránea. Su relación con el mar no solo ha definido su propia historia y economía, sino también la los territorios que la rodean, como el Maresme al norte y El Garraf al sur. A pesar de la idea recurrente de que la ciudad “le daba la espalda” al mar, la modificación y relación con su litoral ha sido una protagonista de su desarrollo: desde la alteración de los deltas del Llobregat y el Besòs, pasando por la expansión de la actividad portuaria, hasta la urbanización contemporánea con la construcción de playas y paseos marítimos al final del siglo XX.

Estos procesos han supuesto una relación de dependencia y tensión con el elemento azul. El litoral barcelonés ha sido una franja liminal donde se han territorializado, desterritorializado y reterritorializado distintos momentos históricos de la ciudad y de la geografía catalana. A través de estas transformaciones, podemos identificar la configuración de un territorio que, aunque no tiene reconocimiento administrativo, creemos que existe en términos prácticos y simbólicos, lo que mencionamos como Barcelona Litoral. Una extensión que supera a la ciudad metropolitana, para incluir las zonas colindantes hacia el Maresme y el Garraf, incluyendo los macizos litorales que limitan hacia el interior. En este sentido, el presente texto busca dar cuenta de la existencia “virtual” de este territorio, usando la terminología deleuziana, busca hacer aparecer una unidad geográfica en potencia un posible punto de vista.

En este ejercicio, nos interesa comprender lo litoral no solamente como la geografía exclusivamente referida al borde costero, sino también su área de influencia en términos de planificación territorial, vinculados a ciertas actividades económicas e imaginarios geográficos. De esta manera, se articula un vínculo muy íntimo entre una geografía planificada y ciertos modos de habitarla. A su vez se ve forzada a evolucionar como reflejo de las modificaciones constantes que nutren estas relaciones. Esta delimitación, puede conectarse de alguna forma a la marca turística promovida por la Generalitat de Catalunya “Costa Barcelona”, la cual pese a incluir las comarcas interiores de Alt Penedès, Valles Oriental y Occidental, le adjudica un carisma protagónico a la relación con el mar.

Mapa: Pueblos costeros de las comarcas de Barcelona, Diputació de Barcelona.

Un territorio virtualmente infraestructurado

Barcelona Litoral, entendido como una subregión catalana portadora de una cierta coherencia territorial, aparece a partir de un imaginario que gira en torno a la identidad de la “buena vida bajo el sol”. Y, su conexión con un mundo globalizado a través de la influencia dominante de la ciudad de Barcelona. Este fenómeno puede rastrearse desde la adaptación particular del proyecto franquista de “turistificación” y “litoralización” del territorio español, que encontró su punto de inflexión y de singularización en la transformación impulsada por los Juegos Olímpicos de 1992 y, más tarde, por el Fórum 2004.

En efecto, Barcelona 92 marcó la cristalización de un deseo de modernización y apertura, consolidando una imagen de ciudad cosmopolita, accesible y vibrante. Lo que hoy puede parecer problemático, fue en su momento un motor enceguecedor de construcción de identidad territorial. Sin embargo, la “fiesta” del 92 contrasta con la narrativa más fragmentada del Fórum de 2004, donde la globalización ya no aparecía como un fenómeno unificado ni esplendoroso. Para entonces, el siglo XXI ya mostraba sus primeros signos de resquebrajamiento.

Aun así, el Fórum dejó una importante herencia infraestructural: la “limpieza” definitiva del litoral, la reubicación de los barrios de barracas cercanos al Besòs, la creación de un moderno parque para congresos y la consolidación de un paisaje de edificaciones corporativas frente al mar. Estas grandes obras vinculadas a los mencionados eventos, atestiguan la proyección y el deseo de fundación y confección de un territorio que explotara su cercanía al mar con una intención post-industrial, la atracción de turismo cosmopolita, globalizado y accesible para una cierta diversidad. 

