De programas y proyectos

2 abril, 2013

Un programa no es un proyecto, ni muchos proyectos. Un proyecto consigue unos productos (un software, unos manuales, un entrenamiento, una red desplegada, un sistema para medir audiencias…). Un programa produce resultados para la empresa (un aumento de las ventas, la apertura de un nuevo canal, la reducción de los gastos generales…). El éxito de un proyecto se mide por el cumplimiento de una funcionalidad, unos tiempos y unos costes. El éxito de un programa se mide en indicadores financieros (EBITDA, por ejemplo) o no financieros (cuota de mercado, por ejemplo).

Ilustración de Alicia en el País de las Maravillas, por John Tenniel - Fuente: Wikipedia, Licencia: Dominio público
Ilustración de Alicia en el País de las Maravillas, por John Tenniel – Fuente: Wikipedia, Licencia: Dominio público

Un programa puede ser el plan estratégico o tecnológico de una empresa para un periodo, el plan de reestructuración de Iberia o el mandato de Administración electrónica del Reino de Arabia Saudí. Por eso la gestión de programas (Program Management) es otro animal, que requiere de otro tipo de gestión y de otro tipo de gestores que la gestión de proyectos.

Los temas críticos de la gestión de programas son la realización de beneficios (benefits realization) o sea la obtención de los objetivos estratégicos que se propusieron; la política y la gestión de interesados (stakeholders’ management) y el gobierno o gobernanza del programa (governance),  o sea, el proceso de establecer objetivos, poner reglas, asignar financiación y personas, tomar decisiones y resolver conflictos. Quizá la gestión de programas está más en el espacio de la dirección estratégica de sistemas de información que en el de la gestión de proyectos o, al menos, entre los dos. El programa es la ejecución de la estrategia.

La dimensión y la calidad cambian. Un programa es más grande, complicado y caro; el liderazgo y la esponsorización son más estratégicos y críticos; interviene más gente, con más roles, más poderosa e influyente, en relaciones formales e informales más complejas; la planificación y control de los proyectos que lo componen es más complicada, por las relaciones y dependencias y por la asignación de recursos. No hay programas tecnológicos (lo hemos explicado en otro sitio), sino programas híbridos entre el negocio y la tecnología. Entre los proyectos de este mundo, quizá lo más parecido a un programa en cantidad y calidad son los de inteligencia de negocio (BI).

En la comparación entre proyectos y programas, el tamaño y complejidad parecen los aspectos más obvios. Pero acaso la diferencia más importante es que un programa está sujeto a una gran incertidumbre y ambigüedad, por regla general. Incertidumbre quiere decir que no tenemos toda la información y no podemos establecer y predecir relaciones de causa y efecto. Ambigüedad quiere decir que hay varias soluciones posibles e intereses de las partes que pueden ser contrarios o contradictorios (Thiry). Incertidumbre y complejidad correlacionan positivamente. O sea, una aventura.

Hay, como en la gestión de proyectos, manuales y estándares. Los más extendidos son también el del PMI, cuya tercera edición acaba de aparecer, y el de la oficina británica de proyectos, como se llame ahora. Sin embargo, no tienen la misma aceptación y difusión que en el otro caso, es lógico. Los métodos tradicionales de naturaleza predictiva o directiva, funcionan peor frente a lo complejo, lo ambiguo y lo incierto del negocio… y del poder.

Por nuestra parte, estamos acabando unos materiales nuevos de Gestión de Programas, con David López y Juan José González, colaboradores expertos que se dedican a ésto, y que utilizaremos en las asignaturas de Gestión Avanzada de Proyectos y de Dirección Estratégica de Sistemas de Información de los Màsters homologados. A ver si nos salimos, como se dice en Cataluña (quiere decir que a ver si nos salen bien).

Nota: Después de todas estas semanas le debíamos a Alicia un retrato original. Esta es una de las ilustraciones (¡grabados sobre madera!) que hizo John Teniel para una de las primeras ediciones del libro y la primera de las versiones ilustradas con la que yo me estrené y maravillé en la adolescencia. Está producido en 1865 y representa la escena de la merienda del té, con Alicia (muy enfadada), el conejo, la liebre y el sombrerero.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
Martin Rios4 junio, 2018 a las 4:42 am

la imagen de Alicia con el sombrerero y el conejo relojero, debe ser por que el conejo siempre anda atrasado, algo habitual en proyectos. Están reunidos en esa mesa, quizá para ponerse de acuerdo en lo maravilloso que será emprender la aventura de Alicia. Todo un programa.

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