En fin, hablemos de Facebook

8 febrero, 2012

Facebook acaba de presentar una oferta pública de acciones, o sea, se propone salir a bolsa por valor de 5.000 Millones de dólares, la mayor oferta pública en la historia de Internet y una de las mayores de cualquier compañía tecnológica en el tiempo. Espera obtener entre 75.000 y 100.000 Millones, situándose en el club selecto de las mayores compañías del mundo por valor de mercado.

No está mal, si tenemos en cuenta que la compañía no tiene más de 7 años de historia, sus ingresos son de poco más de unos 5.000 Millones, no fabrica productos, contenidos o servicios propios, se financia con una tasa de anuncios que no es precisamente impresionante con relación a la competencia, está lejos de triunfar en los mercados de más futuro como el de los móviles y está sujeta a toda clase de sospechas y denuncias sobre la privacidad de los datos de sus usuarios, que podrían llevarla algún día a la ruina. Encima, el grueso de las acciones de control las retiene su fundador, Mark Zuckerberg, o sea que uno se hace propietario de una compañía en la que manda el amo y mandará para siempre.

Según datos más o menos contrastados, Facebook compite casi con Google en número de páginas visitadas (aproximadamente un trillón al mes), pero no tanto en usuarios únicos (Facebook declara 845 millones en su informe para la SEC, pero las fuentes independientes lo reducen a una tercera parte, debido al gran volumen de usuarios inactivos). La financiación de los dos se basa mayoritariamente en los anuncios, genéricos o personalizados, pero con un ratio de uso (CTR o clickthrough rate) del 0,05% entre los usuarios de Facebook frente al 0,1% en MySpace o el 8% de los usuarios de Google (¡). Facebook tiene un gran anunciante corporativo, Microsoft, cuya participación en los ingresos de la compañía no he podido averiguar. Y no puede o no sabe poner anuncios en los móviles y smartphones, por el tamaño de la pantalla, la velocidad de descarga y el rechazo de los usuarios (lo que pasa en las mejores familias, por otra parte), un espacio en el que dominan Google y Apple.

El acierto y el éxito de Zuckerberg están fuera de duda. Debe de haber algo humano, masivo y posmoderno en exponer nuestras personalidades, estados de humor, celebraciones y miserias al escrutinio público; aceptar que lo que escribimos, nuestras fotos o recuerdos puedan juzgarse, gustar o no, someterse a un ranking o reenviarse a cualquiera. Calculo que eso nos proporciona compañía en nuestras soledades y nos hace sentir más miserables si somos juzgados negativamente o aún más si, como en mi caso, ni siquiera pertenecemos a Facebook: ¿existimos? Debe de haber algo perverso o inocente y común en aceptar que nuestros datos, palabras, localización, opiniones y actitudes puedan llegar fácilmente a los anunciantes o, no tan difícilmente, a alguien que nos puede dar trabajo, cobrar impuestos o buscar por delitos reales o imaginarios (1).

Los movimientos individuales y sociales en contra de las prácticas de Facebook (o de Google) se están extendiendo en la red. Siete millones de canadienses se dieron de baja el año pasado. En Europa, se está produciendo un movimiento de reclamaciones que ha merecido la atención de la comisaria Redding. En Estados Unidos florecen las denuncias. Y en los países emergentes, las concesiones a la autocensura y los acuerdos para que los gobiernos puedan acceder a la información de los usuarios están limitando el número de altas. Globalmente, la gente parece inclinarse (muy) poco a poco por redes más especializadas (como la red profesional LinkedIn), más pequeñas, menos comerciales y más seguras.

De todos modos, es muy divertido que lo que haya colmado el enfado del público y de la opinión ha sido el anuncio de salida a bolsa y las suculentas plusvalías (que se llevarán desde los fundadores hasta el chico que sirve los cafés, eso sí) derivadas de la operación. Un comentarista americano reclamaba con razón una parte del pastel: si estos tipos están haciendo tanto dinero con mis contenidos y datos, y sólo con eso, yo también quiero mi trozo.

Nota:

1. Estos rasgos del carácter parecen más acentuados entre los jóvenes y adolescentes, lo que ya se ha llamado la generación FB a la que dedicamos un post hace tiempo.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
Jose Andres Gomez12 febrero, 2012 a las 3:05 pm

Hola,
Los tres primeros párrafos bien,
Creo que no tener facebook no te hace mejor o peor persona. Se puede tener facebook y compartir únicamente información general como por ejemplo videoclip del youtube, blogs como este etc… no hace falta poner la localización, estados de ańimo o fotos personales.
La ventaja de facebook es que todo el mundo esta en el (bueno no todos… 🙂

Sirve de algo darse de baja? Una web de redes sociales que no se utiliza sirve de algo?
Un blog es distinto de facebook?

En general me ha gustado, y deja abierto que podamos dar caña!

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