Este último punto, el de la accesibilidad, fue un componente distintivo de las transformaciones urbanísticas vinculadas a la realización de los Juegos Olímpicos. Es más, a partir de esta época Barcelona comenzó a adquirir un especial distintivo como una ciudad amigable y vanguardista en términos de inclusividad. Este giro combinado con las bondades del clima mediterraneo, potenciaron una idea carismática: Barcelona era un lugar amigable con el envejecimiento y la discapacidad (Esparza, 2017).

Imagen: Durante la época preolímpica se diseño e implemento por el Gual-120, un modelo de rebaje de acera para mejorar la accesibilidad de las calles de Barcelona.

Tensiones y preguntas abiertas

Si bien la oposición entre estos dos grandes eventos urbanos no agota la historia de la conformación de Barcelona Litoral, sí evidencia una tensión clave: ¿Para qué usos, actores y actividades se diseña la urbanización de este territorio? ¿Qué cuerpos contempla Barcelona para su habitar? Por otro lado, estas transformaciones nos llevan a una segunda cuestión: ¿Cuál es la vigencia de este proyecto que comenzó hace casi cuatro décadas? Las dinámicas geográficas, demográficas y económicas actuales parecen chocar con un modelo nacido bajo el optimismo neoliberal. En esta línea, el asentamiento de las crisis económicas, ecológicas y sociales obligan a replantear nuestras formas de habitar e imaginar las relaciones geográficas. 

A continuación planteamos una lectura histórica a partir de tres elementos de análisis para comprender este ensamblaje territorial. Esperamos con estos elementos configuradores, o “estratos” en términos deleuzianos, poder comprender, imaginar y especular sobre el futuro de este territorio que hemos denominado Barcelona Litoral.

Tres elementos configuradores

a) Sustrato geológico.

El territorio de Barcelona Litoral —una franja costera extendida que incluye las comarcas de Garraf, Baix Llobregat, Barcelona y Maresme— se ubica sobre una llanura costera de alrededor de 100 kilómetros al borde del Mar Mediterráneo. La protagónica línea de Costa, es bastante reciente en términos geológicos, llegando a una relativa estabilización hace apenas 8.000 años. Esto, considerando el aumento del nivel del mar de unos 40 a 50 metros luego de los grandes derretimientos posteriores al último máximo glaciar. En la ciudad de Barcelona, este proceso significó la demarcación clara del accidente topográfico del “Grao Barceloní”, el que hasta el día de hoy divide la ciudad en una zona alta, de l’ Eixample para arriba y una zona baja hacia el Poblenou abarcando todo lo que históricamente fue el delta del río Besòs. 

Los primeros asentamientos humanos en la zona de Barcelona, se han datado poco después de esta época, cerca de 7.500 años atrás. Desde entonces, ha existido una relación estrecha entre los habitantes de esta zona y el mar1. El desarrollo temprano de núcleos urbanos en lo que hoy identificamos como Barcelona fue marcado por moldear su borde costero a partir de utilizar y transformar los deltas de sus ríos y sus depósitos fluviales. Durante la edad media el frente litoral continuó atrayendo poblaciones, sin embargo no implicó grandes intervenciones infraestructurales en relación a la costa. Recién hacia finales del siglo XV, comienzan las primeras obras portuarias, que marcarían también morfológicamente el litoral, particularmente con la estabilización del delta del Besós. Esta intervención generará una llanura seca, que hoy corresponde al Barri de la Barceloneta  (Novoa & Alemany, 2006). Los siguientes siglos estarán marcados por el avance de las playas y ganar terreno al mediterraneo, lo que podríamos comprender como una infraestructuración temprana del territorio. 

La irrupción de la industrialización profundizó los procesos de estriado sobre el litoral catalán. En efecto, Barcelona había adquirido una cierta relevancia a nivel regional, consolidándose como uno de los principales puertos del Mediterraneo. De la mano de los transportes a vapor, el puerto de Barcelona creció en tamaño y la extensión de su influencia. El puerto, ya no solo comprendía un sistema de interacciones marítimas y fluviales, sino también a través del ferrocarril, con era parte de un pujante tejido industrial. Aquí aparece uno de los hitos que consolidan el paisaje al que queremos referirnos, en 1848 se inaugura el tren Barcelona-Mataró, el primer tren de España peninsular. Si bien esto era celebrado como un gesto de desarrollo y modernidad, a nivel urbano produjo también una franja descuidada entre la línea férrea y el mar. Aquí, durante los próximos siglos la zona costera se desarrolla como un margen de la ciudad, un espacio liminal de habitación, comercio informal y deshechos2

b) Infraestructura vial.

