La innovación abierta, hoy (I)

25 noviembre, 2013

El año pasado, Henry Chesbrough dió una larga conferencia en el congreso de la ECIS (la European Conference on Information Systems) de Barcelona, que podéis consultar en You Tube. Personalmente, me pareció un batiburrillo de transparencias sobre lo humano y lo divino preparadas rápidamente en el viaje, según una definición del experto que hace un colega mío: «Alguien que acaba de llegar en avión, tiene sueño y está esperando con ansiedad el siguiente avión para volver a dormir». Cualquiera tiene un mal día.

Debemos a Chesbrough la primera teoría sobre la «innovación abierta» (open innovation), según la cual las compañías y la sociedad pueden beneficiarse de las innovaciones autónomas y distribuidas de clientes, socios y practicantes en un mundo que Internet ha hecho más permeable. El software de código abierto (llamado por algunos software libre) sería el ejemplo paradigmático. Las empresas y profesionales organizan la innovación abierta a través de mejoras de plataformas ya existentes (el caso de las API para sistemas de información de empresa), concursos (los «hackatones»), la colaboración de los clientes en el diseño o en la selección de nuevos productos o las redes organizadas de diseñadores y programadores. La gráfica del video siguiente muestra de forma más resumida y brillante el tema.

En la teoría original, Chesbrough (colaborador habitual de IBM) defendía un modelo de relación bilateral (alguien dirige y compra y otro aporta y obtiene una parte del beneficio), cuya representación sería, por ejemplo, el entorno de desarrollo llamado Eclipse, que ha evolucionado luego en forma de una fundación supuestamente independiente, pero que no cumple las reglas GNU. Tampoco pasa nada.

Los temas de la propiedad intelectual, los incentivos a la participación y la eficiencia y efectividad de los procesos de innovación abierta han sido sometidos a prueba y discutidos desde entonces. En sus evoluciones posteriores (en la experiencia de decenas de empresas y en la obra de Lakhani, Boudreau, von Hippel y otros, incluido el propio Chesbrough) la teoría ha adoptado una perspectiva más amplia y la investigación empírica permite obtener algunos resultados más sólidos.

En su consideración actual, la «innovación abierta» trata sobre «los sistemas de innovación distribuidos  que permiten a individuos de todo el mundo participar en procesos de innovación a través de mecanismos voluntarios de auto-selección y flujos de conocimiento descentralizados» (King y Lakhani).

Es un tema de moda. La conferencia del Forum Global celebrada en Trieste hace unos días le dedicó un monográfico. La principal conclusión es que Trieste es un sitio bonito y que bajo el paraguas de Open Innovation cabe cualquier cosa, sobre todo un alto número de funcionarios de la Unión Europea.

El último número de la MIT Sloan Management Review presenta un conjunto de artículos sobre el tema, de autores reconocidos y avalados por una investigación de años y una buena cantidad de ejemplos. Tambíen en este número se ha concedido el premio Richard Beckhard al mejor artículo del año, publicado el otoño pasado en otra serie que iba de lo mismo. El titular es previsible: esto de la innovación abierta es una idea guay, pero difícil de llevar a la práctica con éxito; o sea decidir qué abres, por qué lo abres y cómo lo abres no es sencillo y a veces produce mayores problemas que beneficios. El éxito depende aún de la manera como organizas y gestionas el proceso y, en ésto, como en casi todo, el diablo está en los detalles. Otra referencia interesante es el blog de Tim Kastelle, profesor de Innovación en la Universidad de Queensland.

Dedicaremos la segunda parte de esta entrada a presentar las principales conclusiones.

 

(Visited 16 times, 1 visits today)
Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
Deja un comentario