A partir de la inauguración del ferrocarril comienza a articularse el territorio de Barcelona Litoral. La posibilidad de trasladar mercancías, pero sobre todo personas, propulsó una zona de influencia barcelonesa hacia los sectores costeros aledaños. Tras la inauguración del tramo hacia Mataró, las extensiones continuaron hacia el norte, buscando conectar con Girona y Figueres, claves para el comercio con Francia. En 1881 se abrió la línea hacia el sur, enlazando con Vilanova y, poco después, con Calafell.

El ferrocarril consolidó un imaginario de modernidad, donde no solo la ciudad cristalizaba un desarrollo económico a través de su planeamiento y sus deslumbrantes edificios, sino que también extendía su influencia combinando la industria con las playas-balneario destinadas al goce de una pujante burguesía local. Al mismo tiempo, la instalación del esqueleto ferroviario supuso una hibridación del territorio: el ideal burgués convivía con la miseria industrial, la informalidad y la marginalidad de quienes se instalaban en el estrecho espacio entre el mar y las vías. A nivel ecológico, esta época tuvo efectos catastróficos para las aguas y suelos de la ciudad. Las mismas fábricas textiles que impulsaron el modernismo arquitectónico convertían el litoral en zona de residuos (Busquets, 2004).

Entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, Barcelona se consolidó como ciudad próspera y moderna. Era símbolo y modelo de vanguardia dentro del Estado español, tanto en lo económico como en lo urbanístico. Dos grandes eventos marcaron este periodo, dejando huella infraestructural: las Exposiciones Universales de 1888 y 1929, que posicionaron a Barcelona entre las grandes urbes europeas y transformaron el paisaje urbano mediante la creación del Parque de la Ciudadela y, más tarde, Montjuïc. Entre ambos eventos llegó el tranvía —primero a vapor, luego eléctrico—, acompañando la expansión urbana. En paralelo, los clubes de remo y vela consolidaban el uso recreativo del litoral3.

La época franquista golpeó de forma particular a Catalunya, y el ensañamiento con Barcelona fue especialmente crudo. Si bien se vivió una represión constante, tras el periodo autárquico el país comenzó una apertura que marcó el devenir del litoral mediterráneo. La llegada del turismo masivo reconfiguró el territorio, articulándolo con nuevas urbanizaciones periféricas y un desarrollo urbano centrado en el automóvil, bajo influencia norteamericana.

En este contexto, la autopista A-17 (hoy AP-7) comenzó a construirse en los años 60, conectando el Mediterráneo español con Francia y el resto de Europa. Este proyecto simbolizó una nueva era marcada por la velocidad, la integración internacional y la explotación de un paisaje carismático. En las décadas siguientes, proliferaron los proyectos carreteros: para el territorio de Barcelona Litoral, fueron claves el C-31 y el C-32, construidas entre los años 60 y 80, conectando de manera rápida las zonas del Garraf y el Maresme.

Imagen: en Aucejo (2023), AP-7 Road trip. Investigación gráfica sobre la infraestructura de la autopista AP-7.

Estas vías facilitaron el auge del turismo nacional y europeo, pero también el desplazamiento diario de residentes. Este último punto resulta fundamental: posibilitó la consolidación de la segunda vivienda y la movilidad pendular hacia la capital. Además, estas arterias conectan con el Aeropuerto del Prat, articulando una serie de modernizaciones orientadas a vehiculizar la internacionalización de la región. La pavimentación del litoral consolidaba así un nuevo protagonista: el coche como operario de un renovado imaginario de modernidad y subjetividad.

En paralelo, el sistema ferroviario de Rodalies, heredero del antiguo tren costero, mantuvo y reforzó su importancia simbólica y material. Las líneas R1 y R2 se extienden a lo largo del Mediterráneo, conectando Barcelona con los núcleos urbanos del Maresme y el Garraf. Esta red, proyectada y estabilizada a lo largo de una larga historia urbana, permite hoy una cierta continuidad territorial, sosteniendo esta Barcelona Litoral.

De este modo, el territorio aparece como una combinatoria de elementos geográficos, infraestructurales y sociales que se articulan en un devenir histórico complejo. Es importante remarcar que estos procesos no son neutros: responden a deseos, intenciones y disputas que configuran el territorio. En este sentido, la posibilidad de pensar Barcelona Litoral tal como la comprendemos y habitamos hoy está mediada por imaginarios geográficos, una capa simbólica e interpretativa que opera sobre el espacio físico y lo transforma.

c) Imaginario geográfico.

Este imaginario actúa como un mapa narrativo que da sentido al territorio, organizando expectativas, deseabilidades y memorias colectivas. En este caso, el litoral aparece como el escenario de la “buena vida bajo el sol”, una imagen fuerza que ha articulado políticas, prácticas y deseos desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. A partir del proyecto franquista de turistificación del litoral español, el sol, la playa, la gastronomía ibérica y la hospitalidad fueron convertidos en activos estratégicos del desarrollo económico.

La región de Barcelona, y en especial su litoral, fue singularizada dentro de este relato mediante su hibridación con el proyecto de modernización urbana de los años noventa y de una nueva España post-franquista. La operación olímpica de 1992 y el Fórum de 2004 actuaron como eventos fundantes, es decir, momentos que reconfiguraron de manera duradera el modo en que el litoral era percibido, habitado y proyectado. La fuerte carga simbólica de estos eventos fue acompañada por un radical rediseño del borde costero: la construcción del paseo marítimo, la Villa Olímpica, y la extensión de la Diagonal hasta el mar como infraestructuras de una nueva geografía. Así, se repetía una táctica ya utilizada: marcar la ciudad a partir de eventos internacionales.

Estos hitos consolidaron la idea del litoral de Barcelona como una variante del imaginario mediterráneo. En este caso, los esfuerzos público-privados iniciados a partir de 1986 lograron articular una narrativa de accesibilidad (infraestructuras), cultura (eventos, patrimonio, oferta artística) y cosmopolitismo (una ciudad global, abierta y deseable). La magnitud de estos eventos y sus transformaciones físicas y simbólicas hacen innegable que, desde entonces, la trayectoria de Barcelona como ciudad —y, por consiguiente, la de sus zonas aledañas— ha sido transformada para siempre.

La imagen de la “buena vida bajo el sol” ha atraído particularmente a un turismo de retiro, ofreciendo el confort del clima mediterráneo y la facilidad de acceso, consolidándose en lo que algunos autores han denominado un “estilo del relax”. Es fundamental entender que estos imaginarios no sólo atrajeron determinados sujetos, sino que también los construyeron y moldearon: un envejecimiento con capacidad de consumo e independencia. Un optimismo que impulsó la construcción de carreteras, la urbanización de montes y la edificación de torres con vistas al mar.


Illustración: en Penyas (2021): Todo bajo el sol. Este obra gráfica representa narrativamente el proceso de transformación social y urbano del litoral español turistificado.

En nuestro caso, la densidad y superposición de elementos presentes en Barcelona ha implicado que este “estilo” haya tomado su propio curso, más integrado al entramado urbano y entrelazado con otras fuerzas que han ido constituyendo este territorio virtual. A diferencia de otras geografías como la Costa del Sol, aquí el imaginario se instala en un contexto urbano de larga data, imbricado con la globalización de la ciudad. Es en el marco de estas relaciones geo-históricas que este territorio adquiere un significado específico, integrando una serie de elementos que lo vuelven particularmente complejo.

Aunque se mantiene vigente, este imaginario parece estar mutando o entrando en tensión. La crisis climática, la turistificación excesiva, la gentrificación de barrios costeros y la pérdida de identidad de muchas poblaciones del litoral han comenzado a fisurar la imagen postal. En este sentido, como menciona Jacob Jewusiak (2023), podemos ver el paisaje del litoral barcelonés como uno envejecido, que pierde vigencia de cara al futuro, aunque siga aún operativo. A partir de esto, surgen nuevas narrativas de resistencia, de recuperación ecológica y una pregunta abierta por el devenir.

La “buena vida bajo el sol” ya no es una promesa indiscutida, sino un campo de disputa: las altas temperaturas estivales, la pérdida de playas o incluso la desaceleración económica ponen en duda la continuidad de este proyecto. En este nuevo marco, el imaginario litoral sigue funcionando como fuerza productiva, pero también como campo de tensión ideológica. Como menciona Stephanie Wakefield (2025), en su trabajo sobre Miami en el Antropoceno, los retos urbanos vinculados al cambio climático en zonas costeras nos obligan a repensar e imaginar nuevas formas de habitar cerca del mar, a explorar qué posibilidades emergen en estas transformaciones y cómo hacerlas viables.

Especular desde la inestabilidad

Entender la virtualidad de este territorio nos permite analizar la geografía desde su contingencia, desde la inestabilidad tanto de su materialidad como de su interpretación. La historia que hemos relatado está profundamente marcada por un ideal progresista y desarrollista, que presupone un crecimiento económico constante y sujetos independientes, móviles y productivos, sobre una geografía moldeable mediante infraestructuras: un ideal moderno.

Sin embargo, los desafíos contemporáneos nos fuerzan a pensar el futuro desde esa inestabilidad que habita esta geografía. Así como hemos trazado la producción de este territorio a partir de la superposición e imbricación de imaginarios, geologías e infraestructuras, hoy estas capas se enfrentan a nuevas tensiones. Desde esta reflexión, proponemos Barcelona Litoral como una unidad especulativa: no como un nuevo plan de ordenamiento, sino como un lente para pensar el territorio como una multiplicidad alojada en la contingencia de nuestros ensamblajes.

Ahí donde las infraestructuras se resquebrajan, los imaginarios se reconfiguran y los estratos vibran, el litoral se vuelve un laboratorio (Wakefield, 2025). El cambio climático se vuelve un tensionante para los sistemas costeros-urbanos, impidiendo la proyección lineal de su funcionamiento. Esto nos mueve a pensar problemáticamente en posibles futuros, a imaginar respuestas a ciertos quiebres y transformaciones. Es aquí donde la interacción de la movilidad, la vivienda, el equipamiento urbano y el medioambiente se vuelven protagonistas del devenir del territorio costero. En la inestabilidad e interacción de estos elementos, se juega también el porvenir del cuidado en las ciudades: cómo habitamos, cómo envejecemos y cómo sostenemos la vida en común en un litoral en transformación.

Referencias

Aucejo, M. (2023). AP-7 Road Trip. Recuperado de https://m-aucejo.com/AP-7-Road-Trip

Busquets, J. (2004). Barcelona: La construcció urbanística d’una capital compacta. Edicions UPC.

Esparza, D. (2017). Barcelona a ras de suelo (Vol. 17). Edicions Universitat Barcelona.

Jewusiak, J. (2023). Aging Earth: Senescent Environmentalism for Dystopian Futures. Cambridge University Press.

Novoa, J., & Alemany, J. (2006). Evolución de la costa de Barcelona. Diputació de Barcelona.

Penyas, A. (2021). Todo bajo el sol. Salamandra Graphic.

Wakefield, S. (2025). Miami in the Anthropocene: Rising Seas and Urban Resilience. U of Minnesota Press.

Notas a pie

  1. Ver el dossier Educatiu de la exposición “La línea de costa de Barcelona” comisariada por Santiago Riera en 2020, en el Castell de Montjuïc. ↩︎
  2. Ver Història de les platges del Adjuntament de Barcelona, subsección “Entre la vía del tren i el mar”. ↩︎
  3.  Ver Història de les platges del Adjuntament de Barcelona, subsección “Més que uns clubs”. ↩︎
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